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Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:
Ya la primera vez que uno se asoma al María Moliner, no puede
sino asombrarse de que una sola persona fuera capaz de sacar adelante tan magna
obra. No es sorprendente que haya llegado el momento de que su figura alcance
el lugar que le corresponde en el imaginario colectivo: leo por ahí que hay en
marcha hasta una ópera.
Vicky Peña, del glamour de Follies... |
Este tipo de pieza,
que reivindica un personaje histórico, es difícil de enfocar sin caer en el
didactismo o la hagiografía. Recuerdo una reciente que caía de bruces, pero
recibió tantos elogios que mejor me callo. El principal mérito de Calzada es
que soslaya las dos trampas: construye un personaje verosímil, y no nos
entierra bajo una montaña de datos. Sin embargo, me parece discutible que, de
toda una vida, lo que más claro quede sea el deterioro final y la consecuente
relación con el neurólogo. El espectador sale con la imagen de una mujer que pierde
sus facultades mentales y zurce calcetines. La labor inicial para la administración
republicana pasa fugaz, el trato con figuras como Dámaso Alonso o Laín Entralgo
se ventila en una llamada telefónica o en una mención…
...a la rebequita de El diccionario |
La puesta en
escena, a pesar de no perder la corrección en ningún momento, tiene un aire
convencional, como de salir del paso. La función se salva a golpe de
interpretación. Helio Pedregal y Lander Iglesias están muy bien en los respectivos
papeles, pero lo de Vicky Peña es prodigioso. En algo que casi podríamos llamar
transfiguración, nada queda de la actriz, perfectamente sustituida por el
personaje. Acaba dándonos lo mismo que pierda la cabeza o zurza calcetines, uno
sólo quiere que la lección no termine.
P.J.L. Domínguez