viernes, 26 de septiembre de 2014

DONDE HAY AGRAVIOS NO HAY CELOS

Sala: Teatro Pavón Autor: Francisco de Rojas Zorrilla (versión de Fernando Sansegundo) Director: Helena Pimenta Intérpretes: David Lorente, Jesús Noguero, Óscar Zafra, Rafa Castejón, Marta Poveda, Clara Sanchis, Fernando Sansegundo, Natalia Millán y Mónica Buiza (acordeonista: Vadzim Yukhnevich) Duración: 1.50' 
Información práctica (el enlace a un callejón sin salida puede significar que la función ya no está en cartel)


Marta Poveda y Clara Sanchis.
Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

Donde hay agravios no hay celos maravilla desde hace cuatro siglos a todo el que la ve. Maravilla su impecable construcción cómica, la complejidad de sentimientos y reacciones que la rebuscada situación provoca, el tino con que esa complejidad se subraya mediante los apartes en los que los personajes glosan cada uno su propia circunstancia, sucediéndose las intervenciones en ráfagas que apabullan al espectador con ritmo de ametralladora. Y no sólo. Maravilla hoy en día la evidente rechifla con que se trata cuestión tan elevada como el honor. Maravilla también, y esto en sentido opuesto, la naturalidad con la que se integra en la trama la espantosa condición femenina de la época: a nadie extraña que Don Juan pueda matar a su hermana deshonrada.


    Creo que como mejor se sostiene el texto es virando hacia la farsa. Así lo hizo Liuba Cid hace un año con excelente resultado. También Pimenta se acerca, aunque yo diría que no lo suficiente. Algún personaje está extremamente estilizado (Doña Inés) y alguno en el opuesto extremo de la contención (Don Lope). No acaba de perfilarse un estilo interpretativo coherente, pero eso no impide que sea una función en la que haya mucho que disfrutar. Como los monólogos de Natalia Millán y Marta Poveda, o la escena entre Lorente y Sansegundo, de altísimo vuelo.  


Y lo que no cabía allí:

1.- El intercambio entre los de arriba y los de abajo es tan constante en la historia de la ficción que es relativamente frecuente que coincida en la cartera más de un relato de esas características. Acabamos de ver Medida por medida (con el duque disfrazado de fraile) y llegará dentro de nada (cuento los minutos) El juego del amor y del azar de Marivaux que ha dirigido Flotats. El recurso sigue siendo efectivo hoy, pero imaginen la potencia que debía de tener cuando los seres humanos eran incluso jurídicamente distintos desde la cuna. Este juego del disfraz en Donde hay agravios no hay celos tiene numerosísimos parientes en nuestro Siglo de Oro, pero se me antoja que en Rojas Zorrilla adopta un tipo de frivolidad galante que anuncia el XVIII, y que quizá de ahí derive, en parte, la gran fortuna internacional de la obra. Espero que ningún catedrático de historia del teatro lea estos disparates, pero me gustaría verla alguna vez ambientada en Versalles, con peinados a la Pompadour, chorreras, frufrú y reverencias. A la espera de eso, el elenco que canta y baila le da cierto oxígeno a esta versión, y el acordeón en directo es un acierto que me recuerda a Vasco.

2.- Eso que decía yo del abanico de estilos intepretativos (desde la estilización de Sanchis hasta la contención de Castejón) lo ha dicho también García Garzón, casi con las mismas palabras. Que dos tipos tan distintos (él es mejor) digamos lo mismo parece corroborar que Pimenta, por una vez, no tenía claro el tono que quería dar a la función. Lo de Sanchis podría haber funcionado si todo el mundo estuviera ahí, pero la dejan sola en ese lugar y terminan sobrando buena parte de los mohínes. El Sancho de David Lorente, en el registro clásico del gracioso, terminó cargándome un poco, aunque todo el mundo lo ha puesto bien. Y está, desde luego, estupendo en la escena mencionada con Fernando Sansegundo, que todo lo hace bien, siempre. Aunque en un papel breve, Óscar Zafra las coloca todas. El protagonista, Noguero, bien sin alharacas.

3.- Pero las que se llevan la función de calle son Marta Poveda y Natalia Millán. Poveda está toda la función en un punto medio entre Sanchis y Castejón que bien hubiera podido ser el tono general: subidito, intenso, cómico, pero sin convertirlo en el gran festival del aspaviento. El monólogo en el que cuenta cómo le gustan los hombres es antológico. Ya nos dimos cuenta todos en La vida es sueño de que esta mujer pisa fuerte. Natalia Millán se queda con el respetable desde que cuenta lo que la ha llevado a esa casa: tiene una gesticulación efectiva y una vis cómica soterrada y discreta. 

Aquí abajo les dejo una foto de la versión de Mephisto Teatro dirigida por Liuba Cid que menciono en la crítica en papel. Me jorobó bastante perderme El burgués gentilhombre que han hecho este verano. 


 P.J.L. Domínguez

           

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