miércoles, 7 de mayo de 2014

EL SEÑOR DE LAS MOSCAS

Sala: Centro Cultural Conde Duque Autor: Nigel Williams, sobre la novela de William, Golding (versión de José Luis Collado) Director: José Luis Arellano Director artístico: David Peralto Intérpretes: Alejandro Chaparro, Víctor de la Fuente, Samy Khalil, Jesús Lavi, Alberto Novillo, Raúl Pulido, Álvaro Quintana, María Romero, Álex Villazán y Andoni Larrabeiti. Duración: 1.35' 
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)

Álex Villazán, Samy Khalil,  Jesús Lavi (de espaldas) y Víctor de la Fuente (en el suelo). No consigo ubicar al del fondo, puede ser 
Con todos sus intérpretes entre los dieciocho y los veinticinco años, iniciativas como las de La Joven Compañía no son frecuentes en nuestro país, y menos fuera del ámbito institucional. La Joven Compañía (de la Compañía Nacional de Teatro Clásico) depende de la Administración General del Estado, y La Kompanya del Teatro Lliure de una Fundación financiada por cuatro administraciones. Por otra parte, no se trata de un grupo de teatro estudiantil (los hay de secundaria y universitarios), ni -estrictamente hablando- de una entidad dedicada a la formación, puesto que los guía el objetivo artístico tanto como el artístico. No es de aplicación, por tanto, el filtro con el que se miran las actividades pedagógicas. Lo que hacen debe ser tratado -así creo que lo prefieren- como cualquier montaje profesional.

Jesús Lavi y Raúl Pulido.
Tras una más que digna Invasión de Guillem Clua en 2013, afrontan ahora la adaptación teatral que Nigel Williams, hizo de la celebérrima novela de Golding. Hay también una peli estupenda... ¡de Peter Brook! Creo que Williams es conocido aquí sobre todo por Class enemy, traducida (mal, cargándose el juego de palabras) hace unos años como El enemigo de la clase. Es, precisamente, la adaptación lo que me parece el punto más flaco de la función. Sobre todo, por la longitud de las dos escenas centrales con todos los chicos en la playa. Están demasiado estiradas, redundan, con menos entenderíamos igual de bien.


Samy Khalil, ya en plan animal.
Al margen de esos minutos sobrantes, la función está bien llevada de ritmo y de intensidad, y bien arropada por la iluminación de Gómez-Cornejo y el sonido de Marín. Especialmente interesantes los momentos en los que se simultanean acciones diversas, algo que parece marca distintiva de los trabajos de Arellano: pasaba en Invasión y pasaba en La piel llamas. Es una de las cosas más atractivas que pueden suceder en un escenario, y una de las especificidades que lo distinguen de la pantalla de cine. Está muy cuidada también la canalización de la enorme energía de estos actores jóvenes -que, mal dirigida, llevaría directamente a la náusea de la exageración-, energía  que hace creíble esta cruda alegoría de la condición humana. 


El monólogo de Víctor de la Fuente.
El señor de las moscas pasa a veces por literatura juvenil, pero me parece un error tan gordo como considerar literatura infantil Platero y yo o El principito. Yo sufrí al burro como regalo de primera comunión (con siete u ocho años) y tuve que leerme al segundo en tres idiomas distintos antes de terminar la EGB (para los jóvenes: EGB = primaria). Ambos, textos poéticos que sólo un adulto habituado a consumir literatura está en situación de apreciar. El burro, pase, pero odio a muerte al principito desde entonces. Peligros de administrar las cosas antes de tiempo. Los italianos no soportan Los novios, que es una maravillosa novela que se lee como un folletón de aventuras. Pero es que los torturan con ella a temprana edad. Uno me dijo una vez: "Qué curioso, todos los extranjeros me decís que es muy buena". A lo que iba: El señor de las moscas no es una novelilla de aventuras para adolescentes, sino una espantosa reflexión sobre la violencia que traemos de fábrica en los genes. 


¡Fuego!
Samy Khalil y Raúl Pulido pelean con vigor los papeles principales. Están muy bien los dos, pero se me antoja que Khalil tiene suficientes recursos como para haberle dejado algún rato de registro menos agresivo, de lado más débil, como los que sí tiene Pulido.  Destacan también el Piggy de Jesús Lavi, la madurez interpretativa de Víctor de la Fuente en el difícil monólogo de la cara de cerdo y el papel de niño pequeño de María Romero, muy en su sitio, sin pasarse en el remedo (ya me gustó en Invasión). Funciona la compañía entera, nadie desentona. Representan a chicos bastante menores que ellos, pero la cosa se ha solventado alternando episodios de rasgos infantiles con un registro general más ajustado a sus edades reales. Era complicado que esto no cantara la Parrala, pero encaja, ni siquiera llama la atención. No ha debido de ser fácil.
Ese andamio es una montaña. La escenografía es esencial y lograda. Como
la iluminación. Se apañan con lo que hay, y se apañan bien.
Algunos de ellos son guapos, incluso muy guapos. Hay una cierta probabilidad de que los tienten con el camino fácil para los guapos. Ya saben. Series de televisión y cosas de ésas. Alguno anda en eso ya. Diré dos cosas al respecto. Primero, quien dice que eso es el camino fácil, no tiene ni idea. Es como en todas partes: como no seas bueno y currante, duras un suspiro. Vean si no cómo se van relevando guapos y guapas de temporada en temporada. Segundo, un consejo. Es odioso dar consejos, pero a los mayores nos encanta. Un joven TAN joven colocado en la disyuntiva serie-cutreadolescente-en-la-tele / teatro-superguay-superculto sólo tiene una respuesta posible: las dos cosas. ¿Quién ha dicho que haya que elegir? Están en la edad de correr de un lado para otro y dormir media hora al día. Que arreen.

Me he dejado lo peor para el final, algo que no se debe hacer nunca. Es lo mismo que han hecho ellos. El final cojea bastante, estaba todo dispuesto (hasta las luces) para (ATENCIÓN, SPOILER) dejar entender al espectador que alguien irrumpe desde fuera de la isla para recoger a los chicos, y que esa burbuja de barbarie que han hinchado revienta de golpe, despejándoles de golpe la perspectiva para entender lo que han hecho.Dejar entender digo, no dárnoslo en potito. Porque, lejos de una opción sutil, entra en escena un rescatador vestido entre fumigador y extraterrestre y suelta algunas obviedades en un tono que le va a la hora y media anterior de función como a un Cristo dos pistolas. En fin, son tres minutos muy fáciles de remediar, no es un problema grave.
P.J.L. Domínguez
           

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ánimo, comente. Soy buen encajador.