Sala: Teatro de la Abadía Autor: Luis Martín-Santos (versión de Eberhard Petschinka) Director: Rafael Sánchez Intérpretes: Sergio Adillo, Lola Casamayor, Julio Cortázar, Roberto Mori, Lidia Otón, Fernando Soto y Carmen Valverde Duración: 1.55'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)
Subrayo, meses después, el detallito de economía escenográfica: el director tiene a su disposición, ahí en la mitad del medio, un jugosísimo giratorio al que pocas almas se resistirían. Pues bien, tiene el temple de esperar una hora y cuarto antes de hacerlo funcionar, y no vean el partido que le saca luego. Eso es dominio de los tiempos, y lo demás, chistes.
Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:
SIETE FANTÁSTICOS
Ahí estaba Tiempo
de silencio, erguido en nuestro siglo XX como un gigantesco monolito en
medio de un barrio de chabolas. Esperaba a que se atrevieran a ponerle carne en
un escenario, cuando José Luis Gómez se sacó de la manga a Rafael Sánchez. A
pesar de su nombre, un suizo que viene del teatro en alemán. Feliz idea. Con el
concurso de un excelente adaptador -Eberhard Petschinka- este nieto de
españoles ha conseguido una puesta en escena diáfana, comprensible y hermosa,
adjetivo manido pero insoslayable.
A golpe de intérpretes, porque no hay casi
nada más (discretísimas escenografía e iluminación de Ikerne Giménez y Carlos
Marquerie, sonidos de Nilo Gallego). Estos siete fantásticos saltan de
personaje y de escena sin baches, salpicando alguna breve licencia gestual y
apechugando con los brincos de lo narrativo a lo dialogado y regreso. Esto era,
quizá, lo más complicado, y se resuelve felizmente: sin desgarros, con las
voces de los sucesivos narradores acompañando y espesando la atmósfera. Me
resulta muy difícil destacar a nadie, aunque es imposible no mencionar a
Casamayor, una de las más grandes de nuestra escena. Pero hay una pregunta
obligada: ¿de dónde sale Sergio Adillo? Como dicen que dijo una vez Javier
Vallejo, este hombre dará que hablar. Ah, se me olvidaba: el giratorio mejor
usado que he visto en mucho tiempo.
Subrayo, meses después, el detallito de economía escenográfica: el director tiene a su disposición, ahí en la mitad del medio, un jugosísimo giratorio al que pocas almas se resistirían. Pues bien, tiene el temple de esperar una hora y cuarto antes de hacerlo funcionar, y no vean el partido que le saca luego. Eso es dominio de los tiempos, y lo demás, chistes.
P.J.L. Domínguez
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