Sala: Teatro de la Comedia Autoras: Noelia Adánez y Valeria Alonso Directora: Valeria Alonso Intérprete: Ana Rayo Duración: 1.00'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)
La única imagen del montaje que encuentro. Sale de un vídeo de IBE.tv |
[Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio]
PRECURSORA
PRECURSORA
Mis ya muy antiguas lecturas de Gloria Fuertes me
dejaron una sensación agradable que decidí revisar cuando llegó su feliz
resurrección. No sé de poesía como para meter la nariz en la polémica de si la
suya es grande, grandísima o minúscula, pero sí diré que la edad me ha enseñado
a apreciar todo aquello que parece fácil y que, muy a menudo, esconde un condenado
trabajo de depuración. En consecuencia, la Fuertes, que a primera vista puede
parecer una cosilla amable, me gusta con más profundidad que hace treinta años.
Se lleva en algunas cumbres de la literatura un estilo repujado, un manierismo
casi prebarroco de la forma y/o el fondo que, lógicamente, recela de estas
corrientes de flujo suave y al alcance de todos.
La
propuesta de Adánez, Alonso y Rayo reproduce como calcadas estas cualidades: es
una pieza apta para todas las sensibilidades y que fluye con suavidad. El quid
en estas resurrecciones escénicas está siempre en conseguir la proximidad al
personaje real sin caer en la imitación, que es otro género, y me parece que
Ana Rayo alcanza una compenetración profunda con los modos de esta artista que,
en la estela de modernidad inaugurada por Wilde y consagrada por Dalí, hizo de
su persona parte de su obra. Parecía una excéntrica, y resultó una precursora
en el arte de la puesta en solfa de las convenciones de género, algo que ahora hace explosión por doquier.
Y ALGUNA COSILLA QUE NO CABÍA ALLÍ:
Soy alta;
en la guerra
llegué a pesar cuarenta kilos.
He estado al borde de la tuberculosis,
al borde de la cárcel,
al borde de la amistad,
al borde del arte,
al borde del suicidio,
al borde de la misericordia,
al borde de la envidia,
al borde de la fama,
al borde del amor,
al borde de la playa,
y, poco a poco, me fue dando sueño,
y aquí estoy durmiendo al borde,
al borde de despertar.
Y ALGUNA COSILLA QUE NO CABÍA ALLÍ:
Seguro que eso del "estilo repujado, un manierismo casi prebarroco de la forma y/o el fondo" me quedó un poco esotérico. Sobre todo lo que se escriba acerca de Gloria Fuertes durante un tiempo sobrevolará Javier Marías, y la polémica sobre la calidad de la obra de la primera. Que conste que me parece que Marías tiene todo el derecho del mundo, faltaría más, a opinar lo que opine. Me parece muy comprensible que Fuertes no le parezca gran cosa, porque -al menos donde yo lo dejé- él practicaba una literatura cualquier cosa menos sencilla. Ha pasado mucho tiempo, pero creo que "donde yo lo dejé" fue en Corazón tan blanco y Mañana en la batalla piensa en mí, novelas adoradas por mi asesor literario de referencia, pero en las que yo sólo vi (repito: yo, no pretendo sentar ni cátedra ni catedrilla) un cierto ir y venir y marear proustiano que, al contrario del que a mí me parecía su modelo, no llegaba a ninguna parte, aunque entonces el que estaba muy proustiano era yo y lo veía por todas partes. Tómense todo esto con pinzas, medio mundo alaba estas obras, así que es perfectamente posible que la mía seaq una sensibilidad construida de otra manera. Se me pasan ahora por la cabeza otros dos indiscutibles de la crítica que yo no puedo ni sufrir a menos de un kilómetro: Javier Tomeo y Enrique Vila-Matas. Si no se atreven con sus novelas (no seré yo quien las recomiende) echen un vistazo a los artículos en El País del segundo, que reproducen ese mismo mundo autosuficiente habitado sólo por escritores y críticos en el que esto que el otro citó allí porque se había encontrado al tercero en un bar, (y que en realidad citó erróneamente, y fue un cuarto quien se dio cuenta de que se le había cruzado la cita con un verso de un oscuro poeta inglés que era primo del camarero del bar...) parece un evento que ilumina el mundo, una epifanía. No está hecho para mí, desde luego, me parece una glorificación de lo banal. Dublinesca es uno de los poquísimos libros que me ha aburrido hasta el cabreo, como solo consigue hacerlo una pésima función de teatro. Y ahí tienen ustedes a los críticos y los glosadores, buscando como locos sus vínculos con la realidad, que si esto fue así, que si lo otro es fabulado, que los rizos rizados entre autoficción, invención, realidad y metarrealidad... (váyanse aquí, si tienen narices, y lean sobre la tetralogía metaficticia). Por establecer un punto de comparación: el libro de Cercas sobre el 23-F (Anatomía de un instante) me parece literariamente muchísimo más rico. Insisto: literariamente.
¿Cómo les va a gustar Gloria Fuertes? A ver, que venga un glosador a buscarle los tres pies a esto:
en la guerra
llegué a pesar cuarenta kilos.
al borde de la cárcel,
al borde de la amistad,
al borde del arte,
al borde del suicidio,
al borde de la misericordia,
al borde de la envidia,
al borde de la fama,
al borde del amor,
al borde de la playa,
y, poco a poco, me fue dando sueño,
y aquí estoy durmiendo al borde,
al borde de despertar.
O más sucinto todavía:
En las noches claras,
resuelvo el problema de la soledad del ser.
Invito a la luna y con mi sombra somos tres.
A menudo les digo "si esto lo firmara un tal López y se hubiera visto en Móstoles, la crítica no estaría disparando ditirambos". Pues ahora lo digo al contrario: si esto último lo camuflamos un poco y decimos que es de un lírico sufí del XIII, aplauso universal.
En fin: hay sitio para todos. Para Vila-Matas (glups) y para Fuertes. Recuerden a Alberti, que al lado de una poesía compleja tiene esas cosillas de que si se equivoca la paloma y que si los marineros, simples, cristalinas y tan alabadas por la crítica como su otra producción.
* * *
Cuanto más simple, más difícil de glosar. Esto mismo vale para la función. Es muy complicado buscar hueco para las alabanzas cuando lo que mejor han hecho Adánez y Alonso ha sido desaparecer (un gran mérito, por si es usted novato en este blog). En primer lugar, porque yo juraría que el texto es casi completito -o sin el casi- de la propia Fuertes. Se han limitado a montar una dramaturgia comprensible con esto sacado de aquí y aquello de allá. Y la dirección está en lo mismo: una mano invisible que ha huido de cualquier presencia invasora. Todo el espacio es para la intérprete, que se marca un trabajo muy apreciable escondida bajo una modestia sin estridencias. Lo que les decía en la Guía: el montaje se parece mucho a lo que la Fuertes era. Y me refiero al fondo.
Acabo de recordar que vi a Rayo en Marca España, una función curiosa, y que estaba sembrada. No la recuerdo bien en Las cuñadas que dirigió Natalia Menéndez, porque aún no tenía blog y mis notas eran más escuetas.
P.J.L. Domínguez
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