miércoles, 3 de mayo de 2017

SUEÑOS

Sala: Teatro de la Comedia Autor: Francisco de Quevedo (versión de Gerardo Vera) Director: Gerardo Vera Intérpretes: Juan Echanove, Óscar de la Fuente, Markos Marín, Antonia Paso, Lucía Quintana, Marta Ribera, Chema Ruiz, Ferrán Vilajosana, Eugenio Villota y Abel Vitón Duración: 1.30'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no esté en cartel)



Pocos títulos mejor puestos que éste. Menos mal que las butacas de la Comedia no invitan a la siesta, porque Sueños es soporífera. La ponen en el Fernán-Gómez, y caemos todos. Salió de boxes ya sin ninguna posibilidad, como dicen que le pasa al coche de Alonso. Es, en rigor, un recital poético teatralizado, un género muy complicado -se trata de combinar la densidad del lenguaje poético con una dramaturgia raramente más que liviana- y que (atención) da para formas breves. Dicho más fácil: un chute de poesía conceptista podía estirarse cincuenta y cinco minutos de función. Esto dura DOS HORAS. Alguien que sabe mucho de teatro me miró con desolación cuando llevábamos una y me susurró "Dios mío, lo que nos queda". Pues eso. Lo único que no se puede hacer en el teatro es aburrir. Todo lo demás es opinable. Ahí tienen Séneca, demostrando que uno puede hacer digno hasta lo hortera.

Diré más. Aparte de ese lastre previo insuperable, la dramaturgia que Vera ha intentado construir no ayuda nada. Una muestra: la muerte aparece mencionada dos o tres millones de veces. Dale que te pego, vuelta la burra al trigo. No vamos ni venimos, todo se repite, tiene uno la sensación de que el minuto setenta es idéntico al veintitrés o al ciento siete. Como también me decía alguien, podía haber durado treinta minutos o cuatro horas.

Diré más. La puesta en escena, otro tanto de lo mismo. Hala proyección, y vuelta proyección sin que se atisbe para qué, porque todo vuelve, como si en vez de Quevedo fuera Heráclito. Es la función del eterno retorno, la fiesta de la redundancia. Por tener, tiene hasta dos finales. Y una laaarga agonía, "por favor, que se muera de una vez". Nada más antidramático. Un aire imposible de soslayar al histórico Marat-Sade de Brook. No, no son delirios míos. Cuando se me pasa algo así por la cabeza me callo como un muerto, para ver si estoy ido o lo ha intuido más gente. Interlocutor A: "¿No te recuerda al Marat-Sade?". Interlocutor B: "Fíjate que me recuerda al Marat-Sade". Ademas, hay que citar el siempre ajustado criterio de JM y su frase célebre: "Es que Pandur ha hecho mucho daño". Véase Festen. Esto no llega de lejos a ese delirio (al de Festen, quiero decir), pero la entrada de la muerte pegando un brinco ataviada con capa roja (¿roja?, no podría jurarlo ahora) y haciendo play-back de algunos gorgoritos (la música es casi enteramente del campo de lo trillado sopocientas veces) podría contarse entre esos Pandures mal digeridos. Casi tan hilarante como la inolvidable Ofelia en patines que entraba en este mismo escenario en el Hamlet de Del Arco. Ya, ya sé que el Hamlet es finalista de los Max, pero resulta que comparte terna con Només són dones (uno de los mayores plomos de la temporada, salvados los monólogos de Iscla), y con eso está todo dicho. Qui nimium probat, nihil probat. Quien esté dispuesto a premiar eso, poco demostrará si premia lo otro. Afortunadamente, Del Arco está ya donde solía: en unos días les colgaré la crítica de Refugio.

Diré más. Alguno de ustedes estará pensando "es verdad, un plomo, pero los actores están bien". Niego la mayor. Ellas algo menos, pero ellos hablan absolutamente toda la función colocando la voz en ese lugar atrás y arriba que da un tono forzado y tenso (que a usted y a mí nos provocaría dolor de garganta a los diez minutos, pero que saben controlar). Dos horas. Es una cosa tan insoportable que, cuando el Cardenal pregunta a Echanove algo así como "¿quién es usted?", con emisión natural, es como si nos quitaran una losa de encima. "A ver si siguen por ahí", pensé. Quiá. Nadie duda de que Echanove es un gran actor (me encantó su Fasltaff, en Los hermanos Karamazov, y esta frase no contiene erratas), pero dos horas con esa voz superarían a un intérprete construido con lo mejor de Marlon Brando, José Bódalo y John Gielgud. Lucía Quintana se las arregla para salir bien parada en medio de tanto aburrimiento.
P.J.L. Domínguez
          

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