jueves, 9 de marzo de 2017

FESTEN

Sala: Teatro Valle-Inclán Autores: Thomas Vinterberg y Mogens Rukov (adaptación teatral de Bo Hr. Hansen, versión de Magüi Mira) Directora: Magüi Mira Intérpretes: RCarolina África, Roberto Álvarez, Carmen Conesa, Manu Cuevas, Karina Garantivá, Gabriel Garbisu, David Lorente, Jesús Noguero, Clara Sanchis e Isabelle Stoffel Duración: 1.35'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no esté en cartel)



Estaba yo pensando mientras aplaudía que la crítica podría titularse OÍR PANDURES Y NO SABER DÓNDE, cuando JM me dijo al oído "podríamos escribir algo así como las diez reglas para parecerse a Pandur". Jesús, Jesús, cuánto daño indirecto e imprevisible ha hecho ese hombre. A poco que me hayan leído sabrán de la enorme admiración que le tenía. Pues bien: cuando uno ve algo como Festen, que cumple muchas de esas diez reglas, se da cuenta de lo dificilísimo que es hacer un teatro de este tipo y que no se caiga el fragilísimo castillo de naipes del interés dramatúrgico. Digámoslo ya: Festen es un desastre.

En primer lugar, y sobre todo, por el motivo más habitual de los desastres teatrales. Tan habitual, que me parece siempre mentira que alguien con la menor experiencia pueda caer en una trampa tan archinoconocida. Aurorita hija, que todavía no ha pasado nada. O, en este caso: Michel, hijo, que lo único que ha pasado es que has olvidado en casa los zapatos de gala y si gritas desde ahora con ese registro de brote sicótico nos va a dar exactamente igual lo que grites cuando te enteres de que


ATENCIÓN, SPOILER 

tu padre se follaba a tus hermanos. He dicho Michel, que es Manu Cuevas, pero podría haber dicho perfectamente Clara Sanchis, que entra en escena como si se hubiera caído de pequeña en el caldero donde se condensaba la coca base. 

Ése es el problema básico de un montaje que a los veinte minutos ya tiene a todo el mundo saturado de gritos y de gente subiéndose a las sillas. Qué manía con las sillas. Dado que es extremadamente infrecuente que alguien haga eso, y menos con los zapatos puestos, debería ser considerado un recurso extraordinario, antirrealista y, como tal, usado con prudencia para que conserve su efecto. A la tercera vez que ocurre, aquello parece una fiesta de niños de diez años sin vigilancia adulta. En fin, que ante una trama que pide a gritos una sutil gradación de la intensidad, que exige que la familia burguesa más o menos tronada pero estándar del comienzo se vaya descacharrando sutilmente a medida que se desvela el horror, la puesta en escena ha preferido iniciar el griterío y el desparrame desde el primer momento. Imposible. Ante este patinazo, las demás tonterías (la música insufrible interpretada por los propios actores, el peinado del mayordomo, el despelote general que me sigo preguntando a qué viene, el atavío tirando a Monster del pater familias, el paseíllo de la foto de más arriba...) se quedan en anécdota.

Se salvan de la quema, y no me pregunten cómo lo consiguen, Carmen Conesa y Carolina África. La primera ofrece ella solita el mejor momento de la función: el monólogo de la sobremesa. Yo diría que es la única que consigue componer un personaje coherente y verosímil todo el tiempo. La segunda coloca en su lugar hasta el acento alemán, a pesar de los alaridos a los que se enfrenta. A dos de los finalistas del concurso de sobreactuación ya los he mencionado más arriba, pero falta el ganador absoluto: la composición de italiano con rastas que se marca David Lorente es cargante a más no poder. Garbisu, un actor que me encanta, hace esfuerzos encomiables por darle alguna dignidad a la cosa, pero no hay manera de llegar a ninguna parte. El mayordomo y la criada (el primero en unos registros tan imposibles que no encuentro comparaciones aplicables, con ese peinado... ¿danés? y unas miradas fijas a lo Lugosi que que me han dejado el falso recuerdo de unos ojos intensamente maquillados) vienen de otra función, de una función extraña, vagamente simbolista o cosa parecida. Qué horror. Ni siquiera Roberto Álvarez, un estupendo actor, alcanza nada parecido a un personaje verosímil, no le han dejado.

Me quería explayar un poco sobre los errores dramatúrgicos del pastel revelado demasiado pronto o de la carta leida dos veces, pero voy a intentar ir publicando las cosas un poco antes aunque me suponga sacrificar el detalle. Seguro que me lo agradecen (y me refiero a la brevedad).
P.J.L. Domínguez
          

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