Sala: Teatro Valle-Inclán Autor: Antonio Gala (versión de Emilio Hernández) Director: Emilio Hernández Intérpretes: Diego Garrido, Carmen Linares, Esther Ortega, Eva Rufo, José Luis Sendarrubias, Aka Thiémélé, Antonio Valero, Ignasi Vidal y Carolina Yuste Duración: 1.30'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no esté en cartel)
He sido injusto con Séneca. Y todo por saltarme una de mis normas fundamentales: no fiarme de nadie. Es algo que les aconsejo que hagan también. Por supuesto, tampoco deben fiarse de mí a pies juntillas, Verán, conozco unas cuantas personas que han visto mucho teatro y que tienen criterio. Claro que considero sus opiniones, tanto para discutir a veces algún juicio -y, quizá, matizarlo- como para tomar decisiones tácticas sobre si ver antes esto o aquello, que a todo no se llega. Sin embargo, procuro dejar siempre un núcleo duro intacto en mi fuero interno, una especie de bastión del juicio que no se deje penetrar por ninguna opinión ajena. Les parecerá quizá todo muy solemne, pero nada de eso. No se crean que me tomo muy en serio el resultado final del proceso. Sólo que me gusta que ese resultado sea mío y no inducido.
Con Séneca, todos mis informantes fueron despiadados, sin la menor fisura. Un horror. Ante tanta unanimidad decidí, más bien inconscientemente, que mejor ahorrármela. Craso error, porque la he visto con más de un mes de retraso y -oh, sorpresa- resulta que me ha gustado bastante, pero bastante. Hubiera debido verla antes para contarlo.
No sé aún si estaré a tiempo de publicar la crítica en papel [al final la publiqué, la tienen más abajo], así que no voy a extenderme mucho, pero les adelanto lo fundamental. Entiendo los motivos del rechazo: luces rojas, humo, cuero, genitales paseándose por el escenario... una cosa entre canción bielorrusa en Eurovisión, el Tito Andrónico de Julie Taymor y un concierto de Tino Casal. Es comprensible que a mucha gente se le haga cuesta arriba. A mí me gustó. Los intérpretes, en su sitio, todos sin excepción. Mucha coreografía tipo "mirad cómo nos refrotamos lascivamente" que habitualmente me pone enfermo, pero que diría que está adecuadamente dosificada. Las luces, el humo, el cuero y los genitales (y la música), bien colocados. Era una apuesta muy arriesgada y, me parece a mí, se tiene en pie. Si son gente arrojada, vayan y decidan. Igual les pasa como a mí y descubren a Esther Ortega.
Vi estas fotos y me pareció que sería un horror. Pues no lo es. |
Con Séneca, todos mis informantes fueron despiadados, sin la menor fisura. Un horror. Ante tanta unanimidad decidí, más bien inconscientemente, que mejor ahorrármela. Craso error, porque la he visto con más de un mes de retraso y -oh, sorpresa- resulta que me ha gustado bastante, pero bastante. Hubiera debido verla antes para contarlo.
No sé aún si estaré a tiempo de publicar la crítica en papel [al final la publiqué, la tienen más abajo], así que no voy a extenderme mucho, pero les adelanto lo fundamental. Entiendo los motivos del rechazo: luces rojas, humo, cuero, genitales paseándose por el escenario... una cosa entre canción bielorrusa en Eurovisión, el Tito Andrónico de Julie Taymor y un concierto de Tino Casal. Es comprensible que a mucha gente se le haga cuesta arriba. A mí me gustó. Los intérpretes, en su sitio, todos sin excepción. Mucha coreografía tipo "mirad cómo nos refrotamos lascivamente" que habitualmente me pone enfermo, pero que diría que está adecuadamente dosificada. Las luces, el humo, el cuero y los genitales (y la música), bien colocados. Era una apuesta muy arriesgada y, me parece a mí, se tiene en pie. Si son gente arrojada, vayan y decidan. Igual les pasa como a mí y descubren a Esther Ortega.
Y esto fue lo finalmente publicado:
ROMANOS DISCOTEQUEROS
No es habitual que el teatro genere opiniones
unánimes, pero este montaje de Emilio Hernández sobre un texto de Antonio Gala
ha suscitado, me parece, una disparidad de criterios de espectro superior al
corriente. Entiendo a quienes aborrecen del resultado. La apuesta era
extremadamente peligrosa: luces rojas, humo, hombres con faldas de cuero,
genitales generosamente expuestos, sintetizador…. Sí, como más de un lector
estará aventurando, una puesta en escena que recuerda poderosamente el aspecto
visual y la “transgresión” – a estas alturas son necesarias las comillas- de
los ochenta. Una estética que bordea lo kitsch
o, por decirlo en castellano, lo hortera.
Tino Casal de vuelta, Eurovisión bielorrusa. [Nota del 21 de mayo: infinitamente mejor, visto lo visto, bielorrusa que española]
Entiendo
el rechazo, pero no lo comparto. Para empezar, resucitar el texto en pleno
marasmo de corrupción política es de una oportunidad indiscutible. Pero,
además, todo se puede hacer bien o mal, y esta apoteosis cuasi-discotequera
está bien llevada, con ritmo e interpretaciones sin tacha. Entre tanto producto
a veces muy culto, a veces muy militante y a veces muy de hacer reír que aburre
mortalmente, Séneca entretiene y
sorprende con sus piruetas de estética arriesgada. Antonio Valero sostiene la
función sobre sus hombros y Esther Ortega se revela como una actriz con el
carácter suficiente como para comerse la platea de una mirada.
P.J.L. Domínguez
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