jueves, 9 de enero de 2014

BAILE DE HUESOS

Sala: Estudio 2 Autor: Elena Belmonte Director: Manuel Galiana Intérpretes: Manuel Galiana, Óscar Olmeda, Pilar Ávila, Jesús Ganuza y Myriam Gas. Duración: 1.35'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Óscar Olmeda y Jesús Ganuza.
Nuevo (relativamente) espacio, nacido en medio de esta crisis que azuza la iniciativa de las gentes del teatro. Manuel Galiana enseña, dirige y actúa en Estudio 2, y a todos nos parece de perlas que un actor de tal nivel multiplique sus actividades. Como director, tiene en cartel Como si fuera esta noche, de Gracia Morales, y Clara sin burla y Baile de huesos -premio Lázaro Carreter-, ambas de Elena Belmonte

Alejandro Casona, lo tenemos
un poco en el aparcadero.
Un texto con sus más y sus menos. Le pillo yo un aroma como a Casona, aunque es mejor que no me presten mucha atención en estas cosas. También encuentro parecidos físicos que los demás juzgan disparatados. Pero se me queda dentro como un runrún que me hace mirar en detalle el currículum de Galiana... y me aparece (¡en primer lugar!) La casa de los siete balcones. Sí, ya lo sé, es una casualidad: tiene un curriculum en el que no falta nada. Serán mis manías, que son siempre un dulce sustituto de la felicidad perfecta y no hacen daño a nadie, pero en el resto de la lista veo otros muchos títulos que mi sistema nervioso conecta con el estilo de Belmonte. Y no los digo, porque de repente me salta cualquier académico a explicarme que tengo los cajones de la clasificación revueltos. En fin: un teatro con un pie en los diálogos plausibles más o menos poéticos y otro en la irreal o improbable situación.

Elena Belmonte
A lo nuestro: al texto le sobran sus buenos veinte minutos. Iba yo con A., que tiene mucho olfato para estas cosas y, en cuanto se encendió la luz, la sentencia (sus opiniones caen siempre rotundas como el hacha del carnicero) fue la siguiente: "Con unas buenas tijeras le queda redonda". Las tijeras son un instrumento extremadamente doloroso, pero igual de extremadamente necesario, para un autor. Y hay aquí cosas muy logradas -como la larga explicación del personaje que sufre las comidas familiares del domingo- y otras bastante más flojas -la de la mujer que no se adapta a la vida-. Por otra parte, estas obras que enseñan pronto su estructura son muy peligrosas. En este caso, el espectador entiende en seguida que cada uno de los cuatro personajes le va a revelar su historia. Descendiendo al detalle, es como aquel comienzo del horroroso Tito Andrónico de Lima en el Matadero, con un individuo que tenía que dar una vuelta ENORME a una escenografía ENORME moviéndose como un robot. A los cuatro pasos, todo el mundo deseaba que acabara de una vez. Pasa mucho en las performances: que si abro todas las cajas, que si me cuelgo por el cuerpo todos los papelitos. Por Dios que termine con las veinte cajas o los treinta papeles.

Este efecto de "por Dios que termine, que ya sé lo que viene" no es especialmente exagerado en Baile de huesos, pero tiene su peso respecto a esos veinte minutos que, modestamente, opino que sobran. El contraste entre lo real y lo poético, que es la mayor baza de la obra, sería más efectivo con una menor duración. Se llevó, ya lo he dicho, un premio. Pero fíjense en lo que he encontrado por ahí: ¡la motivación del jurado! Atentos. 

"Según el acta que recoge el fallo del jurado, de 'Baile de huesos' se ha valorado especialmente "que su planteamiento tiene originalidad, capta el interés y está bien resuelta su estructura dramática". El jurado también señala que "los personajes están bien definidos y las relaciones que se establecen entre ellos se muestran con claridad" y subraya que "los diálogos están bien ordenados, estructurados y son verosímiles". Además, se han tenido en cuenta las cualidades que tiene con vistas a su posible puesta en escena". 

Pobre jurado, y lo digo completamente en serio, que me he visto en parecidas situaciones. Las frases en negrita me recuerdan muchísimo a una que la profa de lengua nos ordenó que pusiéramos sin falta en el comentario de texto de la selectividad: "Hay muchas preposiciones, que denotan una prosa bien articulada". Se me grabó de tal forma que es posible que la repita en mi lecho de muerte. Tener que redactar argumentos para un premio es una de las peores cosas que le pueden pasar a uno. Busquen por ahí los de música contemporánea, anclados casi siempre en la caverna vanguardista, que van a pasar un buen rato. Y sigamos, que hoy estoy bastante tangencial. Debe de ser la vuelta al cole.

Manuel Galiana
Éste es puro teatro de interpretación, no hay manera de hacer trampa; los intérpretes tienen que decir su texto y poco más. Galiana muestra una enorme generosidad subiéndose al escenario con dos actores y dos actrices de trayectoria notablemente más modesta que la suya. Ni siquiera me atrevo a juzgarlos con demasiada severidad: los papeles son unidimensionales, más arquetípicos que naturales. Cada personaje trabaja una única actitud a piñón fijo: la inadaptada es patológicamente insegura; el pobre hombre, débil; el enfadado con la vida, faltón. La trepa, dura y casi agresiva durante toda la función, es la única que tiene un atisbo de cambio. En estas circunstancias, no es fácil ver las capacidades de un intérprete. Están flojitos en general, aunque me gustaron algunos gestos de Ganuza y de Ávila (en el papel seguramente más feo). Tomen todo esto como provisional.

Claro está, que luego Galiana abre la boca, y ya le parece a uno que el viaje está perfectamente justificado. Este hombre ha depurado con los años una prodigiosa forma de estar y hablar en escena. Se ha quedado con un papel retorcidamente difícil de plantear -nada menos que el de la Muerte, y esto no es un spoiler, porque en seguida se sabe- que enfoca con una bonhomía tranquila y resignada que la hace creíble y, lo que es más, que hace creíble lo que los demás le dicen. Vaya manera de escuchar, para mí la quisiera en la vida real. 
P.J.L. Domínguez
           

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