martes, 8 de mayo de 2018

EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS

Sala: Teatros del Canal Autor: Joseph Conrad (versión de Darío Facal) Director: Darío Facal Intérpretes: Ernesto Arias, Ana Vide, Kc Harmsen y Rafa Delgado Duración: 1.25' 
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Foto de Antonio Castro para Madridiario

Vaya, creía que iba a estar más tiempo y veo ahora que se va el 13. Hubiera debido colgar la crítica antes, que si son buenas parece que se hace un favor a la difusión (si son malas, también; lo peor que puede pasar es que no haya nada, ni buenas ni malas).


A Facal le he visto Las amistades peligrosas, que me gustó bastante, y El burlador de Sevilla, que no me gustó nada. En la primera domó y mantuvo a raya todas las licencias de creador alternativo desparramadas por el escenario. En la segunda, se lo comieron. (Perdonen el adjetivo "alternativo", pero ya les digo siempre que no hay manera de calificar decentemente lo que no es convencional). Fui temeroso esta vez, y me encontré con lo que menos me esperaba: elegancia. Ahí está lo entretenido de este oficio, en las sorpresas. (Si quieren leer alguna reflexión sobre lo "alternativo", echen un vistazo a la crítica de Danzad malditos)

Parte de mi temor derivaba de la duración. Una hora y veinticinco en mi función, incluida una breve introducción general sobre Conrad y la novela, dicha con arte y gracia por Ernesto Arias (durante la que no puede evitar recordar el bochorno de la propinada en Europa, que a sí misma se atormenta). ¿Se puede concentrar El corazón de las tinieblas en menos de hora y media? (Apocalypse now: 2.27') Pues resulta que sí, que se puede. Incluso si se le agregan elementos que hagan la representación "alternativa" y no "convencional" (qué horror, la necesidad de estos adjetivos, que alguien sugiera otros, por Dios). Los siguientes:

1) La escenografía abstracta. Ven en la foto de más arriba la pantalla y las vitrinas situados al fondo y en el centro. A la derecha del espectador un estradillo sirve de apoyo a un sofá y una mesita, creo recordar, de época. A la izquierda, atrás, un piano de cola; más adelante, otra tarima con apenas un discreto montoncillo de tierra. Fin.

2) La incorporación al texto de pasajes del Génesis (la creación, la caída y la expulsión) que declama Ana Vide sobre proyecciones (Adán, Eva, la serpiente...).

3) La irrupción de violentos efectos sonoros (más violentos que la iluminación). Hay una sirena que casi me tira de la butaca, estrepitosamente bien puesta. En los dos sentidos, literal y figurado, de "estrepitosamente".

4) Los sucesivos personajes encarnados por Kc Harmsen, apenas esbozados, pero constructivamente importantes.

5) El tambor. Ya les he dicho que hay un piano, pero lo que se toca en él es música romántica, perfectamente en boga en el momento histórico de la novela. Me replicarán que el tambor estaba perfectamente en boga también, sólo que no en los salones europeos sino en la selva visitada. Touché. Pero el efecto es, dado que la función se representa mucho más cerca de los salones que de la selva, tanto geográfica como -sobre todo- mentalmente, de irrupción exótica. 

6) La proyección de las imágenes que el manipulador que ven en la foto de arriba obtiene enfocando en tiempo real ésta o aquélla fotografía de las contenidas en las vitrinas. Fotos de época: el supuesto predecesor de Conrad al mando del barco fluvial e imágenes de la vida de los indígenas bajo aquella inhumana explotación. Una cosa heredada del teatro de objetos y de todo tipo de performances al uso. Muy bien encajada aquí.

Si amontonan Génesis, tambor, sirena, proyecciones de fotos bailonas, Harmsen moviéndose por ahí -algún rato como su madre lo trajo al mundo-, Ana Vide en traje de época y Ernesto Arias barbudo y fumando en pipa... (¡ah!, y hasta un pequeño alarde de pirotecnia que olvidaba) seguramente se van a hacer una idea de batiburrillo de moderneces. La idea será falsa, porque Facal ha conseguido someter el catálogo al hilo conductor de los monólogos de Arias, que narra muy sosegadamente esta historia de horror febril y alucinado. Este hombre me ha gustado siempre por eso, porque todo lo dice sin el menor aspaviento, y en El corazón de las tinieblas ese temple es el apoyo central de todo el invento. Casi (casi) la función es un monólogo ilustrado aquí y allá por un breve diálogo, por una intervención extraterrestre (de Harmsen, de Ass Sabar tocando el tambor o muriendo de un lanzazo, de Ana Vide y sus versículos... Rafa Delgado sale poquísimo). 

Hay una consistente excepción. La pieza termina con una larga escena en la que el protagonista miente piadosamente a la prometida de Kurz (iba a explayarme aquí largamente sobre el misterioso personaje, pero los tengo por informados). La escena no es larga: es larga, larga. Habrá quien la juzgue excesiva, pero se entiende para qué está. Es un largo, largo, comentario en negativo de todo lo anterior. Todo el horror dado la vuelta como un calcetín por una plácida conciencia europea que se autoadministra todos los lenitivos necesarios para ignorar el infierno. A mí no me sobra.
P.J.L. Domínguez
          

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