martes, 10 de marzo de 2015

INVERNADERO

Sala: Teatro de la Abadía Autor: Harold Pinter (versión de Eduardo Mendoza) Director: Mario Gas Intérpretes: Gonzalo de Castro, Tristán Ulloa, Jorge Usón, Isabelle Stoffel, Carlos Martos, Javivi Gil Valle y Ricardo Moya Duración: 1.40'
Información práctica (el enlace no operativo puede significar que ya no está en cartel)


Gonzalo de Castro y Tristán Ulloa.
Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

Hemos visto algunos Pinter espléndidos en los últimos tiempos. De memoria: Traición en versiones de Pastor y Fernández Ache; Retorno al hogar de Madico; Viejos tiempos de Moya; Tierra de nadie de Albertí; Cenizas a las cenizas de Cortizo; o, atentos porque aún está en la Puerta Estrecha, Tétrada de Eva Lasheras. Había gran expectación por Invernadero, que sumaba al carácter de absoluta novedad en nuestro país el retraso de su estreno, previsto inicialmente para hace unos meses.


    Nada diré sobre el texto: desde el programa de mano, y con carácter preventivo, Mario Gas nos tira de las orejas a los exégetas, y hace bien. No se pueden despachar estas cosas en un párrafo. Propone una versión transparente, en la que todo se oye en su sitio, todo se entiende (en la misma medida en que no se entiende nada, claro está, pero la vida y Pinter son así, señora).

 Ha encontrado en Gonzalo de Castro un intérprete cosido ex profeso para el papel: lábil, en tensa oscilación entre la exaltación y esa ira ridícula de oficina siniestra que Luis Varela inmortalizó en Camera café. Acompañado por Tristán Ulloa y Jorge Usón ejecuta con exactitud de ballet un par de escenas (“la nieve ha empezado a fundirse”) que Gas ha dirigido casi en tono de hermanos Marx. Eran de máximo riesgo, podían terminar en catástrofe, pero -¡oh, prodigio!- son lo mejor de la función. Sin que todo el resto desmerezca.

Me gustaría añadir algo más en cuento pueda, pero no sé yo cómo andaré de tiempo los próximos días. Mañana me voy a Barcelona a ver otra vez a Licia Maglietta en Manca solo la domenica, un monólogo que hizo en el Valle-Inclán hace unos años y que repite en el Lliure. Ya ven, a veces el glamour se apodera de la vida de uno, y va uno y se deja arrastrar varios cientos de kilómetros por el glamour. Sólo a veces, loados sean los dioses.

* * *


Hala, ya estoy en Barcelona. Vamos con lo que no cabía en la crítica en papel.

1.- Esto de los estrenos absolutos es, como alguna vez les he dicho, siempre arriesgado de afirmar. Estuve investigando para no pillarme los dedos, y quien podía hacerlo me aseguró que, efectivamente, Invernadero nunca se había hecho en España. Ya habran leído a Vallejo: lo hizo Ultramarinos de Lucas. Estos días se ha repetido hasta la saciedad que Fantochines no se había montado desde su estreno en 1923 olvidando la versión de la Orquesta Martín y Soler. Nota mental: no afirmar nunca estas cosas sin añadir “al parecer” o algo por el estilo.

2.- Leído a posteriori, el texto que Gas ha incluido en el programa de mano se me antoja una defensa preventiva: Siempre hay quien sabe cómo y de qué modo se debe interpretar al autor. Y apartarse de ahí se convierte en peligroso y, consecuentemente, se corre el peligro de no ser pinteriano. ¡La vâche! ¿No está defendiendo su derecho a hacerlo como le dé la gana? Bueno, a mí ya me conocen: creo que uno hace con el texto lo que le parezca, con una única condición: que el resultado marche. ¿Qué es lo que Gas podía imaginar que se juzgaría demasiado apartado de los cánones de la interpretación pinteriana? Sólo se me ocurre que fuera, precisamente, lo que más me gustó: las escenas apayasadas. Creo recordar (estoy escribiendo semanas más tarde) que también a Ordóñez le gustaron. Vamos, que los eventuales temores de Gas a no ser bien entendido no se materializaron (y lo digo por la bendición de Ordóñez, no por la mía, claro está).

Algo quería decir sobre el resto del elenco, pero me temo que se va a quedar para las famosas calendas griegas.
P.J.L. Domínguez
          

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