sábado, 15 de noviembre de 2014

EVA HA MUERTO

Sala: La Casa de la Portera Autor y director: César Augusto Cair Intérprete: Mikel Arostegui Duración: 1.10'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función no está en cartel)
[Parece que la página de la Guía del Ocio a la que lleva el enlace está temporalmente fuera de servicio, y que la compañía teme que ese "enlace inactivo" pueda hacer pensar a mis lectores que la función no está en cartel. Bien, la función está programada en la Casa de la Portera hasta el 30 de noviembre. Hala, ya está claro]

En esta foto no lleva barba. A la función le hace bien que se la deje, más abajo les diré por qué.

Un escenario desnudo, un actor desnudo. Eso dicen las frases promocionales, pero no hay que ser semiólogo para saber que hasta un cuerpo desnudo nos transmite todo tipo de mensajes. Hablaremos algo sobre eso más abajo.

Creación de Eva, de Füssli.

César Augusto Cair ha escrito varias novelas y cuatro o cinco textos teatrales. No le conozco ninguno más que éste. Adán ha sobrevivido a Eva. Algunas alteraciones sobre el relato original, de todos conocido, permiten situarlo eternamente penitente por su rebelión. Como Sísifo o Tántalo, citados en el texto; Prometeo o el judío errante, no citados. También permiten acusar a Dios de mentiroso. Al fin y al cabo, Él inspiró las Escrituras, y éstas no cuentan la historia real, sino una versión maquillada para evitar que se conozca su carácter celoso y vengativo. No está mal traído, pero es como para preguntarse cómo al Todopoderoso se le dio tan mal maquillar todo el resto del Antiguo Testamento. Debió de terminársele el Max Factor, o puede que lo de proyectar una imagen vengativa no le preocupara en exceso. A ver quién era el guapo que se atrevía a comer animales de los que rumian pero no tienen la pezuña hendida. Etcétera. 

William Adolphe Bouguereau
Desde la muerte de Eva, a Adán sólo le queda lamentarse, perdido en la soledad de un paraíso trasmutado en infierno de soledad. Les diré que llevo una semana convencido de haber visto alguna vez un cuadro de Eva muerta. Yo diría que un cuadro simbolista. Nada, por más que busco, nada. Me lo habré inventado, o lo habré visto al natural. Físicamente, digo, colgado de alguna pared, una cosa antediluviana, posibilidad tan remota en la era Google que ni se me había ocurrido hasta este momento. Si alguien lo conoce, que me pase el aviso. Cuadros de Abel muerto, y de sus padres llorándolo, sí. De ésos, bastantes. Les he empotrado uno en este párrafo, destrozando la progresión narrativa, porque todo empieza con una pareja inmensamente feliz. O sea: 


Esta descripción pictórica de la primera pareja es de Salvador Viniegra. La he elegido entre varios millones, porque Adán tiene un cuerpo bastante -pero bastante- parecido al de Arostegui (y ambos tienen ombligo, cosa rara). La historia no empieza exactamente así. Empieza con Adán solo y, digámoslo cuanto antes, es mucho mejor cuando es narrativa que cuando es exclusivamente lírica. La introducción es un poco demasiado extensa. Sobre todo, hace temer que aquello siga por ese camino durante toda la función, temor que produce lo peor que puede ocurrirle al teatro: el desdoblamiento del espectador entre uno que ve y otro que teme. Afortunadamente, no es así. Cuando Adán llega al punto en el que empieza a desgranar los acontecimientos que se suceden desde la creación de Eva, la cosa empieza a volar sola. Esto no quiere decir que todo el lirismo sobre, ni mucho menos. La descripción del despertar de los sentidos, por ejemplo, deja rastro en la memoria del espectador.
Cornelis van Haarlem
La narración pasa por esta fase de la derecha (La primera familia) y llega a la muerte de Abel. Creo que no destripo mucho si les cuento que Caín no tiene, el pobre, nada que ver con eso. Abel, simplemente, muere, y ése es el suceso que provoca el desafío de Eva. Su suicidio, habría que decir. "Dios nos ha dicho que no debemos comer ni tocar el fruto de ese árbol, porque si lo hacemos, moriremos" (Génesis, 3-3). Come a sabiendas de  que morirá, porque no hay serpiente que le sugiera lo contrario. Adán come entonces del otro árbol. ¿El otro?, se preguntarán. Sepan los que anden flojillos de cultura bíblica que hay DOS árboles en esta historia: el árbol de vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal (Génesis, capítulo 2, versículo 9). El primero daba la vida y el segundo la muerte. De acuerdo, es un poco confuso, pero no hay que olvidar las condiciones de transmisión de la información que Christopher Hitchens, en ese panfleto -superficial pero divertido- titulado en castellano Dios no es bueno, glosaba así: Una dificultad añadida es la incontestable tendencia del Omnipotente a manifestarse sólo a individuos iletrados y de incierta historicidad, en áreas desérticas del próximo oriente que fueron durante mucho tiempo patria de la veneración de ídolos y de la superstición, repletas ya en muchos casos de preexistentes profecías. En fin, Eva muerta, Adán decide comer del árbol que lo hace inmortal. Y de ahí el suplicio de vagar para los restos por el jardín del Edén.

¿Da esto para hora y diez? Pues ya les digo que, una vez que la narración entra en harina, y a pesar de las dudas iniciales, sí. Mikel Arostegui le pone muchas ganas, y Cair le ha puesto una música -la Liturgia de San Juan Crisóstomo, de Tchaikovsky, aquí tienen un fragmento- que le viene como anillo al dedo. ¿Por qué? Porque el almacenero de nuestro imaginario colectivo la reconoce de inmediato como música religiosa, pero percibe también un inefable perfume extraño que emana de su condición oriental y ortodoxa. Esto es, no produce la sensación trillada de música de iglesia (expresión de proverbial ignorancia, pero con la que hay que lidiar). Además de eso, la música coral es, en líneas generales, mucho más difícil de datar de oído que la sinfónica, por motivos obvios: primero, porque hay menos elementos en juego y, por tanto, menos pistas (falta la pista esencial de la instrumentación, por ejemplo), pero también porque los elementos estilísticos propios de cada período son mucho menos evidentes. Esto de Tchaikovsky es un buen ejemplo: media docena de compases sinfónicos bastan, casi siempre, para delatar su mano, pero pónganle la grabación a un músico que no conozca la obra, y verán el aprieto. En parte, este efecto se debe a que la música coral -y, sobre todo, la música coral religiosa- ha cultivado durante siglos el arcaísmo. El arranque del fragmento del enlace lo podría haber firmado tranquilamente, pongamos por caso, Donostia en 1924. Claro que no estaría en ruso. La percepción -consciente o inconsciente- del ruso tiene su relevancia en esta sensación de extrañeza.


La liturgia ortodoxa es de una belleza sobrecogedora. Por algo decía la madre de
Nijinski que ver bailar a su hijo era lo más hermoso del mundo, sólo por detrás de
ir a misa.
a
Volvamos. Relevante contribución, por tanto, la de esta banda sonora hermosa, trascendente y extraña. Contribuye no poco a construir la atmósfera de ese lugar hermoso, trascendente y extraño que es el Paraíso terrenal. El otro añadido es el efecto de los relámpagos con que Dios Padre castiga a Adán cada vez que dice una burrada. Bien pergeñados aun con los escasos recursos de la sala, pero demasiado numerosos. Cada vez que un relámpago se desata, Adán cae fulminado al suelo. Unas pocas veces, impresiona; unas muchas veces, deja de hacerlo. Evito casi siempre dar recomendaciones, porque son odiosas, pero me parece que ésta es evidente: quiten relámpagos, terminan pareciendo una muleta fácil para tirar adelante.

Y volvamos a las ganas de Arostegui. A mí me gustó. Me gustó la gesticulación, por momentos poco teatral, más de andar por la calle ahora mismo y, por tanto, emparentada con un realismo tirando a televisivo. Me gustó la convicción y la mirada limpia que fija en las pupilas de los espectadores. Pone una muy verosímil cara de chico bueno apaleado: podría, como Diego Martín, ser Semion Semionovich en La gaviota. No crean que yo sé mucho de esto de la interpretación, que es un mundo, pero, en mi modesta opinión, es un actor al que no se le han pegado las malas mañas que a menudo se ven en intérpretes muy jóvenes. Habrá que ver por dónde sigue.

*  *  *

PROPINA: Del cuerpo de Arostegui y de cómo contribuye a la función. Como decía al comienzo, hasta un cuerpo desnudo tiene contenido semántico. El cuerpo humano es, posiblemente, el objeto más cargado de significación en la historia de la cultura, así que no es lo mismo que Adán lo tenga de un tipo o de otro (y bastaría con ver los cuatro que ya llevamos acumulados en las ilustraciones de esta entrada). Nuestra memoria de los personajes bíblicos y de los santos está construida con repertorios iconográficos de diverso origen, pero probablemente el más presente es el de las imágenes del renacimiento y el barroco. Quizá más del barroco. En mi función, el actor lucía un cabello más bien largo y más bien descuidado, y unas medias barbas. Ya saben que, ahora mismo, y como dijo el encargado del casting de Los miserables, es imposible encontrar en Madrid un joven sin barba. 

Estos dos han salido de La fragua de Vulcano. Uno se cruza todo el tiempo chicos con este aspecto por la calle, algo poco frecuente hasta hace unos años. Arostegui está mucho más bíblico con unas medias barbas como éstas que sin ellas. Pero no es ése el único parentesco con la iconografía que, como les decía, asociamos a los personajes de la historia sagrada y del santoral. Para empezar, nuestro actor tiene una musculación discreta y más bien de contorno suave. Vean esta Flagelación de Caravaggio.



Una definición suave de la musculatura que poco tiene que ver con los cuerpos supermusculados que últimamente damos por normales. Arostegui se acerca más a esto que a lo otro. Y vamos con las caderas y los muslos.


El ideal de belleza masculina de los últimos tiempos establece que las caderas deben ser estrechas y el perfil de los muslos vistos de frente, prácticamente una prolongación de esa estrechez. El muslo puede ser musculado, pero no abultar hacia los lados. Aquí a la derecha tienen un San Sebastián de Pierre et Gilles, pero podríamos poner cualquier imagen publicitaria o de cine porno. No soy un especialista, pero sé, como sabe cualquiera, que esto ya era así con los griegos (vean el Doríforo o el Apoxiomeno), y que así ha sido durante siglos. Pero sé también que en el punto histórico que nos interesa -renacimiento y barroco- ese canon convive con otro de cadera más ancha y/o muslos sobresalientes. Vean los dos ejemplos de más abajo. Son el Jesucristo con la cruz de Miguel Ángel (en Santa Maria sopra Minerva, Roma) y el San Sebastián de Juan de Juanes que está en el Museo de Bellas Artes de Valencia.




Tenemos otro ejemplo de Miguel Ángel referido, precisamente, a la Creación de Eva. Fíjense en las caderas y los muslos de Adán.



Pues bien, resulta que Arostegui tiene no exactamente unas caderas anchas, pero sí unos muslos ligeramente musculados hacia los lados que lo alejan del canon actual y sugieren una belleza antigua. Si suman el cabello y las barbas, ese perfil de las piernas y la iluminación tenebrista aplicada a toda la función -que deja al actor en un claroscuro permanente- comprenderán que se produce un potente efecto de rememoración de las imágenes sacras del barroco. 

Musculatura suavemente definida y muslos potentes (aunque en esta foto no pueden apreciar esa característica de que se proyectan ligeramente a los lados). Aprovecho para dos últimas recomendaciones. Una: cambien la tela verde, que es horrorosa, y de textura y tacto imposibles. Sí, tacto; el espectador no toca, pero lo percibe. Podrían aprovechar para poner algo que refuerce esa identificación con el barroco. Dos: que no se afeite. Y terminemos esta entrada, que aún les debo la entretenida Diez negritos y la no-entretenida Juego del amor y del azar. Y veré entre hoy y mañana Desde Berlín y El profe. No doy abasto.
 P.J.L. Domínguez


           

1 comentario:

Cía. Fierabrás dijo...

LA FUNCIÓN SÍ ESTÁ EN CARTEL:
Hasta el 30 de noviembre en La Casa de la Portera (jueves y domingos).

Publicar un comentario

Ánimo, comente. Soy buen encajador.