jueves, 13 de marzo de 2014

LA CASA DE BERNARDA ALBA

Sala: Teatro Español Autor: Federico García Lorca Directores: Irina Kouberskaya y Hugo Pérez de la Pica Intérpretes: Carmen R. de la Pica, Chelo Vivares, Badia Albayati, Alejandra Navarro, Matilde Juárez, Rocío Osuna, Irene Polo, Irina Kouberskaya, Mª Luisa García Budí y Enriqueta Sancho. Duración: 2.30' (veinte minutos de entreacto)
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)



Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

No es teatro de este mundo: esto que firman Kouberskaya y Pérez de la Pica no tiene parangón en Madrid y en 2014. Nadie hace nada ni remotamente parecido. Nadie sostiene cuatro minutos mudos para que se oiga una canción de Guridi en toda la rotundidad de su función dramatúrgica. Nadie detiene la acción a base de tableaux vivants ni se atreve a poner patas arriba el tradicional realismo de la Bernarda Alba salpicándola de paseíllos y pasos de Semana Santa e iluminándola como un Ribera. Nadie mete en un mismo caldero marchas procesionales, pasodobles toreros, tango, el Capricho Español y al citado Guridi. Nadie lo hace sin salir trasquilado. Lo milagroso es que todo esto, y mucho más, casa admirablemente y compone un tipo de teatro que brilla solitario en el panorama y que hay que conocer.


    Las intérpretes son de goma en manos de los directores. Tienen que decir el texto mientras ejecutan todo tipo de acciones minuciosamente coreografiadas. Lo hacen rozando el virtuosismo. Si tuviera que destacar algo, serían las escenas de Porcia (Chelo Vivares) con Bernarda (Carmen Rodríguez de la Pica) y con Adela (Badia Albayati, en mi función).


Y lo que no cabía allí (para entenderlo bien, mejor leer primero aquello y luego esto):

I

RAE. GENIO
    4. m. Capacidad mental extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas y admirables.
    5. m. Persona dotada de esta facultad.

Pérez de la Pica y Kouberskaya.
Hugo Pérez de la Pica es un genio. Así, dicho claramente y sin la menor sombra de ironía. Éste es un país difícil, los reconocimientos llegan tarde y mal. Estaría bien que, por una vez, llegaran pronto y bien, y no lo encontráramos convertido en objeto de culto en Francia antes de que aquí lo conozca nadie, como ocurrió con Rodrigo García. No sobraría, por ejemplo, que alguien le encargara la dirección de algún montaje público. Es una idea.

Vean el segundo párrafo de lo que dice en el programa de mano:

"Cada vez que se representa La casa de Bernarda Alba ocurre el mismo milagro, la obra se sujeta en sí misma, el texto fluye, funciona, se sujeta en el aire y nos tiene en vilo como si no conociéramos la obra, eterna en el repertorio. Pero qué hay bajo esa aparente fluidez, bajo ese naturalismo costumbrista, parece que lo sientes y masticas a la vez, creo que es un mismo, exacto, finísimo e infinito intento de Federico, una aglomeración de negro que ilumina para intuir la color verdadera de la tez del sino".

¿No notan nada? Si tienen tiempo y humor, léanlo en voz alta. Y si no, vean lo que ocurre si cambiamos su aspecto.

Cada vez que se representa 
La Casa de Bernarda Alba
ocurre el mismo
milagro, la obra
se sujeta en sí misma
el texto fluye, funciona.

Se sujeta en el aire y nos tiene en vilo
como si no conociéramos la obra
eterna en el repertorio.
Pero qué hay bajo esa aparente fluidez
bajo ese naturalismo
costumbrista, parece que lo sientes 
y masticas a la vez.

Creo que es un mismo
exacto, finísimo e infinito
intento de Federico
una aglomeración de negro que ilumina
para intuir la color verdadera
de la tez del sino.

¡Está en verso! En verso libre, pero en verso al fin. Les he puesto en rojo, fucsia, morado y azul las rimas, en verde los ecos rimados o cuasi-rimados. He subrayado los octosílabos, que funcionan como un cañonazo donde aparecen. Por supuesto, no creo que al autor se le haya pasado esto por la cabeza, le debe de salir de manera automática. La última estrofa es estupenda.



Ahí tienen a un tipo al que los comentarios del programa de mano le salen sin querer en verso libre -es mucho más fácil que te salgan en verso codificado-, y que firma dirección, vestuario e iluminación (cuando no el propio texto y el espacio sonoro) de espectáculos, uno tras otro, prodigiosos. Echen un vistazo a Donde mira el ruiseñor cuando cruje una rama y a Por los ojos de Raquel Meller. Si esto no es un genio... 

II

Dirige La casa de Bernarda Alba junto a Irina Kouberskaya. Ella es, como él, otro personaje improbable. Si, cada uno por su lado, ya hubieran sido fenómenos extraños, me pregunto cuál era la probabilidad de que se encontraran y trabajaran juntos. Vean, en la crítica de Tétrada, a qué me refiero cuando hablo de seres que no son de este planeta.

Estos marcianos han tenido varios meses en la Sala Tribueñe tanto la Bernarda Alba como unas Bodas de sangre que tanto ustedes como yo no hemos ido a ver porque somos más vagos que la chaqueta de un guardia (así lo decía mi abuela). Y tiene delito, al menos en mi caso. Que si viene a desmano, que si los horarios. Con el agravante del pestiño de Bodas de sangre que nos sacudió el Valle-Inclán esta temporada, y que pedía a gritos un sacrificio propiciatorio al numen de Lorca en plan Kouberskaya. En fin, la montaña ha venido a nosotros, indignos espectadores del Español. Como no vi el montaje original en sala pequeña, no puedo decir que pierda. Alguien me lo susurra, pero ya saben que es un comentario muy socorrido siempre. De cualquier manera, sería lo normal. Lo dije respecto a Por los ojos de Raquel Meller, y me dicen por ahí que el triste comentario que apareció en mi blog se debe al propio Hugo Pérez (?). Dos cosas. Una: por Dios, poca importancia tiene una opinión entre miles, no hay que sobrevalorar al crítico. Dos: repito que es normal, sobre todo con creadores de estas características. Y me explico. Dada la minuciosidad rayana en lo obsesivo de estas puestas en escena, es más que lógico que estén concebidas para un espacio concreto, con compás, escuadra y cartabón. El exacto opuesto de esos musicales de serie B (ojo, muy dignos a veces) que hacen hoy un bolo en Albacete y mañana otro en La Coruña. O sea, que los espectáculos resulten un poco menos una vez trasladados, es en este caso la prueba definitiva del rigor extremo con el que son creados. He dicho. Hay que ver cómo soy cuando me pongo a pontificar...

Volvamos al quid. No la he visto en pequeño, en grande es estupenda. Como decía en la crítica en papel, quizá lo más sorprendente es la capacidad de incorporar en el mismo artefacto elementos heterogéneos que ligan en una sorprendente homogeneidad de conjunto. Si alguien me cuenta que ha visto a Bernarda encabezar, como si fuera el matador, un paseíllo torero, y que en ese momento se le ven las medias moradas, no tendría empacho en imaginar un auténtico desastre de función (como un Lope que recuerdo, en el que el protagonista se quedaba en slip rojo). Quizá usted, que me lee, estará pensando lo mismo. Se equivoca. Las medias refulgen ahí en medio, cumpliendo con su función como todo lo demás. Ítem más, los cuadros que cuelgan en el vacío de la caja escénica, que reproducen en un neobarroco sui generis lo que parecen santos ascetas de escuela española. Todos le suenan a uno intensamente, pero conociendo el percal de Pérez de la Pica lo mismo no son reproducciones. Les recuerdo que el prodigioso texto de Donde mira el ruiseñor era casi enteramente suyo, por mucho que remedara asombrosamente las formas del pasado.


Toma imaginería barroca.

Ya he mencionado en la crítica impresa las escenas que más me gustaron respecto a la interpretación. Me queda subrayar que también Martirio (Matilde Juárez) y Angustias (Alejandra Navarro), los dos papeles principales restantes, las dan todas en su sitio. Perdonen el chiste fácil, pero nos martirizan y nos angustian.

Podría estar escribiendo toda la tarde, pero me parece que ya les he propinado bastante ladrillo. Sólo una cosa más. Que yo recuerde, sólo hay otros dos directores habituales en Madrid que sepan hacer un uso de la música con tal rendimiento dramatúrgico: Pandur y Vasco. En gran medida, es eso lo que hace colar las medias moradas, los tableaux vivants y lo que haga falta. La mencionada Amorosa de las Diez canciones vascas de Guridi (creo que grabada ad hoc por la Banda Sinfónica Municipal de Música de Madrid en un ejemplo de sinergia poco frecuente), es otra marcianada que, explicada, es incomprensible. ¿Vasca? Vasca... ¿Bernarda? Y ya verán si funciona.  

Yo no me la perdería. Una advertencia: la primera parte es, en buena medida, una preparación y una inversión de tiempo necesaria para que la segunda llegue a buen puerto. Así que tengan un poco de paciencia y den tiempo a la función, no todo puede ser Microteatro. 
P.J.L. Domínguez
           

miércoles, 5 de marzo de 2014

DORIAN

Sala: La Pensión de las Pulgas Autor y director: Carlos Be (basado en El retrato de Dorian Gray de Óscar Wilde) Intérpretes: Jorge Cabrera, Fernando Dávila, David González, Carlos López, Javier Prieto y Alfonso Torregrosa Duración: 1.40'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Francisco Dávila, Jorge Cabrera, Carlos López (de espaldas), David González, Alfonso Torregrosa y Javier Prieto.
Dalí, también en nuestra cartelera estos días, pasa por ser el inventor del truco consistente en focalizar sobre el artista la atención tradicionalmente prestada a la obra, haciendo del personaje Dalí su primera y principal creación. Después vendrían Warhol o Lady Ga-Ga, pero el fenómeno tiene una larga prehistoria. Wilde la menciona en El crítico como artista bajo el argumento de que la autobiografía es irresistible. Insiste allí en el enorme interés universal por las confesiones ajenas, y cita a Cellini, Lord Byron (cómo no), Montaigne o San Agustín como ejemplos de vidas sometidas voluntariamente al escrutinio público. When people talk to us about others they are usually dull. When they talk to us about themselves they are nearly always interesting. Él mismo se convertiría en una atracción pública, en un mago del escamotage que, durante años, mostró lo que los demás querían ver e insinuó lo que no querían ver, hasta terminar, como todo el mundo sabe, como el juguete roto de Gran Hermano Avant la Lettre, un programa que no se emitía en la tele, sino en los centros de chismorreo: clubs de los señores (por llamarles algo) y salones de las señoras (por llamarles algo).


Dalí, o cómo convertirte
en tu propia obra.
Vi ayer, en uno de esos lugares de la red donde se puede plantear cualquier pregunta para que los usuarios elijan después la mejor respuesta, que alguien quería saber si Dorian Gray era gay. Caray con la preguntita. La mitad de los consultados responderá que la novela menciona explícitamente sus relaciones con mujeres y sólo con mujeres, y que en la época era frecuente un trato entre hombres que ahora consideraríamos por lo menos ambiguo. La otra mitad contestará que es evidente que Wilde está simplemente cambiando el género de los partenaires (como en Aziyadé de Pierre Loti, de 1879; El retrato de Dorian Gray es de 1890) en un momento en el que era impensable plantear semejante cosa abiertamente. Lo que ocurre es que la pregunta es errónea. Es como aquel célebre ejemplo: "¿Dejó usted de pegar a su mujer?" Si uno no ha hecho nunca tal cosa, no puede responder ni sí ni no, sólo le queda impugnar la propia pregunta. Aquí es lo mismo. Reproduzcamos el único diálogo lógico posible:

    - ¿El personaje de Dorian Gray es gay?
    - ¿Pero qué rayos me está preguntando?


Tengo otro ejemplo, sugerido por la inefable, y a veces tan radicala, A. cuando el príncipe de Asturias se echó novia. Pregunta: ¿Debe un príncipe heredero casarse con una plebeya? Única respuesta lógica: ¿Qué es un príncipe heredero?


Dandi
El personaje es lo que es, y perdonen la tautología: un tipo rodeado de sombras, indefiniciones y vaguedades, en una novela que está hecha a base de sombras, indefiniciones y vaguedades para que cada lector imagine la enormidad que más le escandalice: por ejemplo, esta enormidad de que a un señor le gusten otros señores (o, como diría Jardiel, que entre una señorita estupenda y un ingeniero de caminos, elija lo segundo). Para encontrar la condena social equivalente en la actualidad sólo se me ocurre que fuera sospechoso de tráfico de armas, maltrato de género o pederastia. La homosexualidad sobrevuela -o subyace, elijan la imagen que prefieran- una enorme cantidad de la producción artística de... iba a decir "de alrededor de 1900", pero me acabo de dar cuenta de que tengo que escribir "de todos los tiempos". Para no poner ejemplos obvios referidos a las artes plásticas o la literatura: ¿se les ha ocurrido escuchar bajo este punto de vista la música de Tchaikovsky? Les sugiero que lo hagan. Hay momentos que no desmerecen de los Pet Shop Boys. 


¿Dandi? ¿León?
Volviendo, más o menos, al asunto, resulta que tanto el decadentismo como el dandismo (y otros  muchos ismos más o menos contemporáneos, como el simbolismo, el prerrafaelismo... y hasta el historicismo puro y duro,  entre el neoclasicismo de un Canova y sus versiones pompier o académicas incluso en el siglo XX) están recorridos de parte a parte por un persistente soplo homoerótico. ¿Cuándo se corresponde con una homosexualidad real de los autores? ¿Cuándo se corresponde, y esto nos interesa más que la pregunta anterior, con una homosexualidad necesariamente velada de situaciones y personajes, pero presente en la intención del autor? Cualquiera sabe.


Típico cuadro pompier. En fin...
Sólo les diré una cosa: si por un prodigio paranormal pudiéramos espiar una cena de dandis o de leones (tengo que remitir a la wikipedia en francés para un término que fue bastante usado, pero que parece desaparecido del castellano) hasta los más sietemachos nos parecerían primos de Paco Clavel, dicho sea sin ánimo de ofender ni a los dandis ni a Paco ni a sus primos. Así que los modales tampoco prueban gran cosa.

Ergo. ¿Era gay Dorian Gray? Si. No. Quizás. Ni si ni no. 

Todo esto viene a cuento de que Carlos Be ha escrito una versión explícitamente todoterreno -bisexual, quiero decir- en la que Dorian se lía con Basil, con Sibyl, con Henry, con Alan... y no se lía con Victoria y con el público porque supongo que lo prohíbe el Reglamento de Espectáculos. ¿Era lícita la operación? Sí, tan lícita como convertir en grulla al Pato salvaje o en lesbiana a Alicia (la del país de las maravillas). No lo digo en broma: los textos están para hacer lo que a uno le pida el cuerpo. La pregunta clave es otra: ¿funciona?


Ágata, Victoria, y a ratos Henry, tiran
un poco a Dinastía.
Hombre, funciona bastante. De lo que le conozco al autor, éste es el texto con más personajes y mayor duración. Palabras mayores. Parece un experimento por ampliación, sin perder la característica más evidente, y atractiva, de sus obras: el batiburrillo de géneros. En Dorian -en la combinación de su escritura y su puesta en escena- hay drama, melodrama, tragedia, soap (Javier Prieto travestido parece sacado de Dinastía) y hasta algún toque de grand guignol, alta comedia y comedia petarda. Lo dicho, palabras mayores. A la escritura -que está por encima de la puesta en escena- sólo le achacaría un exceso de esas archicitadas frases brillantes de Wilde, que Henry escupe a ratos como una ametralladora, y que marean un poco con tanto brillo. Ya no por el texto, sino por su puesta en escena, la cosa se desparrama en algunos momentos, yo diría que por causas múltiples:

a) Quizá falta de rodaje (vi una de las primeras funciones).
b) Una dirección algo superada por tanta oscilación de género como la ya glosada, y por la cantidad de acontecimientos a integrar: sexo con algo de ropa, sexo sin nada de ropa, muertos que tienen que morirse, muertos que tienen que irse, información que los mensajeros deben traer del foro, dobletes de los actores... 
c) Un elenco con altibajos.
d) Una pieza que necesita espacio y distancia, creo yo. Algo me dice que ganaría en escenario convencional. Y me pregunto de forma inevitable: ¿por qué no ocurre lo mismo con MBIG? Y me respondo: porque, aparte de cualquier consideración de calidad pura y dura, va derecha al asunto, no hay la menor confusión de género. Dorian, por todo lo dicho, exige al espectador una mayor renuncia a su incredulidad.
e) Un final que viene después de la mejor escena, en plan Tarantino: monólogo cínico  de Wolfgang sobre música de Bach y fondo de acción sadomasoquista. Es una buena trasposición a la actualidad del decadentismo original del relato. El final, que no está mal pensado, queda un poco deslucido por su proximidad a este clímax.


Más difícil todavía: pompier y explícitamente gay.
Aquiles llora sobre Patroclo, de Mykola Ge.
Además de bisexualizarlo todo, Carlos Be ha desplazado también, ligeramente, el eje del tema. Mientras el original habla, sobre todo, de la corrupción moral del protagonista, esta versión gira más bien alrededor de los peligros que entraña la belleza física para quienes se le acercan (nadie que pase de los cuarenta y tenga tres centímetros cúbicos de cerebro puede dejar de estar de acuerdo). Tenemos que suponer que el protagonista es poseedor de una belleza irresistible. Como esto va en gustos, habrá quien piense que Carlos López, un chico de belleza apenas post-adolescente, da el tipo, y habrá quien crea que no. En cualquier caso, creo que hay que aplicarle lo siguiente: en Inferno, si no recuerdo mal, Pandur desnudaba completamente -y dejaba desnudo un buen rato- a un Sergio Peris Mencheta que estaba en la flor de su físico. Un evidente mensaje de "venga, ya lo han visto desnudo, dejen de pensar en eso y céntrense en lo mío". Hizo algo parecido con Hamlet.  Por segunda vez en poquísimo tiempo -lo dije respecto a Cuestión de altura, aunque por otros motivos- creo que había que hacer igual. Hay un relativo y semioculto (según dónde se siente usted) desnudo de Dorian, pero tendría que quedarse en pelota picada durante los primeros minutos por delante, por detrás, por arriba y por abajo. Así deja uno cerrada la cuestión de que cada espectador resuelva su propia postura respecto al físico del muchacho, y se centre en la historia.

Los intérpretes, ya lo decía, con altibajos. Torregrosa, que estaba muy bien en Montenegro, está bien también aquí, un poco lastrado por tanta frase brillante. Javier Prieto, mejor de mujer -además de la interpretación, está guapa y elegante- que de hombre, en parte porque las escenas son más agradecidas. Lo de Dávila no era fácil: le toca Sibyl, una chica un poco extrema que sufre más las consecuencias de las causas múltiples arriba citadas (sobre todo de la "d"). 

La elección del protagonista era uno de esos problemas sin solución. O lo pone usted extremadamente joven, con una belleza que no se haya marchitado en lo más mínimo. O lo elige, además de guapo, amoral, calculador y cruel: o, lo que es lo mismo, un poco mayor. Carlos López no está mal, aunque no me formé juicio del todo. Ya veremos por dónde sigue. Hallazgo de la función: la Victoria de David González. Además, es la mejor vestida y caracterizada. Lo he visto en otras cosas, y nunca me había gustado tanto. El público no sabe si tiene que reírse o quedarse serio cuando abre la boca. Vamos, que los deja pasmados. ¿Palpitará en el fondo de este hombre una excelente actriz de melodrama? El que está flojito es Basil.
P.J.L. Domínguez

P.S. Recomiendo vivamente a Carlos López, ahora que es joven, que se cambie el nombre, pero ya. Con ése, nadie lo encontrará nunca. Metan "carlos lópez actor" en Google, y ya verán qué risa. 
P.S.2. Recomiendo también la publicación de fotos de Ágata y Victoria, y de la escena sadomaso.

La crítica de Miguel P. Valiente
           

EL ARTE DE LA ENTREVISTA

Sala: Teatro María Guerrero Autor: Juan Mayorga Director: Juan José Afonso Intérpretes: Ramón Esquinas, Alicia Hermida, Luisa Martín y Elena Rivera. Duración: 1.35'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Martín, Hermida, Esquinas y Rivera.
Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

    Si recuerdo bien, las últimas tramas familiares que le he visto a Mayorga han sido Penumbra (firmada con Cavestany), El chico de la última fila y El  arte de la entrevista. En ese orden, que no es el cronológico de su creación, van hacia atmósferas más convencionales, tanto de asunto como de escritura. Ésta es una hermosa pieza de corte clásico: el espectador no tiene que hacer el menor esfuerzo para acceder a la comprensión, ni de un lenguaje desprovisto de concesiones poéticas ni de una trama servida en contenedor realista. Funciona todo lo que tiene que funcionar en un texto de este tipo: la dosificación de la información, las entradas y salidas de los personajes, sus retratos y, quizá por encima de todo, la comprensión de sus motivaciones.


    Es también, con diferencia, lo mejor que le he visto a Afonso. Aunque la dirección afloja bastante en la sección central, que debe contrastar pero no debería perder tanta tensión, el flujo se recupera en la escena crucial de las explicaciones entre madre e hija. Con el extraordinario concurso, claro está, de las actrices. Alicia Hermida, que envuelve con su físico frágil una voluntad de acero, atrae la atención como un imán cada vez que pone pie en el escenario. Luisa Martín, que hace creíble todo lo que toca, hace creíble también la vuelta de tuerca que nadie espera, y que satisface ese deseo íntimo de todo espectador de que le revelen algo bien gordo.

Y lo que no cabía allí:

Decía en la crítica que es una hermosa obra de corte clásico. MUY clásico, con una clara estructura en tres actos. Mayorga había ensayado una escritura convencional también en Si supiera cantar me salvaría (el crítico), pero fue un experimento fallido, a mi modesto entender. Un planteamiento completamente clásico: dos personajes a solas que van a dirimir un antiguo conflicto. No avanzaba. Aquí el planteamiento es igual de clásico -familia feliz en la que se esconde un secreto-, y no lo es menos su desarrollo, pero todo está infinitamente mejor. Desde la credibilidad de los personajes hasta el avance de la historia, que tiene mucho espacio hacia donde avanzar. 

ATENCIÓN, SPOILER (salte al siguiente párrafo si no quiere enterarse): Alguien ha señalado como incoherencia que el personaje de Luisa Martín es quien pone en marcha, con su insistencia en que la nieta entreviste a la abuela, el mecanismo que terminará revelando lo que ella no quiere que se sepa. Me parece que no hay objeción. Primero: ¿Estamos seguros de que no quiere que se sepa? ¿Sólo porque se lo oímos decir? Quizá esté deseando que todo reviente. Segundo: También puede estar deseando que todo reviente, pero de manera inconsciente. ATENCIÓN, MADRE DE TODOS LOS SPOILERS: Al fin y al cabo, la pieza termina con el triunfo de su venganza, que no parece improvisada, sino concebida -y argumentada- con sosegada saña.





Ya he dicho en la Guía que Hermida y Martín están fantásticas. También me gustó Elena Rivera, aunque me pareció poco aprovechada. Esquinas está más impostado, un poco fuera del tono general.


P.J.L. Domínguez
           

miércoles, 26 de febrero de 2014

PERFILES

Sala: La Casa de la Portera Autor y director: Sergio Martínez Vila  Intérpretes: Mercedes Castro y Miquel Insua Duración: 1.05'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Mercedes Castro y Miquel Insua.

Todos tenemos alrededor gente sola. Me temo que es un problema del bienestar. Y, perdónenme si ofendo a alguien, del egoísmo. Cuando me pongo en el lugar de un anciano de ochenta años que vive solo y que tiene no sólo serios problemas de organización, sino también una necesidad angustiosa de compañía, me pregunto cuáles son los mecanismos mentales que bloquean la solución de buscarse un inmigrante que, a cambio de una habitación, traiga la vida de vuelta a una casa premuerta. Mi barrio está repleto de ancianos solos e inmigrantes necesitados, de todas las marcas, tamaños y modelos. Hombre solo, mujer sola, familia, mujer con niño... ¿Quizá es que a esa edad uno ya no quiere conocer a nadie? Pues no. Me estoy acordando de mis difuntas vecinas Angelita y Teresa. Llevaban toda la vida odiándose, pero algo tenían en común: en cuanto llegaba un vecino nuevo, se le metían de inmediato en casa. Así que dependerá de cada uno. Me siento siempre impotente cuando la gente, a falta de poder preocuparse por alguien, me cuenta su horrible preocupación porque no le funciona el móvil.

O su búsqueda compulsiva de compañía en internet, eso por descontado. En cuanto nos quitan los quehaceres, y a nosotros nos han quitado los abuelos y los niños que siempre sobrecargaron la vida cotidiana de los adultos en las sociedades tradicionales, los seres humanos nos tiramos como locos a cualquier adicción. Si yo no tuviera que levantarme por obligación todas las mañanas y no acarreara diversos tipos de benditas cargas familiares, me haría yonki o algo peor antes de un año. No es broma. 

Estos de Perfiles también, más o menos. Están más solos que la una. En un estado de pobreza material y moral compartida que podría conducirles a constituir una sociedad de socorros mutuos. Una amistad, quiero decir. El texto escarcea alrededor de la posibilidad de llegar a una relación de pareja, pero no parece que esa otra opción (¿Más fácil o más difícil? No sé responderme) llegue a plantearse.

El texto es realista y, como sucede a menudo en La Casa de la Portera, el ambiente ayuda a la construcción del realismo: el piso de Silvia podría ser igualito a éste. El realismo y la humildad son quizá los dos rasgos más evidentes tanto de la pieza como de la puesta en escena: pequeñas escenas de la vida cotidiana, lenguaje llano, nada de grandes sucesos, interpretación relajada. Insúa está muy bien, es un tipo con mucho oficio, bastante camaleónico (hace unos meses fue mujer en La ceremonia de la confusión). Es creíble y, sin desbordar el perfil relajado de la función, capaz de mostrar los altibajos del personaje. Pero yo diría que Mercedes Castro está demasiado relajada. Sí, vale, es evidente que interpreta a una mujer que no levanta la voz ni cuando se enfada. Pero es que no levanta la voz nunca. Ni la voz  ni el gesto, si se me permite la expresión.

Puede ser un problema de dirección o de interpretación, pero tendría fácil arreglo. En muchos momentos, Insua intenta tirar para arriba, pero el tono de ella arrastra hacia abajo. Es una pena que este pequeño ejercicio de cámara no contenga al menos un par de arranques en los que la protagonista femenina demuestre tener sangre en las venas. Creo que se convertiría en una cosa bien distinta.
P.J.L. Domínguez
           

INTIMIDAD

Sala: Sala Tú Autor y director: Iván Ruiz Flores Intérpretes:Carmen Mayordomo, Caudio Sierra, Rikar Gil y Nahia Láiz  Duración: 50'
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Rikar Gil, Nahia Láiz, Claudio Sierra y Carmen Mayordomo
Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

Primera incursión en el teatro, que me conste, de Iván Ruiz Flores, guionista y director de cine hasta ahora. Se le nota la experiencia en la escritura, tanto estructuralmente –es una historia con necesaria sorpresa final, que no destriparé- como en el detalle: los cuatro personajes hablan en los cuatro registros distintos que les corresponden por edad, por condición. Eso hace creíble lo que cuentan: su vida y sus dificultades. Estoy eludiendo a posta la palabra “crisis”, porque no es una función sobre la crisis, sino sobre personas a las que les ha tocado vivir este tiempo, y no otro. La ha dirigido con pulcritud, con recato, con admirable coherencia de estilo y parquedad de medios (medios expresivos quiero decir, los de producción son los justos y necesarios).


    Los actores hacen primorosamente compatibles los variados registros lingüísticos con un tono interpretativo coherente, y la función fluye con naturalidad del primer al último minuto. Son buenos los cuatro. Me gustó mucho Rikar Gil, un tipo al que no le hacen falta aspavientos para provocar empatía. Y Carmen Mayordomo merece mención aparte. Bien está que ilumine el off con su talento, pero hace tiempo que debería pisar escenarios principales, le sobra capacidad. Aquí está, como siempre, de miedo. Que alguien se la lleve al Español, al María Guerrero…


Y lo que no cabía allí (las frases en negrita son los puntos de unión entre ambos textos, mejor leer primero aquel y luego éste):

1.- Es una historia con necesaria sorpresa final. "Necesaria" para que el texto suba un escalón. No quiero causar destrozos, así que sólo diré que no se trata de cuatro monólogos. Como la sorpresa llega muy tarde, y es de considerable envergadura dramatúrgica, el efecto final sobre la percepción del espectador es muy relevante. Estas bombas, cuanto más tarde, mejor. Por cierto, vean lo que dice Marcos Ordóñez sobre esto de los spoilers. Me consuela saber que a él también se le olvidan los finales.

2.- Los cuatro personajes hablan en los cuatro registros distintos que les corresponden por edad, por condición. Esto no es ninguna tontería. Intenten escribir algo que parezca dicho por otro. Sin caer en el estereotipo, claro. Como dijo Buffon, el estilo es el hombre (o la mujer), y en cuanto uno escribe un par de frases es como si dejara una muestra de ADN. Yo mismo, sin ir más lejos (qué maravilla de inicio egocéntrico esto de "yo mismo, sin ir más lejos") soy exactamente el tipo de pelmazo que parecen delatar los ladrillazos que aquí les propino. En Intimidad, este efecto polifónico de voces distintas está especialmente conseguido.

3.- Son buenos los cuatro. Menos mal. En un escenario a la italiana, y más o menos lejos, puede ser soportable que alguien cojee. Pero con la acción ante las propias narices, y con el arranque de la Mayordomo, yo -esto es una forma de la timidez- me paso el resto de la función sufriendo por la posibilidad de que alguien la pifie. No la pifia nadie. 

La Mayordomo es un crac, poco más puedo decir. La he visto en... dejen que haga memoria... Por lo menos no sufrió, un estupendo microteatro de Juan Morali en el que hacía comedia, y en tres textos de Carlos Be: Exhumación, Peceras y Elepé, en los que hacía de todo. Es una acriz de mirada magnética, de ésas que dan la sensación de que podrían interpretar hasta la guía teléfonica. No sé si habrá profesión más injusta que la de actor. Si fuera futbolista, hace tiempo que saldría en los telediarios, pero no creo que sepa chutar saques de esquina. Por cierto, va a resultar que de vez en cuando hay justicia: está nominada a un premio de la Unión de Actores.

Rikar Gil tiene que defender un papel especialmente patético sin forzar el patetismo, y lo hace ejemplarmente, lejos de la ñoñería o lo lacrimoso. Como a los otros tres, Iván Ruiz lo ha colocado de frente, estático, confiándolo todo a la cadencia de la voz y a pequeños gestos de las manos. Ya hace dos semanas que vi la función, y se me han quedado los suyos grabados. Nahia Láiz muy fresca, muy natural, muy joven (lo digo porque hace al personaje más joven de lo que ella es). A Claudio Sierra le toca revelarnos eso que yo no puedo revelar. El director le ha tolerado alguna licencia expresiva más que al resto, procede que la cosa suba un poco al final. Cierra la función manejando muy bien la economía del relato y de sus emociones.
P.J.L. Domínguez
           

martes, 25 de febrero de 2014

DALÍ VERSUS PICASSO

Sala: Matadero (Naves del Español) Autor: Fernando Arrabal Director: Juan Carlos Pérez de la Fuente Intérpretes: Antonio Valero y Roger Coma Duración: 1.05'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Roger Coma y Antonio Valero.


Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:


No puedo decir que me entusiasme el texto de Arrabal, anclado en un tipo de vanguardia que dejó de ser actual hace decenios. Ciñéndonos a lo teatral, me parece reiterativo y circular, con poco interés dramatúrgico. Los críticos le han colgado por inercia etiquetas como “iconoclasta” o “provocador” que el propio autor, con buen criterio,  ha rechazado. ¿Qué queda entonces? Poco, creo yo. Un Dalí que suma el derroche de esdrújulas de Arrabal al suyo propio. Un Barrabal, personaje grotesco, que no aporta nada con la gratuidad de sus… ¿salidas de tono?

    Sin embargo, Pérez de la Fuente ha hecho de todo para sacar provecho de este material de partida, y lo ha conseguido en alguna medida. Entre otras cosas –y ésta me parece la mayor perversidad de todo el asunto, más arrabaliana que el propio Arrabal- poner a la Real Escolanía de San Lorenzo del Escorial a cantar el Himno de Riego.

    Son, a fin de cuentas, los dos actores quienes consiguen que la función sea de recibo. Un Valero, en papel más bien subordinado, que puede con todo, que todo lo hace creíble. Y  Roger Coma, superlativo, que aguanta a pie firme una hora larga de extrema impostación sin perder comba ni un segundo, ni siquiera en la comprometidísima escena final, que mantiene en alto a fuerza de carisma. Ambos ayudados por las deliciosas voces de Cardinali y Kouberskaya.


Y lo que no cabía allí:


1.- No puedo decir que me entusiasme el texto de Arrabal. Puntualizo. Es posible que sea un texto bastante atractivo a la lectura, que no representado. Más bien tirando a boutade, pero con su gracia. Con su gracia relativa, una vez que el término vanguardia es ya imposible de aplicar a algo que, quizá, pudiera ser tal cosa hace cincuenta años. Voy a ser sincero: Arrabal me ha parecido siempre uno de esos creadores estrafalarios que los franceses adoran y que consiguen imponer al resto del planeta. O conseguían, ahora que los consensos basados en los gustos de las élites parece que tienen los días contados. Mi cerebro lo tiene archivado en la misma carpeta de Perec o Houllebecq... y, si me apuran, de Godard o Kieslowski. Sí, miles de intelectuales los alaban y les dedican tesis doctorales, y millones de personas aseguran pirrarse por sus huesos, pero a mí me parece que el viento de la historia se los llevará como se me llevará a mí. Son creadores que han tenido una extraordinaria habilidad para hacer tragar al mundo su ristra personal de obsesiones. Ustedes dirán, "sí, como Picasso o Proust". En efecto. Pero los artistas pasan a la historia por la calidad de los artefactos que construyen para contenerlas, y a mí todos estos artefactos me hacen bostezar. ¿Quieren términos de comparación? Pues si los quieren dentro de los contemporáneos de Arrabal, en el ámbito del teatro y en España, les propongo uno: José Sanchis Sinisterra. Por supuesto, hay sitio para todos: para tendencias, personalidades y rangos de relevancia de todo tipo. Si digo esto, es porque me sorprende leer desaforados ditirambos que, me parece a mí, habría que reservar para otras cosas. Y si dentro de un par de siglos todas las ciudades del mundo tienen una plaza dedicada a Arrabal y otra a (Dios mío) Jodorowsky, estará bien que alguien encuentre este texto y me haga pasar a la inmortalidad como ejemplo del crítico estúpido que no da una en sus predicciones. Es mi versión light del erostratismo.

2.- Un personaje grotesco, Barrabal, que no aporta nada. Pero nada de nada. Podría pasar por incorporado a posteriori, por alguien que se hubiera dicho "mmm, esto está un poco convencional, vamos a meter un contraste escatológico". En otras palabras: forzado, impostado, amanerado. Lo contrario de las voces en off de la Maar y de Gala, que funcionan bien como recurso dramáturgico.

3.- Pérez de la Fuente ha hecho de todo. Desde diseñar la escenografía, que ayuda, hasta mover a los actores lo suficiente como para (casi) superar el lento avance del texto hacia ningún sitio: from darkness to darkness. Me he tronchado hace un rato al leer esa expresión que Wilde usa a propósito de la evolución ideológica del cardenal Newman (estoy revisando un poco a Wilde a propósito del Dorian de Carlos Be, ya les contaré).

4.- Roger Coma, superlativo. Lo que llamo en la Guía del Ocio "la comprometidísima escena final" lo es por dos motivos. Primero, porque Arrabal estira en exceso un final que quizá pueda resultarle cómico o escandaloso a alguna anciana campesina polaca, pero que al común de los mortales nos da justo para bostezar. Bueno, venga, lo voy a destripar, quien no quiera spoiler que se salte una línea: Picaso castra a Dalí a petición del interesado. En segundo lugar, Coma se queda en pelota picada y encima, en último término, en postura poco discreta. Pues Coma, resistiendo ahí como un campeón. Vamos, que mantiene la dignidad, cosa que poca gente sería capaz de hacer.
P.J.L. Domínguez

           

lunes, 24 de febrero de 2014

NO SON MANERAS DE TRATAR A UNA DAMA

Sala: Teatro Alfil Autor: Douglas J. Cohen (no consta traductor) Director: Pablo Muñoz-Chápuli Intérpretes: Inma Cuevas, David Ordinas, Jorge Gonzalo y Verónica Polo Duración: 1.30'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Jorge Gonzalo, Inma Cuevas, Laura Castrillón (en mi función actuaba Verónica Polo)
y David Ordinas.
Es un musical que tiene su gracia. Psicópata obsesionado con igualar la fama de su difunta madre, celebérrima actriz, a base de asesinar mujeres. La traducción, pasable; hemos oído cosas peores, y estas canciones escritas en un idioma lleno de monosílabos son complicadas en castellano. Simpatica y altamente eficaz la escenografía de Anna Tusell: dos paneles, con sendas puertas, sobre los que se proyectan dibujos que reducen imaginativamente al mínimo la caracterización de cada espacio. Buenos actores. De Inma Cuevas ya hemos glosado los excelentes trabajos en Cerda y en MBIG; se multiplica aquí en cinco papeles. David Ordinas canta que da gusto y tiene la chispa necesaria para el psicópata. Jorge Gonzalo y Verónica Polo, la parejita seria, resultan. Parecía que estaba todo.


Estaba, pero todos estos elementos apenas los ha sujetado con imperdibles una dirección muy limitada. Oportunidad perdida: había material para hacer algo bonito que se ha quedado a medias.
P.J.L. Domínguez
           

domingo, 23 de febrero de 2014

NÁPOLES MILLONARIA

Sala: Sala Tú Autor: Eduardo de Filippo (no consta el autor de la versión) Director: Francisco Vidal Intérpretes: Irene Ferrándiz, Fernando Escudero, Fran Cantos, Anahí de la Fuente, María Rubio, Marina Campos, Ana Moñino, Jesús Pancorbo, Sato Díaz, Santiago T. Grech y Carolina Herrera. Duración: 1.40'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)




Hubo un tiempo en que quise convertirme en napolitano. Hay que ser o muy joven o muy tonto. Yo era joven, lo de tonto quién sabe. Luego aprendí que uno podrá quizá convertirse en esquimal, murciano o belga, pero que napolitano se nace. Algo se me pegó. Entre otras cosas, la veneración de todo un pueblo por Eduardo de Filippo. De Filippo es en Nápoles como San Gennaro o Maradona. Y con más mérito, porque los napolitanos son en su gran mayoría católicos y seguidores del equipo local, pero no especialmente aficionados al teatro. No importa: veneración.

El suyo es un teatro que ha conseguido la universalidad a pesar de que es prácticamente imposible de transplantar en su integridad, de tan radicado en una cultura y una forma de ser tan específicas como las napolitanas. Como en las novelas de Camilleri, cada personaje usa un lenguaje distinto, más o menos cercano al italiano estándar o al dialecto según su extracción social. Pero no sólo. Es todo un trasfondo de filosofía de vida, de resabios, de humor luminoso o de humor amargo lo que se pierde indefectiblemente en cualquier traducción.  

Sumen a esa dificultad la característica principal de estos prodigiosos textos: en la vuelta de cada esquina el espectador es zarandeado de la risa a la compasión, de la ternura a la carcajada, de la hondura del drama a la ligereza de la comedia. Traducido al manual básico de la puesta en escena: si no tienes unos actores de tomo y lomo, evita cuidadosamente a de Filippo. Echen un vistazo al elenco de El arte de la comedia de Carles Alfaro y entenderán lo que quiero decir.


Carolina Herrera. Estupenda.
En esta versión de Francisco Vidal los actores son once. No hay por dónde cogerla. No por la modestia de los recursos, que no molesta, sino porque de los once se salvan tres. O quizá cuatro, no sé qué pensar de Santiago T. Grech, muy forzado como sacristán pero bastante digno como el funcionario arruinado. Se salva Fran Cantos, que hace un Genaro presentable. Muy bien Irene Ferrándiz como Rosario (no hay papeles pequeños). Una auténtica sorpresa: Carolina Herrera, que da la pauta de lo que debería ser el tono general, repleto de sobreentendidos, gestos en segundo plano y segundas intenciones. En la era de la red, hay que aconsejar seriamente a esta chica que cambie su nombre artístico, si no, será imposible encontrarla en la maraña de homónimas famosas. Aún es muy joven y puede hacerlo.


Irene Ferrándiz. No hay papeles pequeños.
Respecto al resto de intérpretes, yo diría que algunos no tienen remisión posible. Otros, quizá no estén aquí en su mejor momento. En cualquier caso, con este grupo no se podía dirigir Nápoles millonaria. A pesar de todo esto, algún momento aislado consigue una ráfaga de emoción, y ya es decir.
P.J.L. Domínguez
           

jueves, 20 de febrero de 2014

LOCOS POR EL TÉ

Sala: Teatro Cofidís Alcázar Autores: Patrick Haudecoeur y Danielle Navarro (versión de Julián Quintanilla)  Director: Quino Falero Intérpretes:  María Luisa Merlo, Juan Antonio Lumbreras, José Luis Santos, Esperanza Elipe, Ángel Burgos, Óscar de la Fuente y Rocío Calvo. Duración: 1.40' 
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)



No está mal, pero tampoco para echar cohetes. Locos por el té (Thé à la menthe ou t'es citron?)* viene precedida por un estrepitoso éxito en Francia que le valió el Molière al mejor espectáculo cómico en 2011 (estaba nominada también Una boda feliz, ahora en el Marquina). Es una comedieta graciosa, pero no resiste la comparación, ni de lejos, con Qué desastre de función, su estrecha pariente argumental. En ambos casos, una compañía ensaya un espectáculo cutre. En ambos casos, las relaciones entre los protagonistas distan de ser idílicas, y sus capacidades interpretativas presentan notables altibajos. En ambos casos, asistimos a la representación del espectáculo, tan plagada de errores y meteduras de pata como todo lo anterior hacía prever. Errores tanto más cómicos cuanto que estamos previamente advertidos de cuáles serían las acciones correctas y que, con frecuencia, conocemos hasta el motivo del cantado patinazo.

Es éste un tipo de comicidad completamente asentada en el momento y el tono exactos de cada frase. Si no, se queda en nada. Aquí, a veces funciona y a veces no. En mi modesta opinión, la cosa se queda un poco corta de dirección, y me parece extraño después de aquel Manual de la buena esposa que Falero dirigió, precisamente, más hacia lo milimetrado que hacia el extremo opuesto. También me gustó su Matrimonio de Boston con Antonia San Juan y Rocío Calvo. En fin, para serles sincero, tengo que decir que el público se tronchaba a mi alrededor. También se mondaron algunos en El viaje a ninguna parte mientras yo me aburría como una cebolla y mi señora madre me preguntaba "pero, ¿por qué se ríen?". Algún día les contaré mi hipótesis.

La Merlo se las compone bien -yo creo que se las compondría en cualquier situación- y Juan Antonio Lumbreras hace, entre las carcajadas del respetable, casi el mismo personaje que hacía en El inspector de Miguel del Arco. 

P.J.L. Domínguez

* El título en francés es un ingenioso juego de palabras. Thé à la menthe ou t'es citron? suena igual que Thé à la menthe ou thé citron? En el segundo caso, ¿Té con menta o té con limón? En el primero, ¿Té con menta o estás mal de la cabeza?

           

martes, 18 de febrero de 2014

EL VIAJE A NINGUNA PARTE

Sala: Teatro Valle-Inclán Autor: Fernando Fernán-Gómez (versión de Ignacio del Moral) Directora: Carol López Intérpretes: Amparo Fernández, Antonio Gil, Andrés Herrera, Olivia Molina, Jose Ángel Navarro, Tamar Novas, Miguel Rellán y Camila Viyuela Duración: 1.40'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Camila Viyuela, Tamar Novas, Antonio Gil, Miguel Rellán, Amparo Fernández, Andrés Herrera y Olivia Molina.
Seré breve, por una vez: hacía tiempo que no me aburría tanto. Soporífero. Ah, otra cosa: la culpa no es de los actores.
P.J.L. Domínguez


Hay quien no opina lo mismo: la crítica de Javier Vallejo.
La crítica de Marcos Ordóñez. La verdad, no lo entiendo. Un tímido "algunos pasajes en los que me pareció que se empantanaba un poco el ritmo, cosa que sin duda se habrá ajustado cuando aparezcan estas líneas". ¿Algunos pasajes? ¿Un poco? La versión es muy buena, sí. Los actores están muy bien, sí. Pero la dirección es un desastre. Les copio lo que dije, en ocasión parecida, con respecto al Cyrano de Bergerac de Broggi:

Si el curioso lector ha seguido el vínculo a la crítica de Marcos Ordóñez, habrá visto que no puede ser más divergente. Le daré más información: no conozco una sola que no haya puesto la función por las nubes. ¿Cómo es posible? se preguntarán, como me pregunto yo. Puedo asegurar que del Valle-Inclán ha salido bufando gente de criterio probado, pero esa opinión no ha dejado más traza -que yo sepa- que estas líneas. Al margen de la elemental explicación de la divergencia de gustos, tengo para mí que hay muchos factores que explican estas cosas. Hay corrientes de opinión sobre determinadas personas o colectivos que hacen dificílisimo confesarse a sí mismo que se acaba de asistir a una pésima representación. Sobre todo, si hay vínculos de amistad. No porque uno traicione a posta su conciencia elogiando al amigo, sino porque la objetividad es una condición frágil que cae herida de muerte ante el menor cruce con los afectos. Ojo: no estoy acusando a nadie de amiguismo en este caso concreto, es una observación general. Y hay también algo muy común en cualquier ámbito de opinión: a menudo, todo el mundo espera al primer trompetazo para seguir por ahí, y a ver quién es el guapo capaz de torcer luego el curso del torrente.

Por supuesto, también puedo estar completamente equivocado. Vayan y me lo cuentan.