Sala: Teatro Fernán Gómez Autor y director: Llàtzer García Intérpretes: Marta Arán, Laura López y Guillem Motos Duración: 1.35'
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Tumbada, Laura López. Sentada, Marta Arán. Él es Guillem Motos. |
Vamos a empezar ordenaditos:
1.- Información: Premio de la crítica Serra D'Or 2015. Premio de la crítica de Barcelona al mejor texto teatral de 2014. Dos nominaciones a los premios Butaca: mejor texto y mejor actriz de reparto (Laura López).
2.- Opinión: ES-UN-RO-LLO-PA-TA-TE-RO.
¿Qué falla? No estoy seguro, pero tengo algunas hipótesis:
Primera, hacia la novela: Es como si alguien hubiera obligado al texto a ser dramático, pero él prefiriera ser una novela (algún ratito) o un guión de cine (casi todo el tiempo). Vamos por partes. Con estas pretensiones de realismo sucio, uno no se va de repente al lirismo -de alas cortas, la verdad- del chico dando patadas a los contenedores o de la niña subida al tejado de los baños en el patio del colegio. La gente inadaptada no habla así. Si uno quiere hacer realismo sucio de verdad, el lirismo es Bjork canturreando entre sollozos My favourite things. O sea, algo verosímil en el contexto de la suciedad. Hay que tener muchísimo cuidadín con las tangentes líricas en los contextos realistas (no les he hablado todavía del Dany y Roberta de Mariano de Paco, pero nos sirve como ejemplo del viejo truco del sueño para introducir el lirismo). Más que novela, habría que decir que se ha cedido a la tentación de hacer "literatura", así, con comillas.
Segunda, hacia el cine: Nadie ha sido todavía capaz, que yo sepa, de escribir Las diez diferencias entre un texto cinematográfico y uno teatral, pero todos sabemos de qué estamos hablando. Sería igual de difícil explicar objetivamente (a un marciano, por ejemplo) la diferencia entre la gimnasia rítmica y el ballet clásico, pero todos sabemos de qué estamos hablando. Cenizas parece cine casi todo el tiempo. "Cine europeo", en el sentido peyorativo del término (que lo tiene, no se escandalicen conmigo, porque no hago más que recoger un uso bastante extendido que entenderían perfectamente, por ejemplo, los Simpson). Realismo de corte audiovisual tan extremadamente realista que en algún momento se acerca a las cámaras 24 horas de Gran Hermano. Acaban sobrando un par de kilos de texto. Elipsis, por Dios, elipsis. Ahí es donde llega Chejov, en las elipsis. Ya sé que es un topicazo, pero es lo que tienen los tópicos, que a menudo son verdad: hay que entender lo que pasa dentro de los personajes y fuera del escenario sin que nos lo cuenten todo explícitamente. O sea, como en la vida.
Tercera, lo feo: Una cosa es que la escenografía sea feísta (un piso cutre) y otra que el resultado sea feo. Algo también imposible de explicar a un marciano, pero que todos entendemos. Para feísta, feísta, esa de Veronese que le sirve para rotos y descosidos (Mujeres soñaron caballos, Teatro para pájaros) y, sin embargo, no dejaba esa impresión de escenario horrible. Aquí, es posible que la culpa sea de la sala pequeña del Fernán Gómez, que no da para mucha virguería. Las pocas fotos del montaje original que encuentro parecen ser otra cosa bien distinta, aunque hay que tener en cuenta que la iluminación que uno ve en el teatro y la de una foto pueden ser la noche y el día. Aquí tienen una:
Comparen, con las salvedades establecidas, la calidad visual de esto con la de la foto de arriba del todo, que es del montaje de Madrid.
Cuarta, la interpretación: Yo diría que Guillem Motos está muy bien, pero la dificultad de juzgar a un actor con una sola actuación aumenta si es un papel fuertemente escorado. En este caso, escorado hacia la manía, el tic, la gestualidad exagerada de alguien que bordea un problema mental serio. También me gustó Marta Arán, me quedé con la sensación de que podría hacer más. La que no me gustó es, precisamente, la nominada a premio. Me explico. La nominación se debe, sin duda, a su monólogo final. Digo yo, porque durante toda la función se mantiene en un registro único y monocorde de monumental cabreo con su hermano (excepto durante un brevíiiiiiisimo momento en el que parece lejana, lejanísimamente que va a hacer otra cosa; pero no, el efecto se desvanece de inmediato). Y entonces, al final, llega... esperen que lo pongo en mayúsculas... EL MONÓLOGO. El MONÓLOGO lo explica todo: el personaje y la obra. Resulta que la monolítica hermana no es tal, también tiene su corazoncito en el que pasan cosas, y es en realidad una pieza más en este mosaico de la inadaptación, y entonces los tres se agrupan en el sofá (ver foto) -inadaptados pero juntos- y se acaba la función. El MONÓLOGO es muy largo, yo diría que demasiado. No es que permitiría variar el tono, sino que lo exige a voces. Pues nada: ¿decíamos voces? Ahí las tienen: a piñón fijo, a grito pelado, monocorde y machacón. Nominación a un premio. No digo que la culpa sea de la actriz, o que sea sólo suya: para eso está el director, para sugerir en algún momento "anda hija, aunque sólo sea para variar, esta frase prueba a susurrarla". Por ejemplo. Como he citado antes a Veronese, y los recuerdos salen enganchados como las cerezas, acabo de recordar el papel de Carmen Ruiz en Bajo terapia. Idéntico procedimiento: un personaje que se mantiene al ralentí, en segundo plano y reservándose para la apoteosis final, en la que todo lo entendemos. Pero vaya lección de cómo reservarse. Por cierto: Bajo terapia tropezaba en la misma piedra del feísmo y lo feo.
Mis habituales sabrán que lo perdono todo, menos el aburrimiento. A los diez minutos del comienzo, el espectador ya sabe lo que le espera en Cenizas: otros ochenta y cinco de lo mismo. Esa sensación de desaliento que tantas veces habrán experimentado en la soledad de su butaca.
1.- Información: Premio de la crítica Serra D'Or 2015. Premio de la crítica de Barcelona al mejor texto teatral de 2014. Dos nominaciones a los premios Butaca: mejor texto y mejor actriz de reparto (Laura López).
2.- Opinión: ES-UN-RO-LLO-PA-TA-TE-RO.
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Breve comentario al primer punto
Nunca se me agotará la capacidad de perplejidad respecto a los premios. Y eso que tengo acceso con cierta frecuencia a los entresijos de sus concesiones, y debería estar ya curado de espantos respecto a los extraños meandros, carambolas, saltos de caballo y demás zigzags que terminan con el galardón donde menos se podía esperar. Pero nada, me sigo sorprendiendo como un adolescente. Si esto fue el mejor texto teatral en Barcelona en 2014, mejor olvidar el año. ¿Cosas de la traducción? Lo dudo. No son haikus traducidos del japonés ni una saga en finés, sino diálogos actuales escritos originalmente en otro dialecto del latín, medio hermano de este en el que escribo ahora. No me parece que se haya podido perder tanto por el camino. Respecto a la mejor actriz de reparto, vean más abajo.
No tan breve comentario al segundo punto
Tiene lo suficiente para haber sido otra cosa. Otra cosa mejor, quiero decir. Una historia atractiva sobre personajes que no logran adaptarse a la vida. No me salgan con que nadie consigue adaptarse, en esto hay grados, como en casi todo. También en la pieza: ellas están embarcadas en el intento, con mayor o menor éxito (una ya ha fracasado en un matrimonio, la otra intenta desesperadamente agarrarse a un novio que parece adaptadísimo); el tercero es, sin paliativos, lo que llamamos un inadaptado, bordeando la sociopatía. Elementos narrativos interesantes: él haciendo la llamada kamikaze a su madre, él tirando por la ventana los humildes trofeos de su hermana la atleta, él robando libros para ella... ¿No les suena mucho, pero muchísimo, a Chejov? Es muy difícil hacer realismo sin que suene el eco de Chejov. Luego diremos algo sobre los realismos que no se le parecen lo suficiente.¿Qué falla? No estoy seguro, pero tengo algunas hipótesis:
Primera, hacia la novela: Es como si alguien hubiera obligado al texto a ser dramático, pero él prefiriera ser una novela (algún ratito) o un guión de cine (casi todo el tiempo). Vamos por partes. Con estas pretensiones de realismo sucio, uno no se va de repente al lirismo -de alas cortas, la verdad- del chico dando patadas a los contenedores o de la niña subida al tejado de los baños en el patio del colegio. La gente inadaptada no habla así. Si uno quiere hacer realismo sucio de verdad, el lirismo es Bjork canturreando entre sollozos My favourite things. O sea, algo verosímil en el contexto de la suciedad. Hay que tener muchísimo cuidadín con las tangentes líricas en los contextos realistas (no les he hablado todavía del Dany y Roberta de Mariano de Paco, pero nos sirve como ejemplo del viejo truco del sueño para introducir el lirismo). Más que novela, habría que decir que se ha cedido a la tentación de hacer "literatura", así, con comillas.
Segunda, hacia el cine: Nadie ha sido todavía capaz, que yo sepa, de escribir Las diez diferencias entre un texto cinematográfico y uno teatral, pero todos sabemos de qué estamos hablando. Sería igual de difícil explicar objetivamente (a un marciano, por ejemplo) la diferencia entre la gimnasia rítmica y el ballet clásico, pero todos sabemos de qué estamos hablando. Cenizas parece cine casi todo el tiempo. "Cine europeo", en el sentido peyorativo del término (que lo tiene, no se escandalicen conmigo, porque no hago más que recoger un uso bastante extendido que entenderían perfectamente, por ejemplo, los Simpson). Realismo de corte audiovisual tan extremadamente realista que en algún momento se acerca a las cámaras 24 horas de Gran Hermano. Acaban sobrando un par de kilos de texto. Elipsis, por Dios, elipsis. Ahí es donde llega Chejov, en las elipsis. Ya sé que es un topicazo, pero es lo que tienen los tópicos, que a menudo son verdad: hay que entender lo que pasa dentro de los personajes y fuera del escenario sin que nos lo cuenten todo explícitamente. O sea, como en la vida.
Tercera, lo feo: Una cosa es que la escenografía sea feísta (un piso cutre) y otra que el resultado sea feo. Algo también imposible de explicar a un marciano, pero que todos entendemos. Para feísta, feísta, esa de Veronese que le sirve para rotos y descosidos (Mujeres soñaron caballos, Teatro para pájaros) y, sin embargo, no dejaba esa impresión de escenario horrible. Aquí, es posible que la culpa sea de la sala pequeña del Fernán Gómez, que no da para mucha virguería. Las pocas fotos del montaje original que encuentro parecen ser otra cosa bien distinta, aunque hay que tener en cuenta que la iluminación que uno ve en el teatro y la de una foto pueden ser la noche y el día. Aquí tienen una:
Comparen, con las salvedades establecidas, la calidad visual de esto con la de la foto de arriba del todo, que es del montaje de Madrid.
Cuarta, la interpretación: Yo diría que Guillem Motos está muy bien, pero la dificultad de juzgar a un actor con una sola actuación aumenta si es un papel fuertemente escorado. En este caso, escorado hacia la manía, el tic, la gestualidad exagerada de alguien que bordea un problema mental serio. También me gustó Marta Arán, me quedé con la sensación de que podría hacer más. La que no me gustó es, precisamente, la nominada a premio. Me explico. La nominación se debe, sin duda, a su monólogo final. Digo yo, porque durante toda la función se mantiene en un registro único y monocorde de monumental cabreo con su hermano (excepto durante un brevíiiiiiisimo momento en el que parece lejana, lejanísimamente que va a hacer otra cosa; pero no, el efecto se desvanece de inmediato). Y entonces, al final, llega... esperen que lo pongo en mayúsculas... EL MONÓLOGO. El MONÓLOGO lo explica todo: el personaje y la obra. Resulta que la monolítica hermana no es tal, también tiene su corazoncito en el que pasan cosas, y es en realidad una pieza más en este mosaico de la inadaptación, y entonces los tres se agrupan en el sofá (ver foto) -inadaptados pero juntos- y se acaba la función. El MONÓLOGO es muy largo, yo diría que demasiado. No es que permitiría variar el tono, sino que lo exige a voces. Pues nada: ¿decíamos voces? Ahí las tienen: a piñón fijo, a grito pelado, monocorde y machacón. Nominación a un premio. No digo que la culpa sea de la actriz, o que sea sólo suya: para eso está el director, para sugerir en algún momento "anda hija, aunque sólo sea para variar, esta frase prueba a susurrarla". Por ejemplo. Como he citado antes a Veronese, y los recuerdos salen enganchados como las cerezas, acabo de recordar el papel de Carmen Ruiz en Bajo terapia. Idéntico procedimiento: un personaje que se mantiene al ralentí, en segundo plano y reservándose para la apoteosis final, en la que todo lo entendemos. Pero vaya lección de cómo reservarse. Por cierto: Bajo terapia tropezaba en la misma piedra del feísmo y lo feo.
Mis habituales sabrán que lo perdono todo, menos el aburrimiento. A los diez minutos del comienzo, el espectador ya sabe lo que le espera en Cenizas: otros ochenta y cinco de lo mismo. Esa sensación de desaliento que tantas veces habrán experimentado en la soledad de su butaca.
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Lo de las coincidencias en la cartelera es a menudo sorprendente. Un padre muerto, unos hijos, uno de ellos claramente inadaptado: Cuarenta años de paz. Tengo la crítica en borrador desde hace días. A ver si la termino. La que tiene menos prisa es Iliria, porque, lamentablemente, ya volaron sus cinco únicas funciones. Una de las revelaciones de la temporada, sin duda. Y el miércoles, Despeyroux estrena otra: El dramático origen de las galaxias espirales. Empiezo a pensar si esta mujer -seis piezas estrenadas en unas pocas semanas- no serán trillizas.
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