jueves, 12 de diciembre de 2013

KATHIE Y EL HIPOPÓTAMO

Sala: Matadero (Naves del Español) Autor: Mario Vargas Llosa Directora: Magüi Mira Intérpretes: Ana Belén, Ginés García Millán, Eva Rufo, Jorge Basanta y David San José. Duración: 1.40'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)




Que conste, para empezar, que todo el mundo hace todo lo que puede para levantar la función: cinco esforzados intérpretes y una aguerrida directora remando contra el viento. Lástima que el viento en contra sea al menos de fuerza siete (frescachón) u ocho (temporal) en la escala de Beaufort.

Cuando La chunga en el Español, fueron muchos los que afirmaron que aquel era el mejor texto teatral de Vargas Llosa. Desde luego, gana a Kathie. Apenas hay en éste asomo de teatralidad. Es la trasposición directa a un escenario de la narración fragmentada y multifocal típica de su autor (y no sólo de su autor). Pero una obra de teatro no es un cuento, ni una novela. La lectura permite digerir los quince capítulos en los que La Regenta avanza tres días, pero las reglas de la escena son otras. Aquí, al poquito poquito de comenzar ya sabemos de qué van todos. Hemos entendido de dónde vienen y a dónde van (o no van) los protagonistas y sus respectivos cónyuges; hemos entrevisto también aquella Lima en la que fueron jóvenes (y para la que les recomiendo Los geniecillos dominicales de Julio Ramón Ribeyro). Y luego, ¿qué? Luego poco, la verdad. Al menos, no lo suficiente para dotar de contenido relevante cien minutos de representación. En resumidas cuentas, es lo que hace tiempo llamábamos "comedia burguesa", escrita sin demasiada habilidad. "En esta buhardilla las verdades son mentiras y las mentiras se convierten en verdad" (cito de memoria). ¿No es prácticamente Benavente?

Alguien se estará diciendo "qué país lleno de prejuicios, si uno hace bien una cosa no le reconocen otra; este tiquismiquis es incapaz de ver el talento de narrador y de dramaturgo en la misma persona". Pues que me perdone quien se lo esté diciendo, pero no. Estoy encantado, por ejemplo, de decir que Rodrigo García es tan buen dramaturgo como director de escena. O que Pou interpreta y dirige que da gusto (no siempre, claro; todo el mundo se equivoca). Pero ni La chunga ni Kathie y el hipopótamo acreditan el talento dramatúrgico de Vargas Llosa.


Esforzada y meritoria compañía al completo.

Afortunadamente, hay una diferencia fundamental entre ambas puestas en escena. La chunga de Ollé era un batiburrillo incomprensible y la Kathie de Mira es de una feliz transparencia. Los planos de realidad, recuerdo y ensoñación se entienden a las mil maravillas, que para eso tiene el teatro sus recursos: registros interpretativos, iluminación, vestuario... Y, además, tanto la dirección de actores como una dramaturgia aligerada a base de tres o cuatro canciones, intervenciones del pianista y alguna broma extra-textual, procuran introducir tangentes de evasión al cerrado círculo de la buhardilla. En fin, que, como decíamos al principio, todo el mundo hace lo que puede, de manera que casi se alcanza a paliar el aburrimiento intrínseco de la pieza. 

Ana Belén, como se imaginarán, está como hecha para este registro de alta comedia un pelín deconstruida, si me permiten la expresión. Da grima, como debe, cuando hace de jovencita. Es la perfecta burguesa frustrada, como debe, cuando está en su pose acostumbrada (su de Kathie, no de Ana Belén). Y provoca simpatía, como debe, cuando se sincera un poco. Llegado de Los hijos se han dormido (donde estaba de muerte) y de Glengarry Glen Rose, Ginés García Millán choca un poco al principio, pero el problema, si lo hay, está sólo en el ojo del espectador: es un gran actor, con cintura más que suficiente para ponerse en el género que le echen. Eva Rufo y Jorge Basanta brillan con luz propia en papeles que tienen poco de secundario. La primera siempre ha estado bien con la Compañía Nacional de Teatro Clásico. La recuerdo sobre todo en unas preciosas Bizarrías de Belisa de Vasco; a Basanta en Los dos caballeros de Verona de la Pimenta. Nadie firma la simple pero efectiva escenografía, bien iluminada por José Manuel Guerra. 

Qué buenos vasallos si hubiera buen señor. O sea, lástima de texto. Aunque no todo el mundo opina lo mismo. A Marcos Ordóñez le ha encantado el espectáculo y parece salvar discretamente la obra, mientras que Miguel Ayanz habla, para mi pasmo, de un teatro "profundo y mayúsculo en su arquitectura". En fin, vayan y juzguen por sí mismos. Sólo me queda mencionar una prueba en negativo, siempre sospechosas: ustedes creen que, si una pieza estrenada en 1983 y escrita nada menos que por Vargas Llosa, tuviera esa supuesta calidad, ¿no se hubieran tirado en tromba sobre ella nuestras huestes teatrales hace mucho, pero muchísimo tiempo? 

Tampoco ahora, creo, ha partido la iniciativa de ningún profesional del teatro, sino de un gestor. Y en un contexto de crisis en el que tenemos ahora mismo en los teatros de Madrid los dúos Ana Belén - Vargas Llosa / Cayetana Guillén Cuervo - Camus / Carmen Maura - Mihura, además de una versión reducida de las Comedias bárbaras. Será quizá que le doy demasiadas vueltas a la cabeza, pero tengo la sensación de que la venta de entradas, algo secundario hace unos pocos años, se ha convertido en un objetivo fundamental. Si es así, y tal proceder sirve para que el teatro público capee la tormenta, me parece de perlas. Ya llegarán tiempos mejores. Y bien están Camus, Mihura y Valle-Inclán para vender entradas. Pero la supuesta bondad de la dramaturgia del escritor peruano me parece una rueda de molino demasiado grande.
P.J.L. Domínguez
           

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