jueves, 2 de febrero de 2017

¿QUIÉN TE CIERRA LOS OJOS?

Sala: Nave 73 Autor: Félix Estaire (sobre una idea de José Polo) Director: Alberto Velasco Intérpretes: José Polo y Ana Cañas Duración: 1.05'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no esté en cartel)


No encuentro una sola foto del montaje
Veo que Félix Estaire escribe y Alberto Velasco dirige y allá me voy. Dejando aparte el esfuerzo que supone salir entre semana a ver una función que empieza a las ocho y media -me levanto por las mañanas a las siete- la decisión de poner la confianza en los dos nombres que firmaban Danzad malditos me priva de ver Último tren a Treblinka  en la Cuarta Pared. Con mi lío de agenda, una o la otra, ya se sabe -lo dice Lola Herrera en La velocidad del otoño- que el tiempo es el más escaso de nuestros recursos. Es cierto que fui ligeramente escamado por la discordancia entre lo que Estaire-Velasco significan y el estilo de comunicación de la función: aroma de viva la banalidad en la sinopsis, confusas referencias a la cultura sefardita y, sobre todo, imagen gráfica. Dicho claramente, que es como acostumbro a hablarles, parecía que los autores de uno de los mayores éxitos alternativos (ya me entienden, no nos liemos con la terminología) de los últimos meses hubieran retrocedido de golpe al estadio casa-de-cultura. Esto lo termino de verbalizar ahora, porque antes de ir tapé el leve mosqueo como pude con ruido neuronal de todo tipo.

El leve mosqueo tenía razón, como confirmó el gigantesco mosqueo con el que salí bufando (literalmente) de la sala. ¿Quién te cierra los ojos? es un subproducto infumable. Como todo admite gradación, y hasta en el infierno hay círculos, les haré el resumen de lo malo a lo peor: mal dirigida, pésimamente escrita (no hay lugar común en que no caiga ni banalidad en la que no incurra), interpretada... tan mal interpretada que casi no puede decirse que esté interpretada.

Ahora venía un párrafo en el que glosaba la aparente incapacidad de los intérpretes. Pero... aquí llega un gigantesco PERO. La incapacidad de los intérpretes es siempre aparente, porque el resultado depende a menudo -y en gran parte- de cómo están dirigidos, y lo de hoy viene al pelo. Cualquiera que vea a Ana Cañas pasar por encima de sus tres o cuatro personajes como quien pisa cáscaras de cacahuete -todo lo hace igual, le dan lo mismo la anciana o el niño, el amor o las frases lapidarias e imposibles tipo "tú eres la memoria viva de nuestro legado", y cito de memoria- pensará que tiene vedada esta profesión. Y no: resulta que estaba estupendísima en Hey boy, hey girl. Si la quieren, no vayan a verle esto.

Todos cometemos errores. Esperemos a la próxima.
P.J.L. Domínguez
          

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