Hernández, Quintana, Sánchez, Ruano, Formoso y (atrás) Campos. Si me pillan algún error, avisen por favor. |
¿Quién no recuerda Perdona bonita, pero Lucas me quería a mí? Ahora que lo pienso, los menores de 35. Por si hay alguno leyéndome, le diré que supuso el despegue de Dunia Ayaso y Félix Sabroso. Ahí abajo les he puesto el cartel. Se les etiquetó entonces como epígonos de Pedro Almodóvar, pero el tiempo va matizando esa etiqueta. Sobre todo, porque el manchego, que parecía, con su fulgor, una supernova de aparición espontánea, se va viendo con algo de perspectiva claramente ubicado en una larga tradición que llegaba hasta la comedia del tardo-franquismo. Sólo que con el argot renovado y más tacos. Dicho sea sin quitarle un ápice de su genialidad primera: Qué he hecho yo para merecer esto, Entre tinieblas y La ley del deseo deberían ser de visión obligada en los colegios, como la lectura de El lazarillo de Tormes. Con las cosas así reordenadas, Ayaso y Sabroso son un eslabón más que aprovechó el rebufo. Están haciendo bastante teatro últimamente: me gustaron De cintura para abajo (comedia tirando a clásica) y Lifting (espectáculo de gags). Adaptan ahora Perdona bonita, comedia con muerto, uno de los subgéneros favoritos de los españoles (repasen, repasen su memoria).
Tres tópicos mariquitas (el gordo neurótico, el promiscuo de gimnasio y la "indi porrera globalizada") alquilan una casa al hombre de sus sueños, que amanece un día ensartado por seis cuchillos. Llegan después la asistenta, que es de Alpedrete, y una extraña pareja de mujeres policía, la tensa y la tonta. Como exigen los cánones policíacos, ha podido ser cualquiera.
La adaptación es buena. Incluso brillante. Nadie diría que esto fue antes una película. Le cuesta un ratito despegar, pero es un ratito asimilable al clásico primer acto de presentación. A partir de la irrupción de las polis cantando "No soporto tu punto exótico" los engranajes empiezan a rodar. Israel Reyes (le vi en 2010 Reyes que amaron como reinas, una cosa con bastante chispa) la dirige sin desparramar recursos, y tengan en cuenta que las situaciones podían dar pie a un delirio escénico queer. Casi una única licencia: dos paneles situados a ambos extremos del escenario, que simulan las paredes traslúcidas del baño y de la habitación del difunto Adonis, y que permiten que parte de la acción se vea como una sombra recortada. Bien usados. Los flash-back se despachan limitando la iluminación a un ángulo del escenario, no hace falta más. Ah, también hay una puerta de entrada y un mostrador que se desplazan según convenga, y también funcionan. Fin de los artificios. Todo eso lo firma Víctor Medina, pueden ver algo de la escenografía en este vídeo.
¿Es un musical? Hace unos años se hubiera llamado comedia con canciones, algo para lo que no hacen falta las estrepitosas condiciones vocales que un musical exige. Pero ahora, ya saben: si hay música, es un musical, los tiempos mandan. Cantan, desde luego. Sobre todo, me pareció, Mingo Ruano y Yanely Hernández. El resto más o menos, lo suficiente. Con un acompañamiento tirando a sintetizador ratonero, quizá lo más flojo de toda la función.
Un texto de estas características, basado en lo disparatado de las situaciones, en lo descacharrado de los personajes y en la comicidad de la réplica, se sostiene casi exclusivamente en la interpretación. El más justito es, como casi siempre, el guapo (lo tienen en la foto), aunque, como casi siempre, es el papel de menor lucimiento (lucimiento interpretativo quiero decir; lucir, lo que se dice lucir, luce).
Formoso cumple, y Campos tiene algún momento brillante. Mingo Ruano ya me gustó en Reyes que amaron como reinas. Hace otras cosas, pero esto de locuela le sienta como un guante. Mari Carmen Sánchez, estupenda, compone una chacha clásica, lenguaraz y descarada, en la línea de la mítica Josele Román. Se queda con la mejor escena de la función, que recuerda a Un cadáver a los postres, moviéndose sin decir ni pío por detrás de los que hablan. Lili Quintana y Yanely Hernández (las tienen en la foto) arman una pareja antológica. Quintana, intentando mantener el tipo de comisaria modelo mientras hace equilibrios al borde de un brote psicótico embutida en un traje chaqueta. Hernández, rendida admiradora de su jefa, embutida a su vez en un modelito dorado -tiene una boda luego- carga, y carga con maestría, con el imprescindible papel de la tonta de la comedia. Esta chica tiene el instinto certero del tiempo que hay que esperar para soltar la frase y provocar la carcajada. Perdona bonita entretiene y hace reír. De eso se trataba. Como les decía, le cuesta un poco entrar en harina, pero una vez que empieza a funcionar va creciendo hasta el final. Al texto le veo todas las virtudes necesarias para que pueda adaptarse con éxito a cualquier sitio. Tiene una mecánica de perfecto estándar internacional. Si yo fuera su autor, estaría encargando traducciones al inglés y al francés, y enviándolas por ahí. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Ánimo, comente. Soy buen encajador.