Sala: Teatro Circo Price Autor y director: Yaron Lifschitz Intérpretes: Jessica Connell, Tim Fyffe, Rowan Heydon-White, Conor Neall, Kathryn O'Keeffe, Seppe Van Looveren y Billie Wilson-Coffey Duración: 1.15'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no esté en cartel)
Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:
Lo de elegir en la cartelera cuando anda uno desbordado no es un proceso fácil de racionalizar. Una de esas cosas de las que no se sospecha la dificultad hasta que toca hacerlas. Al final, el sendero se elige a veces por el detalle más nimio. Si les digo la verdad, lo que me hizo optar por Beyond -después de todos esos autosermones de "no puedes perderte Circa", que es como se llama la compañía- fueron esas cabezas de conejo de la foto, calcadas, un poco menos siniestras, de las de Rigola en El público y que me producen siempre el mismo desasosiego: da igual que las vea mil veces. Bien es verdad que fui sabiendo que no eran unos desconocidos y que la apuesta estaba respaldada por la unanimidad de la crítica universal. Bingo. De vez en cuando, la unanimidad de la crítica universal acierta. Ya han visto en la crítica publicada que me encantó, siento ahora no haber visto en su día ni Circa -espectáculo de igual nombre que la compañía- ni Wunderkammer, que pasaron por Madrid.
La foto no es del Price. En Madrid son tres elementos, cada uno con su tarima y su telon rojo, no como aquí, que es un elemento corrido. |
En algún momento del siglo XX, disciplinas
milenarias como las del equilibrio, la contorsión o los volatines, incluso las
habilidades del forzudo de feria, que parecían condenadas a inevitable
desaparición, se toparon con la danza, cuyo eterno coqueteo con el teatro
llevaba ya un tiempo de fogoso encuentro. Todas esas líneas se cruzan estos
días en la pista del Price, en un espectáculo de la compañía australiana Circa
que no es fácil de etiquetar: nuevo circo, circo-danza…
¿Puede uno
enamorarse de golpe de siete personas de ambos sexos? Es lo que me pasó a mí,
mientras sonaba Nat King Cole, y no soy precisamente enamoradizo. Pero el
encanto, la gracia, el estilo y la elegancia que estos siete intérpretes
derrochan bien merecen una excepción. Hay un cerebro detrás de todo esto, el de
Yaron Lifschitz. Un cerebro capaz de comenzar con Frank Sinatra y terminar con
los Sex Pistols en (no podía ser otra cosa más que este reverso exacto) My way. O de reventar la delicadeza del
Bach de Glenn Gould o las atmósferas de René Aubry con la descacharrante Lena
Horne, en un evidente eco del mambo que solía acompañar a los tradicionales
malabares en el circo de siempre. Hay que sumar la delicada escenografía, la
minuciosa iluminación, el coqueto vestuario y la gracia de unos intérpretes que
todo –hasta lo más violento- lo hacen con mimo. Un espectáculo exquisito.
Y lo que no cabía allí:
Lo de elegir en la cartelera cuando anda uno desbordado no es un proceso fácil de racionalizar. Una de esas cosas de las que no se sospecha la dificultad hasta que toca hacerlas. Al final, el sendero se elige a veces por el detalle más nimio. Si les digo la verdad, lo que me hizo optar por Beyond -después de todos esos autosermones de "no puedes perderte Circa", que es como se llama la compañía- fueron esas cabezas de conejo de la foto, calcadas, un poco menos siniestras, de las de Rigola en El público y que me producen siempre el mismo desasosiego: da igual que las vea mil veces. Bien es verdad que fui sabiendo que no eran unos desconocidos y que la apuesta estaba respaldada por la unanimidad de la crítica universal. Bingo. De vez en cuando, la unanimidad de la crítica universal acierta. Ya han visto en la crítica publicada que me encantó, siento ahora no haber visto en su día ni Circa -espectáculo de igual nombre que la compañía- ni Wunderkammer, que pasaron por Madrid.
Los conejos de El público. Qué miedo.
A alguien ha podido sorprender que la mayor parte de la crítica en papel esté dedicada a la música. No es casual. Se suceden contorsionionismo, equilibrismo, trapecio, mástil, portes sorprendentes de tipos que se echan al hombro varias personas, una doble altura en puntas (puntas de bailarina clásica, quiero decir). Soy muy reacio a ponerles enlaces a fragmentos de vídeo, porque el teatro es casi imposible de reflejar con veracidad por medios audiovisuales. Pero aquí el relieve de la técnica circense es crucial, así que creo que merece la pena que echen un vistazo a éste, para que se hagan a la idea.
Hay quien me ha preguntado si esas cosas pueden ser la base de una dramaturgia. Claro que pueden. Los números propiamente circenses se alternan con pequeños episodios entre el clown y lo que me atrevería a llamar pantomima. Pero, sobre todo, al circo se le suman, por un lado, la expresión facial y corporal de los intérpretes (no es lo mismo retorcer un brazo a alguien, que retorcérselo mirando al público de determinada manera). Y por otro -como decía en la crítica en papel- un delicado envoltorio de vestuario, escenografía, iluminación y música. Todas esas artes son significantes, dicen cosas en voz bastante alta, pero la más narrativa es la música, y no sabríamos exagerar su importancia en la construcción de este espectáculo. Incluidos esos guiños conceptuales de Sinatra versus Sex Pistols o la explosión del mambo de Lena Horne, que se lo lleva a uno volando a aquellos circos de carpa de la infancia (¿Les he dicho alguna vez que yo vi a Pinito del Oro? Me llevó mi abuela). Otros títulos de la exquisita banda sonora: Amsterdam de Micheline, la versión de Brel del Impossible dream de El hombre de la Mancha, René Aubry, CocoRosie, Sigur Rós, Camille O'Sullivan... coqueteos con el kitsch pero rendimiento escenográfico cierto. Si quieren saber un poquillo sobre el autor / director / cerebro, aqui tienen el enlace al artículo de la wikipedia sobre Yaron Lifschitz. Estoy publicando esto el martes y están hasta el sábado. "Para todos los públicos" se entiende a veces como sinónimo de "para niños". No. Para TODOS los públicos. |
P.J.L. Domínguez
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