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domingo, 23 de noviembre de 2014

DESDE BERLÍN

Sala: Matadero (Naves del Español) Autores: Juan Cavestany, Pau Miró y Juan Villoro Director: Andrés Lima  Intérpretes: Pablo Derqui y Nathalie Poza Duración: 1.15''
Información práctica (el enlace no operativo puede significar que la función ya no esté en cartel)



Como en el caso de El juego del amor y del azar, hacía meses que esperaba verla. Como en el caso de El juego del amor y del azar, la decepción ha sido proporcional a la espera, aunque con notables diferencias. Flotats lo ha hecho casi todo bien, y no ha sabido recortar el texto hasta dimensiones masticables. Lima tenía unos textos mucho más resultones (con altibajos, son tres autores), pero lo ha hecho casi todo mal.

Ese "casi todo mal" puede resumirse en una frase: no sale ni un segundo del escenario. No, no se asusten, no es que aparezca él mismo en carne mortal (como, por ejemplo, en aquel engendro de Capitalismo, hazles reír). Es que no hay un momento en el que la mano del director no se vea. Les digo a menudo que el mayor elogio que cabe hacer de una dirección es que no se perciba. El espectador debe estar metido en la función, sin que ningún pensamiento del tipo "mira esto que hace ahora" lo saque de ella. Desde Berlín es un constante "mira esto que hace ahora", un sin vivir de amontonamiento de recursos, un dale que te pego de "antes muerto que dejarles actuar tranquilos". El amontonamiento pasa por ponerla a ella a cantar y tocar el piano fuera de escena, proyectando su silueta sobre los bastidores que acotan el lugar de representación; por mandarlos a dar vueltas por ahí detrás de los bastidores; por agotar los efectos de iluminación; por tenerlos yo no sé cuánto tiempo en bolas simulando un coito que ya me dirá usted lo que aporta... En pocas palabras: Lima tiene dos excelentes actores en escena, pero se esfuerza constantemente por ensuciar su trabajo interpretativo. Yo diría que el ejemplo más sangrante es el excelente monólogo que Poza suelta sentada en el suelo, delante de la cama (veo tu cara...). Es un fragmento conmovedor, que ella borda. Pues bien: es interrumpida constantemente por un efecto repetido de sonido e iluminación. ¿Para qué? Me pasé la función recordando una gigantesca pintada que vi en Caracas en 2012 que decía  "DÉJENLO TRABAJAR" (respecto a Chávez, claro). ¿Y si hubiéramos dejado trabajar tranquila a la actriz? Aunque, quizá, el recurso más grotesco sea el que les voy a desvelar ahora, si se dejan. Porque, antes, aviso:


ATENCIÓN, SPOILER

La cama se traga a Natalie Poza. Como lo oyen. A veces me pregunto si los directores de escena no han sido nunca espectadores. Es im-po-si-ble que, si la cama se traga a la chica, el espectador no recuerde Pesadilla en Elm Street, con el consiguiente cortocicuito destrozaclímax. Todos esperamos que vomite a continuación un géiser de sangre. Tranquis, eso no sucede. Pero lo que sucede es que el género muta de improviso del drama a un inesperado gore risible.

Todo el mundo sabe que cuando las camas comen personas, terminan
vomitando sangre.
Pero olvidemos Elm Street. Supongamos que los espectadores son marcianos que no la han visto. Sabemos que Poza se ha quedado dentro del mueble, debajo del colchón. El mueble tiene ruedas. Derqui lo desplaza contra uno de los bastidores. Adivinen para qué. Acertaron: para permitir otro efecto (por el que la sombra proyectada de Poza parece sentarse en el borde de la cama). Por supuesto, mientras el mueble se mueve, todos y cada uno de los espectadores piensan "ay, ay, pobre chica encerrada y zarandeada a oscuras en ese angosto compartimento". Toma sopapo destrozaclímax.

"Cualquiera va a ver esto", se dirán. Bueno, se lo dirán si se fían de mí incluso después de leer a Ordóñez (cosa improbable), que dijo que Lima "firma aquí su mejor trabajo de los últimos años, el más hondo, medido y cuajado". Ya han visto que estoy en ligero desacuerdo, pero me apunto a todos los elogios que dedica a los actores. Es más: les recomiendo que vayan a verlos.

La función no es un desastre, exclusivamente porque Pablo Derqui y Nathalie Poza son dos intérpretes excepcionales que aprovechan todos y cada uno de los resquicios que la dirección de escena les deja para prestar carne y hueso a estos dos seres destrozados por su propia incapacidad para vivir. El primero deslumbró, también en el Matadero, en el Roberto Zucco de Julio Manrique. La segunda estaba de muerte en A cielo abierto con Pou y salía indemne (algo casi milagroso) de Capitalismo, hazles reír. Especialmente brillante la escena de la desaparición del supermercado, en la que creo adivinar la humanidad y el humor de la escritura de Villoro. Pero están perfectos cada vez que abren la boca e incluso cuando no la abren (exceptuada la mencionada escena de sexo, de planteamiento imposible). No voy a glosarlo todo (tienen el trabajo interpretativo muy bien descrito en la crítica de Ordóñez), me limitaré a mencionar un detalle: la violencia es muy difícil de reproducir en escena; si te pasas de naturalismo; repele; si te pasas de estilización, parece mimo. También en eso están en un infrecuente punto justo. 

Me gustaría sugerir un experimento: dejar a estos dos grandes en un escenario vacío -sin piano en off, sin proyecciones, con una cama sin aparato digestivo, una iluminación modestita y el acertado vestuario de Beatriz San Juan- y que dijeran los textos sin interferencias. Yo creo que se nos comían crudos.
P.J.L. Domínguez

No quiero ocultarles que también a García Garzón le encantó. Contra tanta autoridad, encuentro sólo un par de compañeros en el bando de los aguafiestas: Sergi Doria en El Mundo y Juan Carlos Olivares en Time Out. Ya juzgarán ustedes. A fecha de hoy, los ocho votos que figuran en la web de la Guía del Ocio arrojan un 2'4 sobre 5.
           

viernes, 11 de octubre de 2013

ROBERTO ZUCCO

Sala: Matadero (Naves del Español) Autor: Bernard-Marie Koltès (versión de Cristina Genebat)) Director: Julio Manrique Intérpretes: Pablo Derqui, Laia Marull, Andrés Herrera, María Rodríguez, Xavier Boada, Rosa Gámiz, Xavier Ricart y Oriol Guinart. Duración: 2.00' 
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)




  Vaya por delante que tengo mis más y mis menos con el texto. Desde luego, miren ustedes donde miren, leerán que es una de las cumbres de la dramaturgia del siglo XX. En fin, no negaré que es un gran texto, pero no sé yo si una cumbre. En lo relativo a la carga poética de fondo, Roberto Zucco es un epígono (y un epígono dulcificado) de los antihéroes de Genet, cada día lo tengo más claro. Desde luego, no soy el primero que ve el parentesco (pongan los apellidos de ambos autores en Google y encontrarán de todo: aquí tienen a alguien que lo dice bien clarito), pero me extraña que la crítica teatral no lo mencione con mayor frecuencia. Que esta inversión de los valores corrientes en un ejercicio de glorificación de la violencia y mitificación del violento se admire sin citar el original. Y no me refiero a la mayor o menor cercanía del teatro de uno y otro, sino al universo referencial que hay detrás de esta obra, y que es idéntico al de novelas como Notre-Dame-des-Fleurs, Journal du voleur o Querelle de Brest. La voz dedicada a Koltès en la wikipedia en francés habla de las influencias de Rimbaud o Claudel, pero ni una palabra sobre Genet. Sin embargo, la wikipedia en inglés califica de  "evidente" su influencia.


  ¿Quieren una hipótesis descabellada sobre estos extraños fenómenos? Koltès fue, como repite todo el mundo, un homosexual en un mundo heterosexual (no sé si la frase es suya o de algún crítico temprano). Su antihéroe es heterosexual. Genet se ha mantenido, aún hoy, en el cajon queer. Sus antihéroes son homosexuales. Lo que se llama cultura gay. Les parecerá una tontería, pero esas cosas crean barreras mentales a la hora de relacionar esto con aquello. Por cierto, algo habría que decir también sobre Pasolini a cuenta de toda esta historia, pero estamos escribiendo una crítica, y no un ensayo.

  Eso respecto al fondo. Respecto a la forma, y que me perdone la crítica mundial, estoy de acuerdo con la señora que les decía a sus amigas a la salida del Matadero "le sobra un poquito". Siempre tengo la sensación de que le sobra un poquito. Pero claro, ¿quién es el guapo que se atreve a meter una buena tijera a Koltès? Me parece más redonda De noche, justo antes de los bosques, e incluso Combate de negro y perros, que no se hace precisamente corta. Pero el Zucco se me antoja siempre un poco desflecado. Me consuela un poco leerle a Ordóñez que a él no le gustó durante mucho tiempo. Y, desde luego, no soporta una mala interpretación. Hay cosas que pasan por encima de lo que sea (no sé, Melocotón en almíbar, por ejemplo) y otras que, como no estén primorosamente representadas, apaga y vámonos. Koltès y Genet son gemelos en esto. Baste como muestra el insufrible Zucco de Pasqual en el María Guerrero allá por 2005 ó 2006, o el tedioso Balcón de Facio en el Matadero en 2010.


La imagen no es un montaje, es una foto real de cómo los distintos ambientes de
cada escena están compactados en un único bloque.
  Nada más lejos de la excelente lectura que Julio Manrique realiza, y que ya se llevó a la crítica de calle en Barcelona (ver enlace anterior a la de Ordóñez). Una lectura... compacta, diría yo, de la que la escenografía de Sebastià Brossa -con todos los ambientes amontonados- es la plasmación visual. Es como si todos los elementos en juego, sobre todo la interpretación, se hubieran concentrado en el objetivo de que ninguno de los flecos mencionados quede colgando. No hay tiempos muertos, apenas hay respiro entre escena y escena. Uno engulle tanto la peripecia como las salidas por la tangente lírica como las ocas cebadas para producir foie: sin pensárselo. Creo que es la única manera de que el espectador asuma el texto en su conjunto, sin perderse en los meandros, y creo que Manrique lo ha hecho a la perfección. Ese fluir sin fisuras se agrieta quizá un poco en la complicada escena con rehén -algo pariente de Splendid's de Genet- donde habría que sentir una aceleración que pase por encima de una escritura que baila entre lo verosímil y lo poéticamente incendiado.

La mirada de Pablo Derqui
En resumen, es éste un Roberto Zucco que da lo mejor del texto, algo que no sería posible sin unos excelentes intérpretes. A comenzar por Pablo Derqui, que da la medida del personaje con una simple mirada. Todos lo hemos visto histriónico en Isabel, en un personaje al que todo tenía que írsele de boquilla. Éste es su exacto opuesto, alguien que, como la funcionaria asesina "con su sierra sabe qué hacer". No le hacen falta alardes. Gran actor, gran Zucco.

  El resto no le va a la zaga. Maravilloso monólogo final de Laia Marull. No menos maravillosa lección de interpretación -repetida personaje tras personaje- de Xavier Boada. No menos maravillosa pareja de hermanos de María Rodríguez y Andrés Herrera. Rosa Gámiz, excelente como madame del burdel y madre del asesino. Y, como decía más arriba, la escenografía es un personaje añadido que ayuda lo suyo.
P.J.L. Domínguez