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martes, 26 de abril de 2016

EL TROMPO METÁLICO

Sala: Teatro del Arte Autora y directora: Heidi Steinhardt  Intérpretes: Anabel Alonso, Jesús Ruyman y Marina Cruz Duración: 1.20'
Información práctica (el enlace no operativo puede significar que no está en cartel)



Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

Podría contar que El trompo metálico es el retrato de una pareja tronada que se dedica a vejar a su hija de mil maneras con el pretexto de educarla. No mentiría, pero me quedaría tan corto como si dijera que Esperando a Godot va de dos tipos a los que dan plantón. Aunque los ecos de fondo -parentesco temático, sadismo- provienen más de La lección de Ionesco. 

El trompo es, como cualquier pieza de teatro no convencional, un pulso contra sí misma, una apuesta por articular un mecanismo que –sin la ayuda de la lógica- se mantenga en pie y camine durante ochenta minutos. La función tuvo excelente acogida en Argentina aunque, vista esta versión, cuesta imaginarla sin Anabel Alonso. Una máquina. No se puede decir otra cosa de una intérprete que no afloja ni por un segundo la tensión extrema en la composición de un personaje neurasténico, iracundo, que roza el clown por momentos y que llega hasta a ladrar (casi me caigo de la silla de risa). Jesús Ruyman y Marina Cruz están perfectamente centrados al lado de este ciclón, y no es poco decir. Una rareza que hace cosquillas en el intelecto y que no deberían perderse los espectadores inquietos.

Nada menos que cinco meses más tarde, me doy cuenta de que Marina Cruz estaba en Los iluminados, y que ya me gustó entonces. A ver si me la encuentro otra vez en alguna parte.
P.J.L. Domínguez 
          
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lunes, 23 de febrero de 2015

EL EUNUCO

Sala: Teatro La Latina Autor: Jordi Sánchez y Pep Antón Gómez (libremente basados en Terencio) Director: Pep Antón Gómez Intérpretes: Anabel Alonso, Marta Fernández Muro, Jorge Calvo, Antonio Pagudo, Pepón Nieto, Jordi Vidal, María Ordóñez, Alejo Sauras y Eduardo Mayo Duración: 2.05'
Información práctica (el enlace no operativo puede significar que ya no está en cartel)


La foto es de Mérida, pero en La Latina se han conservado esas estructuras como
única escenografía. Claro, al fondo no hay columnas romanas.
Se llevó el Premio Ceres del Público al Mejor Espectáculo en la pasada edición del Festival de Teatro Clásico de Mérida pero... ¿qué quieren que les diga? Ni fu ni fa. La versión, justita, no es que tire a nadie de la butaca de risa. La escenografía, más bien tirando a fea. La dirección, francamente mejorable. Una pena, con un plantel de actores y actrices en el que no desentona nadie. Soy tan fan de Anabel Alonso como el país entero. Confieso que Pepón Nieto me sorprendió, con un registro de farsa perfectamente colocado. Me sorprendieron también Eduardo Mayo y Jordi Vidal, a los que no conocía. Que Pagudo, Calvo y Fernández Muro (lástima que tenga un papel tan poco lucido) lo hagan bien no sorprende. El cartel promete a los cuatro vientos por todo Madrid que Alejo Sauras saldrá semidesnudo, y sale, en eso no hay engaño. Por suerte, también sale bien del papel. Y María Ordóñez, a quien vi hace tiempo en ese peculiar y atractivo invento que se llamó La mirilla, se llevó otro premio Ceres, (el de la Juventud, curioso nombre). Éste sí, lo hubiera votado encantado: es monísima de la muerte, tiene presencia escénica, sabe actuar. 

Vamos, que están bien todos, pero que al invento le falta salero por bastantes lados. Tampoco es que se aburra uno, pero hemos toreado en plazas mejores. Hala, para que no digan que les endilgo siempre tochos de varios capítulos.
P.J.L. Domínguez
          

miércoles, 27 de febrero de 2013

LASTRES

Sala: Teatro Bellas Artes Autor: Jorge Roelas Directora: Heidi Steinhardt Intérpretes: Anabel Alonso, Marta Belenguer, Ana Fernández Duración: 1.30'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la obra ya no está en cartel)


Ana Fernández, Anabel Alonso y Marta Belenguer.


La idea está bien. Fueron al mismo colegio, donde ya se odiaban cordialmente. Siguieron relacionándose de mayores, convertidas en tres mujeres egoístas, torcidillas y pasablemente incultas, algo entre sainete de barrio bajo y clase media de quiero y no puedo. Hasta que el tópico embrollo entre tópicas mujeres de tópica vida mediocre las llevó a dejar de hablarse. Siete años después, una de ellas organiza una cita en su casa, sin aclarar intenciones. Sí, la idea da para una comedia entretenida, que es lo que parece buscarse. Incluso el desarrollo -o sea, lo que va ocurriendo- está correcto. Lo que no da es el diálogo. La comicidad está basada, en su mayor parte, en la repetición estentórea y obsesiva de cosas como "puta vaca gorda", y en tonterías del tipo "tú y yo / ¿tú y yo? / no, va a ser yo y yo / ¿yo y yo? / ¿cómo va a ser tú y tú? yo de yo y tú de tú". Por supuesto, la cita no es literal, no sé ni cómo han memorizado las actrices semejantes intercambios de memeces que quizá sostienen diez minutos de gag televisivo, pero que no pueden derramarse sin cuento sobre hora y media de espectáculo. El texto sólo se redime durante el ratillo en el que las tres, una tras otra, se explican en sendos monólogos. Es el único momento de descanso.

Encima, esto está dirigido como empiezan ustedes a sospechar. Desde el primer momento, y hasta el final, las actrices vociferan completamente pasadas de vueltas, representando no ya caracteres grillados, sino caricaturas grotescas. Sólo se salva, en cierta medida, Ana Fernández, que ha tenido la suerte de verse adjudicar un registro algo más comedido. Esta magnífica actriz -muy bien en Regreso al hogarallá por 2009- da la pauta de lo que hubiera podido hacerse: va más bien tranquilita, excepto cuando le toca soltar las risas de psicópata, muy bien colocadas. Anabel Alonso y Marta Belenguer son excelentes actrices de comedia, por las que tengo especial debilidad. Todo el mundo las conoce de la tele, así que poco hay que explicar. A la primera no la he visto en teatro; Belenguer estaba estupenda en Terapias del gran Durang, montada por La Pavana. Aquel personaje estaba también considerablemente descacharrado, pero la interpretación no se desparramaba como en Lastres. Le han asignado un registro imposible, se la ve completamente fuera de lugar, como si no entendiera lo que hace (cosa que no me extraña). Alonso, que debe de estar más acostumbrada al tono apayasado, sale algo mejor parada de los repetidos trompazos tras el sofá y de su parte de griterío ininterrumpido. No sé cómo le aguanta la voz las dos funciones del sábado, y no lo digo en broma. Una duda en favor de la dirección: el texto es tan flojo, que quizá la única salida era este enfoque desaforado. Quizá.

En fin, se habrán dado cuenta de que la función me pareció un desastre imposible. Así es. Sin embargo, tengo que decir que el público que llenaba el teatro, incluida mi señora madre, no paró de reírse con todos y cada uno de los gags de medio pelo. Y, como saben, el público tiene siempre razón. Estaría bueno.

P.J.L. Domínguez