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miércoles, 21 de septiembre de 2016

MI LUCHA

Sala: Teatros Nuevo Apolo Autores: Félix Sabroso, Antonia San Juan, Arthur Lee Kopit,   Pedro Almodóvar y Enrique Gallego Directora e intérprete: Antonia San Juan Duración: (he perdido el apunte)
Información práctica (el enlace no operativo puede significar que no está en cartel)


Encuentro la foto en aforolibre.com
Me he puesto a repasar todo lo que no publiqué la temporada pasada y acabo de caerme de un guindo inesperado: se me olvidó Mi lucha. Sigue en cartel, así que quizá sirva de algo que les copie la crítica de la Guía del Ocio:

Hay grandes intérpretes que se trasmutan en otro como por arte de alquimia, y es un espectáculo verlos. Dejan de ser lo que son para encarnar una sustancia distinta. Pero los hay también que, poseedores de ese don indefinible que llamamos carisma, saben usarlo como una varita mágica para tocar con él al personaje y construirlo sin dejar de ser lo que son. Como Antonia San Juan.

    Sumemos: actúa sola y es una actriz muy popular en su registro cómico. Pero la etiqueta que parecería resultar de esta suma -monólogo cómico- se queda muy corta. En primer lugar, los textos y su interpretación están lejos del humor inocuo de lo que el gran público entiende últimamente por monólogo (la stand-up comedy). La crítica de algunos estándares sociales –del periodismo rosa al españolismo militante- es feroz, y no salva ni al público presente. Pero, además, lo que otorga su verdadera dimensión al espectáculo es el ir y venir de la San Juan de sí misma a los personajes y regreso. 

En una atmósfera de humor cáustico y denso, desfilan mujeres más o menos alejadas de la realidad (la modelo en declive, la viuda negra, la gemela psicópata, su propia gemela lumpen) hasta que llega una que está en el mismo centro de la realidad sucia: una prostituta. El monólogo en el que se solapan el personaje y la actriz, entre el melodrama y el disparate, es la cumbre de la función.

Tengo unas cuantas cosas más de las que no dije nada, completamente caducadas pero que merecen reseña. A ver si exprimo algún minuto de aquí y de allá para escribir algo.
P.J.L. Domínguez

          

lunes, 10 de junio de 2013

PERDONA BONITA PERO LUCAS ME QUERÍA A MÍ

Sala: Teatro Infanta Isabel Autores: Dunia Ayaso y Félix Sabroso Director: Israel Reyes Intérpretes: José Carlos Campos, Víctor Formoso, Yanely Hernández, Mingo Ruano, Octavi Pujades, Lili Quintana y Mari Carmen SánchezDuración: 1.35'


Hernández, Quintana, Sánchez, Ruano, Formoso y (atrás) Campos. Si me pillan algún error, avisen por favor.

¿Quién no recuerda Perdona bonita, pero Lucas me quería a mí? Ahora que lo pienso, los menores de 35. Por si hay alguno leyéndome, le diré que supuso el despegue de Dunia Ayaso y Félix Sabroso. Ahí abajo les he puesto el cartel. Se les etiquetó entonces como epígonos de Pedro Almodóvar, pero el tiempo va matizando esa etiqueta. Sobre todo, porque el manchego, que parecía, con su fulgor, una supernova de aparición espontánea, se va viendo con algo de perspectiva claramente ubicado en una larga tradición que llegaba hasta la comedia del tardo-franquismo. Sólo que con el argot renovado y más tacos. Dicho sea sin quitarle un ápice de su genialidad primera: Qué he hecho yo para merecer esto, Entre tinieblas y La ley del deseo deberían ser de visión obligada en los colegios, como la lectura de El lazarillo de Tormes. Con las cosas así reordenadas, Ayaso y Sabroso son un eslabón más que aprovechó el rebufo. Están haciendo bastante teatro últimamente: me gustaron De cintura para abajo (comedia tirando a clásica) y Lifting (espectáculo de gags). Adaptan ahora Perdona bonita, comedia con muerto, uno de los subgéneros favoritos de los españoles (repasen, repasen su memoria).




Tres tópicos mariquitas (el gordo neurótico, el promiscuo de gimnasio y la "indi porrera globalizada") alquilan una casa al hombre de sus sueños, que amanece un día ensartado por seis cuchillos. Llegan después la asistenta, que es de Alpedrete, y una extraña pareja de mujeres policía, la tensa y la tonta. Como exigen los cánones policíacos, ha podido ser cualquiera. 

La adaptación es buena. Incluso brillante. Nadie diría que esto fue antes una película. Le cuesta un ratito despegar, pero es un ratito asimilable al clásico primer acto de presentación. A partir de la irrupción de las polis cantando "No soporto tu punto exótico" los engranajes empiezan a rodar. Israel Reyes (le vi en 2010 Reyes que amaron como reinas, una cosa con bastante chispa) la dirige sin desparramar recursos, y tengan en cuenta que las situaciones podían dar pie a un delirio escénico queer. Casi una única licencia: dos paneles situados a ambos extremos del escenario, que simulan las paredes traslúcidas del baño y de la habitación del difunto Adonis, y que permiten que parte de la acción se vea como una sombra recortada. Bien usados. Los flash-back se despachan limitando la iluminación a un ángulo del escenario, no hace falta más. Ah, también hay una puerta de entrada y un mostrador que se desplazan según convenga, y también funcionan. Fin de los artificios. Todo eso lo firma Víctor Medina, pueden ver algo de la escenografía en este vídeo.


¿Es un musical? Hace unos años se hubiera llamado comedia con canciones, algo para lo que no hacen falta las estrepitosas condiciones vocales que un musical exige. Pero ahora, ya saben: si hay música, es un musical, los tiempos mandan. Cantan, desde luego. Sobre todo, me pareció, Mingo Ruano y Yanely Hernández. El resto más o menos, lo suficiente. Con un acompañamiento tirando a sintetizador ratonero, quizá lo más flojo de toda la función.

Un texto de estas características, basado en lo disparatado de las situaciones, en lo descacharrado de los personajes y en la comicidad de la réplica, se sostiene casi exclusivamente en la interpretación. El más justito es, como casi siempre, el guapo (lo tienen en la foto), aunque, como casi siempre, es el papel de menor lucimiento (lucimiento interpretativo quiero decir; lucir, lo que se dice lucir, luce). 


Formoso cumple, y Campos tiene algún momento brillante. Mingo Ruano ya me gustó en Reyes que amaron como reinas. Hace otras cosas, pero esto de locuela le sienta como un guante. Mari Carmen Sánchez, estupenda, compone una chacha clásica,  lenguaraz y descarada, en la línea de la mítica Josele Román. Se queda con la mejor escena de la función,  que recuerda a Un cadáver a los postresmoviéndose sin decir ni pío por detrás de los que hablan. Lili Quintana y Yanely Hernández (las tienen en la foto) arman una pareja antológica. Quintana, intentando mantener el tipo de comisaria modelo mientras hace equilibrios al borde de un brote psicótico embutida en un traje chaqueta. Hernández, rendida admiradora de su jefa, embutida a su vez en un modelito dorado -tiene una boda luego- carga, y carga con maestría, con el imprescindible papel de la tonta de la comedia. Esta chica tiene el instinto certero del tiempo que hay que esperar para soltar la frase y provocar la carcajada.

Perdona bonita entretiene y hace reír. De eso se trataba. Como les decía, le cuesta un poco entrar en harina, pero una vez que empieza a funcionar va creciendo hasta el final. Al texto le veo todas las virtudes necesarias para que pueda adaptarse con éxito a cualquier sitio. Tiene una mecánica de perfecto estándar internacional. Si yo fuera su autor, estaría encargando traducciones al inglés y al francés, y enviándolas por ahí.
P.J.L. Domínguez
           

lunes, 1 de abril de 2013

LIFTING

Sala: Teatro Infanta Isabel Autores y directores: Dunia Ayaso y Félix Sabroso Intérpretes: Miren Ibarguren, Elisa Matilla, Josele Román y Pepa Rus Duración: 1.20'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)



Ayaso y Sabroso están que no paran con el teatro. Me gustó bastante Por debajo de la cintura, menos la anterior. Lifting está bien, y tiene una virtud muy conveniente en todos los órdenes de la vida: va de menos a más. 

Acierto: el casting. Desde que empezaron a circular fotos por ahí, estaba muerto de ganas de ir a ver a estas cuatro. A Miren Ibarguren y a Pepa Rus las conocerán como si fueran de la familia, es lo que tiene la tele. El primer lugar donde Ibarguren comenzó a tener mucha presencia fue (creo) Escenas de matrimonio, eso que todo el mundo aborrecía pero que todo el mundo veía, y de donde salió también Dani Muriel (¿Ven? No hay mal que por bien no venga). Está ahora en Aída, última reencarnación del género patrio por excelencia: el sainete. Tiene el feliz don de parecer una chica tierna y encantadora capaz, sin mover una pestaña, de transformarse en tiranosauro rex y soltar un rugido que hace temblar los peinados de la fila catorce. Le sobra vis cómica por los cuatro costados. Como a Pepa Rus, otra de Aída, a la que vi en Chirigóticas, una función que le quedaba muy pequeña. Elisa Matilla se ha hecho también su cuota de tele, aunque la he visto menos.


Josele Román
El gran bombazo de Lifting es la reaparición de Josele Román. Afinemos: no es que hubiera desaparecido. Empezó en el teatro (¡con Conchita Montes!), pero se hizo enormemente popular como secundaria del cine de los años setenta. En 1977 apareció en nada menos que once (ONCE) películas. Se la toparán cuando las pasan en la tele, soltando cualquier lindeza por esa boca, a menudo en el papel característico de chacha respondona. Dirán lo que quieran del cine de consumo de la época, pero los diálogos eran la traca (herederos a veces evidentes de la tradición de Jardiel y Mihura). 


A esta mujer se le nota hasta de espaldas que debe de ser un espíritu libre: lo mandó todo más o menos a freír puñetas, y, desde Tráiler para amantes de lo prohibido (Pedro Almodóvar, 1985), ha tenido algunas apariciones en series de televisión y, ocasionalmente, en el cine. También se ha dedicado a la música con distintos grupos: hablando de espíritu libre, oigan Hija de puta internacional (el cariñoso apelativo es empleado por Miren Ibarguren en una de las escenas de la función). A nada que le interese, lo mismo se pone de moda. ¿Saben esas cosas que flotan en el aire? Hace unos meses se me reinstaló en la memoria después de verla en una peli antigua. Al poco, una amiga me contó que la había convencido para rodar un corto. Ahora Lifting, donde está estupenda en varios papeles (incluso en uno mudo que parece un cruce entre Maite Zaldívar y Carmen de Mairena). Espero que sea, por lo menos, el comienzo de una presencia más asidua.


Miren Ibarguren y Dani Muriel en Escenas de Matrimonio
Decíamos que Lifting va de menos a más. Lo cierto es que los primeros quince minutos despegan con dificultad, pero denle un rato. Es una ristra de escenas aisladas (he leído por ahí que diecisiete, no las conté), cada una en un planeta distinto, así que cuando llega una buena las anteriores ya no le importan un bledo al espectador. Los autores oscilan entre su estilo habitual de sainete petardo y otra veta, que no les conocía, de franca deriva al absurdo. Esto último ha sido un descubrimiento, porque les sale francamente bien. Es el caso de las escenas de la mujer automutilada (espléndida Matilla de autocarnicera y espectacular Román como su marido) o la de Que yo no me he comido a Mariló, donde brillan Ibarguren y Rus. 


Elisa Matilla
Cada uno saldrá contando su copla, pero mi lista de interpretaciones favoritas, además de las de Josele, es ésta: Rus como dependienta de Molafone; Ibarguren de azafata, de superpija compartiendo sala de espera con la superordinaria (con unos minimovimientos de cabecita que sólo una actriz como la copa de un pino puede parir) y, cómo no, de presentadora de la convención de misses; Matilla en la historia del bombero y en la que es calificada como hija-de-puta-internacional.


Pepa Rus
Les voy a decir ahora cómo salgo del teatro según haya sido la calidad de lo visto. Excelente: eufórico. Bueno: contento: Mediocre: aburrido. Malo: bufando. Malísimo: divertido. Pero Lifting pertenece a otra categoría que no sale en esa escala, que me pone un poco tristón. Yo llamo a esas funciones le-falta-un-centímetro. Es una buena comedia, el público se troncha y todo eso, pero con un pelín más, podría ser la pera. Bastaría eliminar las tres o cuatro escenas más flojas (o reescribirlas) y pulir un poco algunas cuestiones de dirección: algún remate de escena, alguna decisión cuestionable (como no dejar sola a Elisa Matilla con la historia del bombero, que enfoca perfectamente, hasta cambiando la voz, en su inicio como monólogo).

Nota final: ante la mención de la palabra SOBRE, el público rompe a aplaudir. Les decía el otro día, a propósito de A cielo abierto, que, desde hace meses, basta la menor alusión tangencial a la corrupción o a los políticos para que los teatros se vengan abajo. Atención, atención, que el pueblo soberano está harto. Y eso que tenemos que suponer que los que llenan las salas todavía cobran un sueldo.
P.J.L. Domínguez