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domingo, 20 de mayo de 2018

LA VALENTÍA

Sala: Teatro Pavón Kamikaze Autor y director: Alfredo Sanzol Intérpretes: Jesús Barranco, Francesco Carril, Inma Cuevas, Estefanía de los Santos, Font García y Natalia Huarte Duración: 1.45'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Estefanía de los Santos e Inma Cuevas
Como a tantos, me encanta Sanzol. Uno de los imprescindibles, que se pueden contar con los dedos de una mano. Puedo equivocarme, pero creo que lo he visto todo desde Sí, pero no lo soy.  (Les dejo los enlaces a La ternura -no se la pierdan, que vuelve- Historias de Usera, La calma mágica, La respiración y Esperando a Godot, la única de la que no era también autor y la única que no me gustó. No tengo reseñas de la gloriosa Días estupendos ni de su gloriosísima aportación a El manual de la buena esposa). Siempre es difícil hacerse con las coordenadas de un creador y disfrutarlo al primer encontronazo, pero ya aquello me pareció una cosa estupenda. De esas cosas estupendas que satisfacen al mismo tiempo el hambre intelectual y las ganas de pasarlo en grande. Sanzol se las arregla siempre para soltar lo más relevante con el aire de quien hace un comentario en el ascensor, algo que agradezco con pasión, aplastado por tanto montaje pretencioso como se ve por ahí. Ha encontrado un lugar propio entre la comedia sentimental y la comedia costumbrista de réplica chisporroteante por el que transita con comodidad admirable.

Dicho todo esto, La valentía es -al menos en su estreno- un sonoro patinazo. ¿Por qué digo "al menos en su estreno"? Verán. Me aburrí a ratos, lo peor que puede pasar en un teatro. Pero estoy dándole vueltas al texto desde la noche del jueves, y me parece que es tan bueno como los anteriores. Con lugar para la carcajada, para el sentimiento y para su puntita de melodrama. Y, sin embargo, nada encaja. La primera escena ya anuncia lo que va a venir, con Estefanía de los Santos en ese realismo intenso que ella sabe bordar e Inma Cuevas instalada en el estereotipo. ¡Inma Cuevas! Inma Cuevas es la bomba hasta cuando la meten en ese pestiño infumable de Comedia multimedia, así que si está haciendo aquí de marioneta en las antípodas de cualquier construcción del personaje, si utiliza esa prosodia amanerada, si -en suma- se apunta a la construcción estilizada de una determinada pose cómica, no es porque se le ha ocurrido a ella solita. Sanzol debe de estar de acuerdo. Y, a lo mejor, esto hubiera funcionado si estuvieran todos ahí, pero es que no lo están. 

Cuando habla, podríamos estar perfectamente en un montaje de Lina Morgan (dicho sea sin sombra de menosprecio). En cuanto Estefanía de los Santos abre la boca más de dos minutos, viajamos a un melodrama pausado tirando a De Filippo. Si sale Francesco Carril, comedia disparatada. Jesús Barranco, Mihura. Digamos de paso que, en mi modesta opinión (no soy director de escena, eso que salen ustedes ganando) el tono que mejor le va al texto es uno de estos dos: el de Carril o el de Barranco.

En resumen, hay un gigantesco rompecabezas de tono, estilo y registro que impide que se ejecute en condiciones lo único imprescindible en una comedia de carcajadas: el control de tiempos. O las encajas en su sitio o no hay nada que hacer, y de esto nadie puede darle lecciones a Sanzol. Por eso decía "al menos en su estreno". A veces, a base de repetir funciones, los intérpretes van encajando. No me sorprendería nada que dentro de quince días todo funcionara como un tiro.

Se entiende, por tanto, a dónde quería llegar Sanzol, pero me temo que no ha llegado. Me pasé la función pensando en Paso. El primer whatsapp que me llegó a la mañana siguiente con comentarios sobre el estreno hablaba de Paso. Otros dos de mis interlocutores han mencionado a Jardiel. Si me lo permiten, esto es Jardiel - Mihura - Paso - Azcona... y un larguísimo etcétera en el que caben la citada Lina Morgan y hasta el José Luis López Vázquez de esas españoladas disparatadas de los sesenta y los setenta que tantas veces se despachan con displicencia y que dan más de una sorpresa cuando se detiene uno a mirar los créditos del guión. Nótese que esa tradición que esbozo está repleta de cadáveres y fantasmas, reales o ficticios (ah, es que de eso va la comedia, que no le he dicho aún). Puestos a repetirles lo que la gente comenta, también es casi unánime el reproche a los gritos. El arranque es así, en la primera escena ya citada, algo que casi siempre presagia desastre. La pasé pensando "bueno, ya llegará el sosiego", pero lo cierto es que se grita demasiado. Respecto a comentarios, y como hace nada les mencionaba aquello de oír algo en la puerta del teatro y ver después escrito exactamente lo contrario, sepan que me ha vuelto a pasar. Me llegó nítidamente a los oídos el juicio que alguien  hizo a la salida y leí unas horas después lo que escribió en la red. Sólo les diré que no es ningún desconocido. Debo de ser idiota, pero estas cosas me siguen descorazonando.

Estefanía de los Santos (La distancia, Siempre me resistí a que terminara el verano, Las plantas, Marca España), Francesco Carril (Furiosa Escandinavia, La cortesía de España) y Jesús Barranco (Historias de Usera, Los Mácbez, La cena del rey Baltasar) están de muerte (aunque, lamentablemente, cada uno en una comedia distinta). Todo el mundo sabe que Barranco y de los Santos llegan casi a la infalibilidad (yo diría que las mejores escenas son las del primero farfullando a solas y un monólogo de la segunda), pero atentos a Carril. Ya me pareció en Furiosa Escandinavia que podía ser un actor que estaba creciendo a marchas forzadas, y La valentía lo confirma. La función sube enteros cada vez que abre la boca. Huarte y Font pasan más bien desapercibidos.

Tampoco les ha gustado la cosa a Luis del Amo en Diarioabierto.es y a Kritilo (las dos primeras críticas que vi que salían, antes de que mi semana saltara por los aires y me dejara sin tiempo para seguir buscando). Aunque no estoy de acuerdo con el segundo respecto al texto. Yo creo que deja mucho margen para una excelente puesta en escena. A del Amo le parece indigno que, en lo más serio, salten las carcajadas. En esto no puedo estar más en desacuerdo: me parece uno de los rasgos más característicos y más interesantes del teatro de Sanzol. Llamémoslo la carcajada reflexiva.

Último apunte: la escenografía, sin estar mal, poco aporta. Imagínense la misma función a pecho descubierto, como La ternura. ¿No quedaría todo igual?
P.J.L. Domínguez
          

domingo, 2 de abril de 2017

FURIOSA ESCANDINAVIA

Sala: Teatro Español Autor: Antonio Rojano Director: Víctor Velasco Intérpretes: Sandra Arpa, Irene Ruiz, David Fernández "Fabu" y Francesco Carril Duración: 1.35'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no esté en cartel)


Fabu, Carril, Arpa y Ruiz
Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

BRUMAS

Al crítico se le piden certezas. ¿Qué provecho encontraría el lector en un “no sé yo qué decir”? Se le veda así lo que suele considerarse una postura más inteligente, la de salir, como suele decirse, con más preguntas que respuestas: el teatro como medio para generar la duda, la incertidumbre que el espectador resolverá como pueda en un proceso de maduración personal.

    Uno es espectador antes que crítico y, por más certezas de oficio que se imponga, a veces el sentido común le aconseja la indecisión. Eso me ocurre con Furiosa Escandinavia. Creo haber entendido a dónde quería llegar; no estoy muy seguro de saber si ha llegado. 

El texto de Rojano es potente y da enorme juego escénico. Cuenta –o enreda- la borrosa historia de tres parejas entremezcladas (con dos miembros perdidos, quizá en Noruega): amores en estado de derribo y pastillas para reconstruir recuerdos. Velasco ha exprimido a conciencia las posibilidades de la excelente escenografía de Alejandro Andújar hermosamente iluminada por Lola Barroso. También ha encontrado el lugar interpretativo en el que ubicar estas brumas, pero creo que se excede en las licencias: los gritos de Arpa, por ejemplo. Me gustó Carril, un actor que parece ir creciendo. A ratos se me hizo estupenda, a ratos… no sabría. Seguiré pensando, a ver si maduro.


Y alguna cosilla que no cabía allí:

La vi apenas estrenada, hace semanas. La perplejidad me duró bastante. Hasta que me encontré en la puerta de otro teatro a JL, que me dijo "¡es que no se entiende!". Verán, JL no es el observador recién llegado que mira un Pollock y dice "esto lo puede hacer mi hijo de cuatro años". Aunque algún día les contaré que mi aprecio del arte contemporáneo ha vivido un viaje de ida hasta lo sagrado y vuelta, y que estoy esperando que alguien, de un momento a otro, escriba la gran exégesis de la creación desde las vanguardias incorporando esta apreciación al corpus de hipótesis a tener en cuenta. Pero volvamos al hilo, que me dan un día de fiesta y me pirro por enrollarme. JL ve muchísimo teatro y sabe muchísimo de teatro. "No se entiende" no quiere decir que no sepa perfectamente lo que ha ocurrido desde, al menos, Jarry. 

Me puse a pensar en lo que había dicho, y tiene razón. Furiosa Escandinavia riza en exceso el rizo de jugar al despiste. Entre la estructura a golpe de flash-back y la pastilla reconstruyememoria que la protagonista se chuta, no hay modo de saber si uno debe seguir el hilo que se le propone o simplemente le están haciendo saltar de engaño en engaño. Esto, por sí solo, no la descalifica. Me viene de pronto a la memoria Raíces trenzas, que se parecía un poco en lo de centrifugar en todas direcciones las líneas narrativas. Pero se salvaba más airosa por el lirismo y por el antirrealismo en la escenografía y la interpretación. Furiosa Escandinavia parece animar al espectador -por el realismo escenográfico e interpretativo- a descifrar lo que está ocurriendo, cosa imposible.

No sabría decir, viéndola una sola vez, si esto es achacable ya al texto en origen, o si es la puesta en escena la que ha añadido aún más confusión. Si tuviera que apostar, diría que es un texto muy difícil de poner en escena, pero que podría hacerse mejor, quizá de forma completamente opuesta a la aquí planteada. Velasco ya dirigió antes, y bien, una historia rara, aunque menos rara que ésta. El realismo que le funcionó con El chico de la última fila no aguanta aquí más dosis de rareza. 

Por cierto, las dos estrellas que le pongo en Metrópoli son un error, probablemente mío. Debían ser tres.
P.J.L. Domínguez
          

sábado, 12 de abril de 2014

LA CORTESÍA DE ESPAÑA

Sala: Matadero (Naves del Español) Autor: Lope de Vega Director: Josep Maria Mestres Intérpretes: Elsa González, Sole Solís, Manuel Moya, Jonás Alonso, Alba Enríquez, Natalia Huarte, Borja Luna, Guillermo de los Santos, Francisco Carril, Álvaro de Juan, Júlia Barceló, Laura Romero, Ignacio Jiménez y José Gómez Duración: 1.50'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Francesco Carril, Manuel Moya, Natalia Huarte y Julia Barceló, la revelación
de la función. Ya se la veía venir en la Gerarda de La noche toledana, pero aquí

está de muerte.


Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

Es un secreto a voces que estamos familiarizados con una parte muy pequeña del ingente legado de Lope. Tan infrecuente La cortesía de España que resulta difícil encontrar el texto. Hay que agradecer su exhumación, porque es la bomba. Testimonio de la espantosa condición femenina de… iba a decir “de la época”, pero me lo ahorro. Se pregunta uno siempre hasta dónde llegaba la intención crítica de Lope, velada por finales conformistas. Aquí, se agradece que Mestres modifique levemente ese conformismo: Lucrecia no le dice “a tus brazos” a su marido, sino que le pregunta “¿a tus brazos?”,  como quien exclama “pero, ¿qué dices?” Valiente canalla.




Sencilla, bonita y efectiva escenografía de Notari, con los vídeos de Luna bien integrados y la iluminación de Llorens a favor. Momentos plásticamente muy logrados con cuatro detalles. Serios altibajos de interpretación. Natalia Huarte es muy solvente, ya se vio en La noche toledana. La contraparte masculina, algo menos. El malo, un papel jugoso, bastante verde por ahora. Destacan el gracioso de Álvaro de Juan y, sobre todo, Júlia Barceló, que se lleva la función en cuanto abre la boca o mueve una mano. ¿A quién me recuerda esa voz?

Y lo que no cabía allí:

1.- Si, el texto es la bomba. El vuelo habitual del verso de Lope se combina con una narración vertiginosa que, no sin fundamento, todo el mundo ha comparado con una road-movie. Road-movie acelerada, diría yo, que también las hay lentas. La cuestión femenina es lo que primero salta a los ojos contemporáneos. No voy a hacer una lista de todos los retorcidos principios de conducta que estos seres humanos del siglo XVII aplican en ese campo, pero voy a resaltar el que fundamenta el hilo argumental de la pieza: el chico (Don Juan) rescata a la chica (Lucrecia) cuando es objeto de una agresión en un bosque solitario. A partir de ahí, pasa a estar bajo su custodia, de manera que las decisiones que afectan a su vida las toma él, algo que le parece bien a todo el mundo. ¿Saben cuándo se deduce eso de manera evidente? Cuando la hermana del chico (Leonarda) le dice a éste "¿no estarás pensando meterla en un convento?" (o similar, cito de memoria). O sea, el de las buenas intenciones se convierte en su amo. No vamos a deternos en detallar lo que le hacen, o le quieren hacer, los de las malas. Estas piezas de nuestro Siglo de Oro serían excelentes materiales didácticos para abordar contenidos de igualdad de género en los centros educativos. En Finlandia, claro, a ver quien va a financiar aquí eso ahora mismo. Y mientras, llevamos 22 muertas (el 25 de abril, a saber hoy que es 29).


2.- En las tres fotos que llevamos se hacen una idea de la escenografía: fondo proyectado, galería elevada, puertas, estrado (ah, y una alfombra: parece mentira lo que puede ayudar un elemento tan simple). Sencilla, barata, transportable; bonita, funcional, efectiva... y hasta efectista en algún momento. Las proyecciones indican dónde estamos, una ayuda que no resulta gratuita en una función que cambia de ubicación a enorme velocidad. En esta foto de abajo ven el recurso para representar el bosque: unas telas que se desenrollan de techo a suelo.


3.- Me gustó Manuel Moya en el papel cómico de La noche toledana, pero está aquí -en un dramón- rígido a más no poder. O al menos lo estuvo en mi función. Bastante por debajo de la media de rendimiento de la compañía. Daba la sensación de estar muerto de miedo; si era eso, quizá se le haya pasado después. Carril mejor, pero por debajo de ellas. Huarte, que es muy buena, un poco lastrada por los oponentes (nunca mejor dicho) masculinos. Salí del Matadero dispuesto a fundar el club de fans de Júlia Barceló, pero no hay tiempo para todo. Aquí abajo la tienen, a la izquierda.


De ellos, además de Álvaro de Juan, me gustó Claudio, el villano villanísimo de la historia (los otros son impresentables, pero mantienen los códigos de honor) que interpreta Jonás Alonso. Bien la pareja de la subtrama cómica, Ignacio Jiménez y... creo que José Gómez, pero son tantos que ya no estoy seguro.

Nota adicional: se me olvidaba señalar que, al menos en la Compañía Nacional de Teatro Clásico, hay que saber pronunciar la elle. Digo yo.
P.J.L. Domínguez