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miércoles, 2 de noviembre de 2016

EL PADRE

Sala: Teatro Bellas Artes Autor: Florian Zeller (versión de J.C. Plaza) Director: José Carlos Plaza Intérpretes: Héctor Alterio, Ana Labordeta, Luis Rallo, Miguel Hermoso, Zaira Montes y María González Duración: 1.40'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no esté en cartel)



Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

A primera vista, resulta difícil encontrar el parentesco entre las comedias de Zeller –como La mentira, en cartel en el Maravillas- y este drama de éxito internacional. Yo diría que también a segunda vista. Todo lo que es chispa y movimiento en sus otras piezas es, en ésta, reflexión y sosiego, con el tono justo que permite al respetable deglutir y metabolizar una historia centrada en asunto tan serio como el Alzheimer. Quién no se espeluzna ante este futuro posible y no se acongoja frente a la responsabilidad con sus mayores.


    La pieza cuenta con dos bazas. Una feliz idea de partida. Las “felices ideas” acaban a menudo consumiendo todo el oxígeno disponible y asfixiando el montaje, pero Zeller ha desarrollado la suya con gran pericia. La historia de los mil giros -¿qué ha dicho en realidad la hija? ¿quién es la hija? ¿quién es el yerno? ¿qué le ocurre a la escenografía?- reduce al espectador a la misma perplejidad que sufre el protagonista por la degeneración de su tejido nervioso. Es un texto que sólo puede defender un grandísimo actor: Alterio, la segunda gran baza de la función. Con sus ochenta y siete años –los mismos de Robert Hirsch en el estreno francés- carga con todo, y puede con todo, de principio a fin. Muy bien secundado por Labordeta y por el resto. Me gustaron los signos de puntuación que marca la música de Mariano Díaz.

Sí, es triste, ¿y qué? La música de Chopin es triste, la vida es triste, y ambas cosas tienen una prensa excelente. Alterio está espectacuar, él es toda la función. Y la grandeza del final todo lo redime, la tristeza e incluso el mecanismo dramatúrgico de la pieza (no lo revelaré ahora) que funciona, pero que mondo y sin este remate se quedaría corto. A ver si tengo un ratillo para escribir un poco más.
P.J.L. Domínguez

          

sábado, 4 de abril de 2015

PLUTO

Sala: Teatro La Latina Autor: Aristófanes (versión de Emilio Hernández) Directora: Magüi Mira Intérpretes: Javier Gurruchaga, Marisol Ayuso, Marcial Álvarez, Joge Roelas, Ana Labordeta, Santi Celaya, Toni Misó y Cayetano Fernández  Duración: 1.40'
Información práctica (el enlace no operativo puede significar que no está en cartel)


Javier Gurruchaga, Marcial Álvarez y Jorge Roelas. La foto es de Mérida.

Ya decíamos el otro día, no sé si a propósito de El eunuco, que la comedia envejece peor que el drama (aunque la mejor salud en edad provecta es sin duda la de la tragedia: pongan muertos y la cosa funcionará hasta el final de los tiempos). Hacer que Aristófanes ruede engrasado no es tarea fácil, y esta versión es buena prueba de esa dificultad. Le haría falta una seria poda de las redundancias de todo tipo para empezar a hablar de alguna eficacia dramatúrgica. La pesadez ad nauseam se concentra sobre todo al comienzo, donde avanzar un paso en la narración cuesta una docena de repeticiones de cada información, de cada actitud. Mucho me temo que, como el resto de lastres que la función acarrea, el problema deriva directamente de su formato: nació gran espectáculo para el gran escenario de Mérida, y eso tiene que durar un mínimo de tiempo. Dicho de otro modo: la idea quizá daba para una entretenida comedieta musical de hora y cuarto (ojo, sin quitar ni una sola de las canciones), pero ése no era el formato requerido. Puede parecerles pequeña esa diferencia de veinte o treinta minutos, pero es crucial: en el teatro, media hora puede separar una obra maestra de un pestiño insufrible.


Efecto máscara (ésta también es de Mérida, en
La Latina hay menos coro)
Pluto no es un pestiño insufrible, pero torra bastante. Sobre todo, ya lo hemos dicho, porque la versión estira como el chicle escenas y situaciones que iban perfectamente despachadas con tres o cuatro frases. También porque se ha dirigido con bastante poquita imaginación. La ausencia total de escenografía puede entenderse en Mérida. En La Latina, deja el aspecto visual íntegramente librado a un vestuario tirando a guardarropía (sí, de Caprile, pero tirando a guardarropía) y a UNA idea: el conjunto de los personajes se mueve en abigarrado grupo de uno a otro extremo del escenario ocultando el rostro tras las socorridas máscaras griegas y escamoteando entradas y salidas de los personajes que entran o salen de escena (como en Medida por medida, y que me perdone San Declan Donnellan por mentar su nombre en vano, porque el virtuosismo de aquellos movimientos ni se roza). El deambular se resuelve varias veces con tableau vivant de todos alineados en el proscenio a cara descubierta y con efecto de iluminación. Insisto: tiene su gracia una vez, pero ya más...


Úrsula + ...
En fin, un poco soporífero. Mientras Gurruchaga no abre la boca, claro está. Cuando la abre, la función sube y cambia de género: ya no es una versión de una comedia de Aristófanes, sino el espectáculo unipersonal del más grande histrión vivo que conozco, que si hubiera nacido en Minessotta tendría espectáculo fijo en Las Vegas, pero que este país que le tocó en suerte se permite desaprovechar. Lo que se dice, una gloria nacional. Si se lo perdieron en Carcajada salvaje, lo siento por ustedes (a ver si un día empiezo a subir críticas antiguas y les pongo también ésa). Aquí está espectacular como Pluto y salido ya de toda madre en el papel de la Pobreza. ¿Cómo les explicaría yo la composición de este personaje? Crucen el Hades de Hércules y la Úrsula de La Sirenita, críen al retoño a base de ansiolíticos, elimínenlos de improviso de su dieta y suelten a la criatura en el escenario en lo peor del mono. Antológico es poco, cuando se ajusta la peluca a la vista en el cambio de uno a otro personaje. Hipnótico, sería quizá más ajustado, es imposible mirar a cualquier otro lugar que no sea él. Merece la pena tragarse la función por ver a la Pobreza.


...Hades = ...
Las canciones, que Gurruchaga firma con Marco Rasa, son la segunda baza de la función. Si tengo que elegir, me quedo con Cuánto amor, que Marisol Ayuso canta a su perdido efebo. Ella tiene alguna escena en la que le permiten exhibir todo el conocimiento que tiene de la caída de ojos, el gesto displicente o el ladrido imprevisto, que es mucho. Los demás no están mal (excepto un Tesorero francamente mejorable), tiran del carro todo lo que pueden, sobre todo Marcial Álvarez y Jorge Roelas, que llevan buena parte del peso, pero el carro tiene los ejes muy mal engrasados y avanza dando tumbos.


...la Pobreza compuesta por Gurruchaga. Nadie que la haya visto la olvidará.
P.J.L. Domínguez


Casualidades: Ahora mismo, hay en la cartelera al menos otras dos funciones en las que el protagonista está bastante por encima del montaje: Ojos de agua, con Charo López, y Trágala, trágala con Fernando Albizu. Ya les contaré.