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sábado, 29 de abril de 2017

SÉNECA

Sala: Teatro Valle-Inclán Autor: Antonio Gala (versión de Emilio Hernández) Director: Emilio Hernández Intérpretes: Diego Garrido, Carmen Linares, Esther Ortega, Eva Rufo, José Luis Sendarrubias, Aka Thiémélé, Antonio Valero, Ignasi Vidal y Carolina Yuste Duración: 1.30'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no esté en cartel)


Vi estas fotos y me pareció que sería un horror. Pues no lo es.
He sido injusto con Séneca.  Y todo por saltarme una de mis normas fundamentales: no fiarme de nadie. Es algo que les aconsejo que hagan también. Por supuesto, tampoco deben fiarse de mí a pies juntillas, Verán, conozco unas cuantas personas que han visto mucho teatro y que tienen criterio. Claro que considero sus opiniones, tanto para discutir a veces algún juicio -y, quizá, matizarlo- como para tomar decisiones tácticas sobre si ver antes esto o aquello, que a todo no se llega. Sin embargo, procuro dejar siempre un núcleo duro intacto en mi fuero interno, una especie de bastión del juicio que no se deje penetrar por ninguna opinión ajena. Les parecerá quizá todo muy solemne, pero nada de eso. No se crean que me tomo muy en serio el resultado final del proceso. Sólo que me gusta que ese resultado sea mío y no inducido.

Con Séneca, todos mis informantes fueron despiadados, sin la menor fisura. Un horror. Ante tanta unanimidad decidí, más bien inconscientemente, que mejor ahorrármela. Craso error, porque la he visto con más de un mes de retraso y -oh, sorpresa- resulta que me ha gustado bastante, pero bastante. Hubiera debido verla antes para contarlo.

No sé aún si estaré a tiempo de publicar la crítica en papel [al final la publiqué, la tienen más abajo], así que no voy a extenderme mucho, pero les adelanto lo fundamental. Entiendo los motivos del rechazo: luces rojas, humo, cuero, genitales paseándose por el escenario... una cosa entre canción bielorrusa en Eurovisión, el Tito Andrónico de Julie Taymor y un concierto de Tino Casal. Es comprensible que a mucha gente se le haga cuesta arriba. A mí me gustó. Los intérpretes, en su sitio, todos sin excepción. Mucha coreografía tipo "mirad cómo nos refrotamos lascivamente" que habitualmente me pone enfermo, pero que diría que está adecuadamente dosificada. Las luces, el humo, el cuero y los genitales (y la música), bien colocados. Era una apuesta muy arriesgada y, me parece a mí, se tiene en pie. Si son gente arrojada, vayan y decidan. Igual les pasa como a mí y descubren a Esther Ortega.

Y esto fue lo finalmente publicado:

ROMANOS DISCOTEQUEROS 

No es habitual que el teatro genere opiniones unánimes, pero este montaje de Emilio Hernández sobre un texto de Antonio Gala ha suscitado, me parece, una disparidad de criterios de espectro superior al corriente. Entiendo a quienes aborrecen del resultado. La apuesta era extremadamente peligrosa: luces rojas, humo, hombres con faldas de cuero, genitales generosamente expuestos, sintetizador…. Sí, como más de un lector estará aventurando, una puesta en escena que recuerda poderosamente el aspecto visual y la “transgresión” – a estas alturas son necesarias las comillas- de los ochenta. Una estética que bordea lo kitsch o, por decirlo en castellano, lo hortera. Tino Casal de vuelta, Eurovisión bielorrusa. [Nota del 21 de mayo: infinitamente mejor, visto lo visto, bielorrusa que española]

    Entiendo el rechazo, pero no lo comparto. Para empezar, resucitar el texto en pleno marasmo de corrupción política es de una oportunidad indiscutible. Pero, además, todo se puede hacer bien o mal, y esta apoteosis cuasi-discotequera está bien llevada, con ritmo e interpretaciones sin tacha. Entre tanto producto a veces muy culto, a veces muy militante y a veces muy de hacer reír que aburre mortalmente, Séneca entretiene y sorprende con sus piruetas de estética arriesgada. Antonio Valero sostiene la función sobre sus hombros y Esther Ortega se revela como una actriz con el carácter suficiente como para comerse la platea de una mirada.

P.J.L. Domínguez
          

sábado, 4 de abril de 2015

PLUTO

Sala: Teatro La Latina Autor: Aristófanes (versión de Emilio Hernández) Directora: Magüi Mira Intérpretes: Javier Gurruchaga, Marisol Ayuso, Marcial Álvarez, Joge Roelas, Ana Labordeta, Santi Celaya, Toni Misó y Cayetano Fernández  Duración: 1.40'
Información práctica (el enlace no operativo puede significar que no está en cartel)


Javier Gurruchaga, Marcial Álvarez y Jorge Roelas. La foto es de Mérida.

Ya decíamos el otro día, no sé si a propósito de El eunuco, que la comedia envejece peor que el drama (aunque la mejor salud en edad provecta es sin duda la de la tragedia: pongan muertos y la cosa funcionará hasta el final de los tiempos). Hacer que Aristófanes ruede engrasado no es tarea fácil, y esta versión es buena prueba de esa dificultad. Le haría falta una seria poda de las redundancias de todo tipo para empezar a hablar de alguna eficacia dramatúrgica. La pesadez ad nauseam se concentra sobre todo al comienzo, donde avanzar un paso en la narración cuesta una docena de repeticiones de cada información, de cada actitud. Mucho me temo que, como el resto de lastres que la función acarrea, el problema deriva directamente de su formato: nació gran espectáculo para el gran escenario de Mérida, y eso tiene que durar un mínimo de tiempo. Dicho de otro modo: la idea quizá daba para una entretenida comedieta musical de hora y cuarto (ojo, sin quitar ni una sola de las canciones), pero ése no era el formato requerido. Puede parecerles pequeña esa diferencia de veinte o treinta minutos, pero es crucial: en el teatro, media hora puede separar una obra maestra de un pestiño insufrible.


Efecto máscara (ésta también es de Mérida, en
La Latina hay menos coro)
Pluto no es un pestiño insufrible, pero torra bastante. Sobre todo, ya lo hemos dicho, porque la versión estira como el chicle escenas y situaciones que iban perfectamente despachadas con tres o cuatro frases. También porque se ha dirigido con bastante poquita imaginación. La ausencia total de escenografía puede entenderse en Mérida. En La Latina, deja el aspecto visual íntegramente librado a un vestuario tirando a guardarropía (sí, de Caprile, pero tirando a guardarropía) y a UNA idea: el conjunto de los personajes se mueve en abigarrado grupo de uno a otro extremo del escenario ocultando el rostro tras las socorridas máscaras griegas y escamoteando entradas y salidas de los personajes que entran o salen de escena (como en Medida por medida, y que me perdone San Declan Donnellan por mentar su nombre en vano, porque el virtuosismo de aquellos movimientos ni se roza). El deambular se resuelve varias veces con tableau vivant de todos alineados en el proscenio a cara descubierta y con efecto de iluminación. Insisto: tiene su gracia una vez, pero ya más...


Úrsula + ...
En fin, un poco soporífero. Mientras Gurruchaga no abre la boca, claro está. Cuando la abre, la función sube y cambia de género: ya no es una versión de una comedia de Aristófanes, sino el espectáculo unipersonal del más grande histrión vivo que conozco, que si hubiera nacido en Minessotta tendría espectáculo fijo en Las Vegas, pero que este país que le tocó en suerte se permite desaprovechar. Lo que se dice, una gloria nacional. Si se lo perdieron en Carcajada salvaje, lo siento por ustedes (a ver si un día empiezo a subir críticas antiguas y les pongo también ésa). Aquí está espectacular como Pluto y salido ya de toda madre en el papel de la Pobreza. ¿Cómo les explicaría yo la composición de este personaje? Crucen el Hades de Hércules y la Úrsula de La Sirenita, críen al retoño a base de ansiolíticos, elimínenlos de improviso de su dieta y suelten a la criatura en el escenario en lo peor del mono. Antológico es poco, cuando se ajusta la peluca a la vista en el cambio de uno a otro personaje. Hipnótico, sería quizá más ajustado, es imposible mirar a cualquier otro lugar que no sea él. Merece la pena tragarse la función por ver a la Pobreza.


...Hades = ...
Las canciones, que Gurruchaga firma con Marco Rasa, son la segunda baza de la función. Si tengo que elegir, me quedo con Cuánto amor, que Marisol Ayuso canta a su perdido efebo. Ella tiene alguna escena en la que le permiten exhibir todo el conocimiento que tiene de la caída de ojos, el gesto displicente o el ladrido imprevisto, que es mucho. Los demás no están mal (excepto un Tesorero francamente mejorable), tiran del carro todo lo que pueden, sobre todo Marcial Álvarez y Jorge Roelas, que llevan buena parte del peso, pero el carro tiene los ejes muy mal engrasados y avanza dando tumbos.


...la Pobreza compuesta por Gurruchaga. Nadie que la haya visto la olvidará.
P.J.L. Domínguez


Casualidades: Ahora mismo, hay en la cartelera al menos otras dos funciones en las que el protagonista está bastante por encima del montaje: Ojos de agua, con Charo López, y Trágala, trágala con Fernando Albizu. Ya les contaré.

          

sábado, 29 de marzo de 2014

EN EL ESTANQUE DORADO

Sala: Teatro Bellas Artes Autor: Ernest Thompson (versión de Emilio Hernández) Directora: Magüi Mira Intérpretes: Lola Herrera, Héctor Alterio, Luz Valdenebro, Camilo Rodríguez y Mariano Estudillo Duración: 1.35'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)





Ésta fue mi crítica en la Guía del Ocio:

Muchos recordarán la película de igual título, aunque quizá no todos sepan que el texto se estrenó en un teatro: en Broadway, en 1979. Los intérpretes filmados fueron nada menos que Katherine Hepburn, Henry Fonda y Jane Fonda. Estos últimos, representando lo que se decía que eran sus propios conflictos de padre e hija y haciendo las delicias del respetable, siempre un poco cotilla. 

Será que la película quedó más edulcorada o que mi juventud de entonces exigía más caña. Lo cierto es que guardo un recuerdo dulzón y que me fui al Bellas Artes temiendo un melodrama lacrimógeno. Error. Es un dignísimo teatro de sentimientos, muy bien construido. Pone en primer plano un tema, el de la ancianidad, que cada vez será más relevante, vista nuestra pirámide de población. Y un subtema, el de las esposas lastradas por maridos que envejecen más rápido que ellas, que afecta a miles de mujeres invisibles: “Soy vieja, pero no estoy muerta”.

Alterio y Herrera vuelcan la maestría acumulada durante toda una vida: están para llevárselos a casa. Un bombón, sobre todo, el papel de Norbert, que valió un Oscar a Fonda. Luz Valdenebro y Camilo Rodríguez cumplen. Mariano Estudillo confirma todo lo que ya anunciaba en Los iluminados. Cuando este chico cuente dentro de cincuenta años con quién compartió escenario… Un rato delicioso. 

Y lo que no cabía allí:

Hace unos años me preguntaba, creo que a propósito de Seis lecciones de baile en seis semanas, si nadie iba a montar nada a la altura del carisma de Lola Herrera. Bueno, esto de Mira es un notable paso adelante. Pero creo yo que la Herrera da perfectamente para cosas de más peso.

Me parece que Estudillo dará que hablar. Estaba estupendo en Los iluminados y aguanta aquí el tirón de dos monstruos, con perdón, como Herrera y Alterio. Tiene un fisico que le permite pasar por más joven (aún) de lo que es, algo siempre muy útil en funciones que exigen adolescentes (si me oyen los de La Joven Compañía, me cuelgan por los pulgares). Camilo Rodríguez tiene un papel corto, pero está muy bien cuando se le sube la dignidad a la cabeza y planta cara a Norbert. Lleven a sus madres y a sus tías. Lleven también a sus padres y a sus tíos, aunque me parece que la entenderán mejor ellas.

Nota final: parece que las grandes proyecciones envolventes, que sustituyen a la escenografía corpórea, no sólo se generalizan, sino que cada vez se hacen mejor. Hace pocos años eran frecuentemente un desastre. Ésta de Gabriel Carrascal está bien encajada y es bonita.

P.J.L. Domínguez
           

sábado, 9 de noviembre de 2013

LA LENGUA MADRE

Sala: Teatro Español Autor: Juan José Millás Director: Emilio Hernández Intérprete: Juan Diego  Duración: 1.15'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)




Sí, lo sé. Van demasiadas con retraso. Me llegan por distintas vías voces de lectores que añoran el trote cochinero de este blog durante la temporada pasada. Ahora mismo, estoy colgando La lengua madre la víspera de que desaparezca del Español, y eso que la vi... ¡el 2 de octubre! En fin, tengan un poco de paciencia. Espero estabilizar pronto, si no un ritmo idéntico al anterior, sí algo parecido. Les prometo en unos pocos días las críticas de El varietón, Taintantos Conversaciones con mamá.

Como dijo Voltaire, "el ingenio es sólo un sobrino brillante de la inteligencia, pero a menudo su brillo es tal que eclipsa al de su tía". Como diría Jardiel, esto no lo dijo Voltaire, he escrito Voltaire como podría haber escrito Landrú, pero ¿a que me ha quedado verosímil? Viene a cuento del derroche de ingenio que Millás realiza en La lengua madre, como otras veces en sus columnas de prensa. No hay gran trascendencia en este texto, nada que vaya mucho más allá de una profesión de amor pasional a la lengua y a las palabras, y de una advertencia sobre su prostitución. Pero está todo tan bien hilado, tan bien dicho, tan bien iluminado por destellos de ingenio, que pasa uno por encima como quien vuela de flor en flor. Una perita en dulce para ser interpretada en un escenario.

Y, claro, luego va y la pilla Juan Diego. No desvelo nada si digo que es uno de nuestros mejores actores. Dirigido aquí con limpieza por Emilio Hernández, realiza un impresionante trabajo de transfiguración que no debería perderse nadie medianamente interesado en la interpretación. Se mete en la piel de un profesor que tiene que pronunciar una conferencia. Es más bien un pobre hombre, con un faldón de la camisa fuera. Pero es un hombre honesto, que cree en lo que dice. Que se deja llevar por el entusiasmo más allá del texto que llevaba preparado para la conferencia y nos muestra quién es y por dónde anda. Ya lo he dicho: IM-PRE-SIO-NANTE.

Ánimo, si me está leyendo esta misma noche, aún le queda la función de mañana para no perdérselo.
P.J.L. Domínguez