Sala: Teatro Infanta Isabel Autor y director: Eduardo Aldán Intérpretes: José
Lifante, Patricia Delgado, Ricardo Mata y Raúl Escudero Duración:
La función ya no está en cartel
Cuarta entrega de las funciones perdidas de la temporada pasada. Ahí va la crítica publicada en la Guía del Ocio:
Ricardo Mata |
Pensé durante mucho tiempo que las dificultades para
provocar miedo al espectador en un teatro eran prácticamente insuperables,
ahora que el cine nos tiene vacunados contra cualquier barbaridad. Verónica y Un hombre con gafas de pasta, cada una en su género, me
convencieron de que aún era posible. También el Drácula de Ignacio García May, que pasó sin mucha gloria.
De los
innumerables caminos del miedo, este invento de Aldán escoge el que proviene de
las atracciones de feria y de los viejos capítulos de La zona oscura poblados por muñecas de porcelana. Con algún toque
de leyenda urbana, forma moderna de muchos terrores inmemoriales. Puro teatro
de entretenimiento, las tres historias narradas reproducen tópicos que
funcionarán hasta el fin de los tiempos y se engarzan hábilmente con un
supuesto pasado tétrico del Infanta Isabel que contribuye a aumentar la
inquietud del respetable y prepara el final.
Entre
otros aciertos –el uso de proyecciones o la estructura narrativa- es
fundamental el concurso de José Lifante, un tipo que, además de aportar imagen
y voz que ya tienen medio camino recorrido, clava este registro entre el terror
y la guasa. Los sustos –hay unos cuantos bien tramados- hacen las delicias de
un público que sabe a lo que va y se muere de risa (nerviosa) después del
sobresalto. Niños incluidos.
Escribí eso en abril. Cinco meses más tarde aparece en Madrid un espacio dedicado al terror que presume de ser teatro (y no pasaje). Ya les contaré.
P.J.L. Domínguez
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