Sala: Teatro del barrio Autora y directora: Lali Álvarez Garriga Intérprete: Oriol Pla Duración: 1.20'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)
Oriol Pla, un actor excelente. Y, jovencísimo, creo que tiene 23 años, así que estén atentos por si se lo cruzan. Quizá bien dirigido. ¿Por qué digo "quizá"? Porque en esto del buen resultado de la interpretación, nunca se sabe, a no ser que uno conozca bien a intérprete y director, cómo se reparten los méritos entre uno y otro. Y la pieza está tan, pero tan mal dirigida, que se hace cuesta arriba pensar que quien yerra tanto en la dirección general acierte tanto en la dirección del actor. Pero puede ser.
El texto es infumable. Cargado de buenas intenciones, pero infumable. No haría falta repetirlo, pero como siempre puede llegar algún despistado, voy a repetir una perogrullada: decir que este texto es infumable no equivale, en modo alguno, a opinar que los asesinos de Carlo Giuliani hicieron muy bien en pegarle un tiro. Sería como pensar que quien adora E.T. está convencido de la existencia de la inteligencia extraterrestre o que quien abomina de Bob Dylan (de moda estos días) aborrece a los judíos. Confundir la gimnasia con la magnesia. Así que, otra vez por si acaso -que vivimos tiempos de mucha confusión- quede claro que me pareció entonces y me sigue pareciendo ahora un crimen horrendo.
Dicho esto, el texto del monólogo también me parece horrendo. Banal, previsible, estirado como un chicle para que un material que daría quizá para cincuenta y cinco minutos acabe durando ochenta larguísimos. Además, está dirigido con torpeza. Les dejo el enlace a la opinión de Ordóñez, que es exactamente la contraria, pero les invito a que se pasen a verla e intenten separar en su percepción la simpatía por la víctima y la admiración por el actor, de la calidad de la pieza. Ya me contarán.
La foto no es del Teatro del Barrio, pero nos sirve. |
El texto es infumable. Cargado de buenas intenciones, pero infumable. No haría falta repetirlo, pero como siempre puede llegar algún despistado, voy a repetir una perogrullada: decir que este texto es infumable no equivale, en modo alguno, a opinar que los asesinos de Carlo Giuliani hicieron muy bien en pegarle un tiro. Sería como pensar que quien adora E.T. está convencido de la existencia de la inteligencia extraterrestre o que quien abomina de Bob Dylan (de moda estos días) aborrece a los judíos. Confundir la gimnasia con la magnesia. Así que, otra vez por si acaso -que vivimos tiempos de mucha confusión- quede claro que me pareció entonces y me sigue pareciendo ahora un crimen horrendo.
Dicho esto, el texto del monólogo también me parece horrendo. Banal, previsible, estirado como un chicle para que un material que daría quizá para cincuenta y cinco minutos acabe durando ochenta larguísimos. Además, está dirigido con torpeza. Les dejo el enlace a la opinión de Ordóñez, que es exactamente la contraria, pero les invito a que se pasen a verla e intenten separar en su percepción la simpatía por la víctima y la admiración por el actor, de la calidad de la pieza. Ya me contarán.
P.J.L. Domínguez
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Ánimo, comente. Soy buen encajador.