martes, 11 de octubre de 2016

ESCUADRA HACIA LA MUERTE

Sala: Teatro María Guerrero Autor: Alfonso Sastre Director: Paco Azorín Intérpretes: Jan Cornet, Iván Hermes, Carlos Martos, Agus Ruiz, Unax Ugalde y Julián Villagrán  Duración: 1.35'
Información práctica (el enlace inactivo puede significar que la función ya no está en cartel)


Ahí se desarrolla casi toda la acción. Entran y salen por arriba (hay otra escala y otra trampilla en el espacio superior), y ahí arriba reciben lo que parece una ducha desinfectante cada vez que vuelven del exterior. Los muertos se van instalando a la derecha (fuera de cuadro), donde  les esperan los instrumentos musicales.


Escuadra hacia la muerte casi no se ha representado en contexto profesional. Digo "en contexto profesional", porque fue muy representada por grupos de aficionados. Las pruebas en contrario son siempre sospechosas, pero cabe hacerse una pregunta: ¿Hay algún motivo para que un texto de uno de nuestros dramaturgos más relevantes del siglo XX -texto, además, que todo el mundo ha leído o del que ha oído hablar- prácticamente no se represente? Sí, lo hay: es un ladrillo imposible. ¿No me creen? Léanlo. Una cosa deshilachada, sin sentido dramatúrgico, con diálogos hinchados de significados explícitos o sobrentendidos acerca de  la existencia, la muerte, la libertad, la soledad... no falta nada.



Quizá se estén haciendo la pregunta contraria. ¿Por qué, entonces, tuvo tanto éxito en el teatro aficionado o universitario? Yo diría que por el mismo motivo que llevó a su prohibición tras tres representaciones: porque se estrenó bajo una dictadura. Si alguno de ustedes tiene el arrojo de pasarse por el María Guerrero, le animo a que se pregunte el porqué de la prohibición. Vista hoy, Escuadra hacia la muerte no parece antinada, apenas si un pelín antimilitarista, el drama existencial se come a todo lo demás, incluida la ambientación bélica. Pero bajo un régimen autoritario, las connotaciones antiautoritarias borraron cualquier otra cosa. Vista en 1953 -y muchísimo después-, era fundamentalmente una historia en la que los soldados oprimidos por el cabo, se lo cargan. O sea, una historia de rebelión frente al poder injusto. De ahí la prohibición, de ahí el éxito entre los grupos de jóvenes aficionados. Me temo que hoy en día sólo quienes recuerden la dictadura con sus propias tripas serán capaces de percibir la relevancia de este factor. Desvanecido el efecto, no queda nada. Recordemos eso que tantas veces se dice en este blog: el teatro no es mejor o peor por la tesis que defienda.


La versión de Raúl Hernández Garrido en Estudio 1 (2006). Críspulo Cabezas y Peris-Mencheta jovencísimos.
No entiendo cómo ha podido caer en esta trampa Azorín, un hombre de teatro que sabe bien lo que hace (aquí tienen el enlace a las menciones en el blog). ¿Habrá sido un encargo? Si la intención era programar a Sastre, había infinidad de títulos donde escoger. En cualquier caso, Azorín ha entendido que el texto no se sostenía solito y le ha puesto un par de muletas. Lo más invasor, unos poemas de Brecht encajados entre cuadro y cuadro. Horrible, no hacen más que confundir. Por si no hubiera suficiente significado desparramado, vagando huérfano por el escenario, toma más palabras - palabras - palabras noqueando al respetable. El segundo invento consiste en ir acumulando los muertos a la derecha (del espectador) del proscenio, haciendo cositas con unos instrumentos musicales que allí les esperaban. Horroroso.


Fíjense en lo que he encontrado por ahí: una lectura de Escuadra hacia la muerte en una emisora local a finales de los cincuenta. Durante mi infancia, todavía había lugares (lugares que ahora no existen: locales parroquiales, asociaciones culturales...) en los que abundaban los cuadros de esos estilos.
Los actores están, en general, mejor de lo que todo lo anterior podría hacer pensar. Esforzados en la tarea -imposible- de transmitirnos algún conflicto interesante. Hay momentos en que consiguen que el artefacto parezca a punto de despegar. Con la notable excepción de  Villagrán, que con idéntico gesto podría componer un oficinista y que deambula con aspecto de no creerse nada de lo que ocurre. No me extraña. Se salva el aspecto visual: la escenografía, del propio Azorín, las proyecciones de Pedro Chamio y el vestuario de Juan Sebastián Domínguez.
P.J.L. Domínguez

          

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