martes, 19 de mayo de 2015

RAÍCES TRENZAS

Sala: La Puerta Estrecha Autor y director: Jorge Sánchez Intérpretes: Marta Cuenca y Sauce Ena Duración: 1.20'
Información práctica (el enlace no operativo puede significar que no está en cartel)


Sauce Ena y Marta Cuenca
Ésta fue mi critica en la Guía del Ocio:

 A Jorge Sánchez le vi hace casi diez años Nadar abraza: una pieza impregnada del aroma de Raymond Carver y, por tanto, de carácter muy literario, pero trufada de recursos extratextuales. Esto responde a parecido esquema, aunque quien todo lo empapa es Borges. Se funden -en una nebulosa no lineal de hechos interconectados- Tema del traidor y del héroe y La muerte y la brújula. El protagonista del primero, Kilpatrick, es quien urde los acontecimientos en la sombra. Como en el segundo, los lugares de los distintos crímenes dibujan una figura geométrica en un mapa.


    Con esas cajas chinas borgianas desmontadas y remontadas por Sánchez autor, Sánchez director (y escenógrafo e iluminador) ha orquestado un ejercicio de estilo ateniéndose a un pequeño catálogo de recursos combinados una y otra vez de forma distinta (algo muy borgiano también): se enciende esta luz, se apaga aquélla, todo a negro; ponemos música, la quitamos; las paredes perforadas a puñaladas escupen tierra, pero también una botella o un libro, y hasta pueden ser el paso de una a otra historia, de uno a otro tiempo. 

En el centro de este mecanismo de relojería, Marta Cuenca y Sauce Ena saltan del thriller al drama o al mundo de la infancia, y lo hacen sin pestañear, soltando el texto impecables mientras manipulan objetos, ropa, pelucas, interruptores, teléfono… Para espectadores poco convencionales.

Y lo que no cabía allí:

1.- Lo peor de la función es, con diferencia, el título, que hace venir a la memoria inmediatamente un nombre de champú: Raíces y puntas. Es un problema menor. Bueno, ni siquiera es un problema.

2.- Detrás de esto está La cantera, que ha producido últimamente Líbrate de las cosas hermosas que te deseo, que se me escapó, y Famélica, que no se me va a escapar ("a Dios pongo por testigo...", etc.). Tiene una pinta estupenda, aunque esto de las pintas sea a menudo engañoso. Mis habituales saben que tengo una relación complicada con el teatro de Mayorga, pero -haya salido lo que haya salido- no creo que su colaboración con Jorge Sánchez vaya a producir(me) indiferencia.

3.- Borges. Esos que acabo de llamar "mis habituales" -vaya apelativo falto de elegancia- recordarán quizá algo que he dicho otras veces, pero como bastantes de ustedes son nuevos, lo repetiré. No me malinterpreten, si tuviera que elegir diez libros para la proverbial isla desierta, probablemente incluiría sus obras completas, que caben en dos y que llevo media vida releyendo. Me hipnotiza, Borges. Sin embargo, no he conseguido todavía llegar a una opinión definitiva. No sé si es gran literatura -en el sentido en el que Balzac o Hugo lo son- o sólo una exquisita rareza tan exactamente acoplada a la época -o a nuestros gustos, díganlo como quieran- que nubla nuestro juicio, pero que la posteridad se limitará a contemplar sin comprender. Un creador de alegorías, un Kafka castellano. Una sofisticada finta intelectual comparable a aquellos juegos de simbolos y emblemas al que tan aficionado fue el barroco, y que ahora nos resultan marcianos. En cualquier caso, han pasado ya casi treinta años desde su muerte, y no parece que la fascinación decline. Ni la mía ni la general.

4.- Aquí quedaría estupendamente lo de "seguro que a Borges le gustaría esta paráfrasis si pudiera verla". Incluso "seguro que a Borges, esté donde esté, le habrá gustado esta paráfrasis". Son trucos de plumilla, pero vaya usted a saber qué puñetas habría pensado Borges. A este admirador de Borges le ha parecido que la inspiración borgiana está muy bien aprovechada. Algo dije en la crítica en papel, pero hay que condensarlo tanto que a veces me pregunto si me entienden. Es la vieja cuestión del fondo y la forma: podríamos trasvasar los temas de Borges a cualquier contenedor formal. Por ejemplo, escribir una simple versión dramatizada de Tema del traidor y del héroe. La gracia del invento de Sánchez está, sin embargo, en exasperar los procedimientos del modelo: entrecruzamiento de géneros "en un sistema apretado de correspondencias, referencias y citas internas". Esto lo dijo así Carolina Depetris, argentina como Borges y Sánchez, que para eso es tan fina. Yo lo diría más llano, que para eso soy tan básico: es como si la maquinaria original se hubiera pasado de vueltas, y los saltos se produjeran a mayor velocidad y de forma aleatoria.

Los saltos: arriba del todo son dos niñas tocando instrumentos de juguete. Aquí,
dos mujeres metidas en una extraña trama de misterio.
5.- Lo que acabo de llamar "los saltos" volvería tarumba a cualquiera. De ahí el adjetivo "impecables" que usé en la crítica en papel para Sauce Ena y Marta Cuenca: saltan con precisión, cambian de registro como máquinas programadas. Me gustaría ver si el efecto es, como supongo, prácticamente idéntico en todas las representaciones. Pero estoy yo de agenda como para repetir función.

6.- Última mención para la iluminación, que también es de Sánchez. La luz está encomendada a distintas lámparas diseminadas por el escenario, algo entenderán en la foto de arriba. Algunas son manipuladas por las propias actrices. El resultado es muy imaginativo, muy eficaz. Less is more, al menos en este caso. 
P.J.L. Domínguez
          

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